miércoles, 9 de marzo de 2011

Encastes legendarios en extinción

Vivimos tiempos modernos. No cabe duda. Y parece que esa modernidad también ha afectado a la fiesta de los toros. Cada día se rompe más con lo añejo y eso se deja notar, sobretodo en un espectáculo como el nuestro. El toro está perdiendo sus señas de identidad. El monoencaste está acaparando los principales puestos en el escalafón ganadero. Hoy en día, el 90% de todo lo que se lidia es de procedencia Parladé. Esta es una rama derivada de una de las castas fundacionales del toro de lidia: la casta Vistahermosa, la cual, junto a sus otras subdivisiones (Saltillo, Murube-Urquijo y Santa Coloma) monopoliza el toreo actual. De la rama Parladé sale el tan presente hoy en día encaste Domecq, el Núñez y el Atanasio, tres vías principales para entender el mundo del toro en la actualidad. Aunque gran parte de los toros que se lidian a día de hoy son de procedencia Domecq, lo correcto sería decir que proceden de Parladé, que es su tronco originario. Pero la realidad es la que es y la descendencia de los Domecq es amplia y variada. Las figuras del toreo ya sólo reclaman ganaderías de procedencia Domecq, y hacen guiños a lo que no provenga de ahí. La procedencia Núñez cada vez se ve menos, Saltillo y Santa Coloma a cuentagotas y Atanasio está al borde del precipicio. Precisamente, hace unos días se anunció la desaparición de los míticos "patas blancas" de Sánchez Cobaleda, emblemática ganadería del encaste fundacional Vega-Villar. Una pena. Los problemas y las trabas veterinarias, unidos a una situación administrativa imposible han dado al traste con tan peculiar ganadería. Tampoco se ha salvado de la quema otras vacadas importantes, como la de Terrubias, encaste Santa Coloma, y gran parte del ganado de José Manuel Sánchez (Murube y El Sierro). Asímismo, los toros y vacas de Atanasio Fernández, que han sido fuente de sangre brava para la creación de muchas ganaderías actuales, están al borde de la desaparición. La crisis económica, la falta de casta y la predilección de las figuras por otros encastes "más comerciales" han dado al traste con tan legendario nombre. Sinceramente, la cosa no pinta bién. Si nadie lo remedia, seguirán desapareciendo más y más ganaderías al son de una impropia y salvaje selección natural que están imponiendo las gentes que hoy en día mandan en el mundo de los toros. Hoy predomina el toro dulzón, el que no da problemas y casi siempre está justo de casta. Es el más cómodo para las figuras. Pero los aficionados queremos ver el toro de verdad. Ese que embiste bién y que tiene raza. El que pide el carnet a los toreros. Por suerte aún nos quedan algunas ganaderías que mantienen como razón de ser esta característica principal que es la casta. Esperemos por el bien de la fiesta que esa selección natural a la que antes hice referencia no se cargue lo poco auténtico que queda.

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