Muchos
aficionados achacan ese problema del toro mejicano a que cada vez más los
ganaderos aztecas están echando más y más agua al aceite. En pocas palabras:
que están descastando sus vacadas a drede para que el resultado sea un toro
noble y justo de fuerzas que no ponga en ningún apuro a los toreros. En ese
sentido, todas las teorías son válidas por muy difíciles de creer que sean, ya
que cuesta imaginar que un ganadero se tire piedras a su propio tejado. Pero
como ésta puede ser una de las causas del contínuo aburrimiento que sufrimos
año tras año en la plaza Méjico, es mi deber hacer referencia a ello. Repito:
por muy difícil que sea creer que alguien se perjudique gratuitamente. Y es que
lo que puede agradarle a una persona puede cabrear a los diez, veinte o treinta
mil que van a la plaza y que alomejor, por vete tú a saber por qué, no vuelven.
Siempre
he pensado que en el derrumbe general del toro mejicano, a parte de lo ya
expuesto, también ha tenido mucho que ver la puya que utilizan allí. Y es que
la puya mejicana es mucho más grande que la española (casi el doble). Por
tanto, un buen puyazo en Méjico equivale a tres buenos leñazos en España. Y un
picotazo en Méjico equivale a un buen puyazo en España. ¿La consecuencia? Es
evidente: al toro mejicano se le destroza mucho más con menos que al español. Y
ya no solamente me refiero al mayor sangrado del toro, sino a los perjuicios
que tan dañina puya puede ocasionar en la columna vertebral y paletillas del
toro, lo cual condiciona y mucho su posterior movilidad y, en consecuencia, su
nula colaboración a la emoción del espectáculo y al triunfo rotundo de los
toreros.
Siempre se ha dicho que un resultado es la suma de sus
factores. El problema de la falta de fuerza del toro mejicano es más complicado
de lo que parece. No hay una sola causa. Me atrevería a decir que incluso las
dos causas que he citado no son las únicas. Seguro que hay más. Aún así creo
que la puya mejicana tiene mucho que ver en lo que estamos viendo año tras año
en esos casi siempre desangelados tendidos de la plaza de toros más grande del
mundo. Y es que una vez que el toro mejicano sale del caballo de picar el daño
ya está hecho y, ante tal circunstancia, yo siempre me pregunto: ¿Y si fuera
ella?