miércoles, 25 de julio de 2018

Y el banquillo curtió

El Maestro Antoñete siempre decía aquello de que el banquillo te curte o te pudre. Palabra de Dios. Por quien lo dijo y por lo que lo dijo. Una frase cargada de razón puesto que salió de su propia experiencia. De su carrera de dientes de sierra. De su ir y venir. De verlas pasar. De ver su coche de cuadrillas en el garaje y los de sus compañeros haciendo miles de kilómetros por todas las ferias de España. Al Maestro Antoñete el banquillo casi le pudre. Pero no fue así. Al Maestro Antoñete el banquillo le curtió. Y por eso se arruinó para volver a ponerse en figura varias veces a lo largo de su dilatada carrera.

Estas dos últimas temporadas estamos viendo varios casos de toreros a los que el banquillo casi les pudre pero al final les ha curtido. En concreto me están llamando la atención tres casos: Octavio Chacón, Emilio de Justo y Javier Cortés. Tres toreros de largo recorrido que llevan dos años reivindicando un puesto en todas las ferias. Tres toreros con varios años ya de alternativa que han estado demasiado tiempo viendo su coche de cuadrillas parado en la soledad de su garaje. Porque estos tres toreros en concreto han rumiado durante muchos años la dureza del que no tiene nada. Del que está canino. Porque estos tres toreros han estado demasiado tiempo buscándose las habichuelas fuera de España y a veces hasta fuera del mundo, en lugares y plazas donde unos segundos de reloj o un mal paso es lo único que separa la vida de la muerte. A estos tres toreros les ha servido y mucho el estar tiesos como una regla. Afónicos se han quedado pidiendo oportunidades sin que nadie les haya dado nada.
Pero si no te pudre, el banquillo te acaba curtiendo. Y eso es lo que ha pasado con Octavio Chacón , Emilio de Justo y Javier Cortés. Han sabido esperar su oportunidad y esta ha llegado. Han sabido esperar su oportunidad y la han aprovechado. Y de qué manera. Se han abierto hueco y poco a poco van entrando en las ferias. Pero todavía no es suficiente. Y es que por sus condiciones, son toreros que deberían estar en todas las ferias. Estos tres casos en concreto sí y sin discusión, ya que son toreros que aúnan un montón de cualidades positivas. Con una sola de sus cualidades, tantos y tantos chavales que empiezan podrían ser toreros. Y no tengo ninguna duda de ello.
Chacón, De Justo y Cortés no sólo son tres toreros poderosos que inevitablemente están matando corridas duras porque en su caso es lo que hay. Además tienen cadencia y torería. Temple y mucho gusto. Porque no sólo están bien y le pueden al toro malo, sino que cuando sale el bueno bordan el toreo porque además saben torear. Y muy bien por cierto. Deberían por tanto estar en todas las ferias porque no son tres cualesquiera. No son más de lo mismo. Son tres toreros que merecen mucho la pena. Y aunque no son nuevos, están poco vistos y por tanto cuentan con la inestimable ventaja de la novedad. Un factor que influye y ayuda. Un factor que empuja hacia la consolidación definitiva. Porque tiene que ser y será.

martes, 17 de julio de 2018

Las caricias

"El toreo es caricia, y vosotras las mujeres acariciais mejor que los hombres", le dijo Curro Romero a Cristina Sánchez el día de su alternativa en Nimes allá por 1996. Y un "olé" salió de la boca de José Maria Manzanres. Nunca nadie en mi opinión ha definido mejor lo que es el toreo. Hoy pocos toreros acarician. El otro día, en Algeciras, José Tomás lo hizo.  Y de qué manera.

Se que quizás puedo resultar muy reiterativo. Se que ya se ha hablado largo y tendido de lo que ocurrió el pasado 29 de junio en Algeciras. Que ya se ha analizado por activa y por pasiva la actuación de José Tomás. Técnicamente. Artísticamente. Yo no pretendo entrar ahí. Para eso están las crónicas de los distintos medios de comunicación taurinos que indudablemente saben más que yo. Tampoco voy a entrar en la crítica fácil del hecho de torear sin sorteos y con tus toros debajo del brazo. Sabemos que eso no está bien. Que rompe la tradición. Que no se debería de repetir. Que a ningún aficionado cabal le gusta. Yo quiero ir a la caricia. A la suavidad. A la solemnidad de un torero que por desgracia no se prodiga nada. A esa serenidad a prueba de bombas que tiene él y muy poquitos como él y que rara vez vemos en una plaza de toros.
El otro día en Algeciras vimos al José Tomás más sereno. Al José Tomás menos arrebatado. Al José Tomás que acaricia con su toreo. Al Jose Tomás de finales de los años noventa. El bueno. El auténtico. El amanoletado. El estoico. El vertical. El que no se retuerce. El que maneja capote y muleta con la sutileza de la leve brisa del mar. El que imprime solemnidad a cada movimiento. A cada gesto que hace. José Tomás volvió a ser el otro día ese caramelo que nos dan muy de vez en cuando para no volver a probarlo hasta vete tú a saber cuando.
Vuelvo con lo de siempre: qué pena que José Tomás no se prodigue más. Qué pena que no nos deleite por lo menos diez tardes al año con esa forma sinfónica de interpretar el toreo. Como si nada de lo que ocurre alrededor tuviera importancia. Qué pena que José Tomás no nos haga ver más a menudo que no importa lo que ocurra ahí fuera porque la calma siempre se lleva dentro, en el alma. En el espíritu del que sabe esperar. Que a la fiera al igual que a la vida hay que acariciarla, no violentarla.
El toreo, el buen toreo de José Tomás es único. Y pocos, muy pocos como él saben interpretarlo. Y es que ese tipo de toreo de caricia, de suavidad y solemnidad no es sólo un concepto. Es una filosofía de vida que al menos a mí me hace aprender cada vez que lo admiro. Y mientras lo admiramos embelesados, nos lamentamos de que no se repita más. De que por desgracia para todos no se repita más.