De
entrada hay que decir que no existe una única definición de lo que conocemos
por figura del toreo. Y no existe por la sencilla razón de que cada aficionado
o grupo de aficionados tiene un concepto totalmente opuesto al otro u otros. Me
explico. Los aficionados conocidos con el sobrenombre de "los del
clavel" te dirán que las figuras del toreo son aquellos toreros que
despiertan el interés del público general y que por consiguiente llenan las
plazas. Ese grupo de toreros con pedigrí propio que cobran más que los demás y
que además torean las ganaderías más comerciales y teóricamente mejores que hay
en el campo bravo. En este grupo de aficionados/as también los hay cuyo
criterio se basa únicamente en la belleza física del torero en cuestión. Y es
que como diría aquel, de todo tiene que haber en la viña del Señor.
Por
otro lado están aquellos aficionados considerados más duros o exigentes cuyo
criterio sobre lo que es una figura del toreo difiere mucho de lo anteriormente
relatado. Para estos, una figura del toreo es ese torero que mata todo tipo de
encastes con todo tipo de compañeros y en cualquier plaza sea de la exigencia
que sea. Para este tipo de aficionado, el que un torero tenga mayor o menor
capacidad de convocatoria y por tanto llene o no las plazas no es un factor
relevante, criterio por otra parte absolutamente respetable.
Y
ahora vienen las preguntas. ¿Quién es una figura del toreo actualmente? ¿Por
qué lo es? ¿Qué criterio es el más acertado para decidir si este torero o el
otro es figura o no lo es? Evidentemente tú tienes tu propia opinión y yo no
estoy aquí para convencerte de nada, faltaría más. Lo cierto es que si nos
regimos por el hecho irrefutable de llenar una plaza de toros no me salen más
de dos o tres toreros que todos conocemos. Y si nos basamos en aquellos que
matan todo tipo de ganaderías me faltan dedos de las manos para enumerarlos.
Estos sin ninguna discusión ganarían por goleada a los otros.
El
dilema es más profundo de lo que parece y, en mi opinión, está basado en lo que
yo he dado en llamar el mandato de la fama. Nos guste a los aficionados o no,
en este espectáculo hoy y siempre ha mandado el público general. Ese que no
entiende demasiado de todos y cuyo criterio a la hora de ir a una corrida es la
fama del torero o toreros en cuestión. Fama por otra parte ganada en algunos
casos por cosas o asuntos ajenos al mundo de los toros.
Por
tanto ambos criterios para catalogar a un torero como figura del toreo son
igualmente válidos dependiendo del criterio taurino del que lo emita. Para el
público general una figura será este o aquel torero famoso y para el aficionado
entendido será ese que ayer mató una de Cuadri en tal plaza y hoy va a matar
una de Juan Pedro en tal otra, por poner dos ejemplos de ganaderías que poco o
nada tienen que ver la una con la otra.
Hasta hace veinte años todos los toreros mataban todo
tipo de encastes. Eso ahora por desgracia no sucede gracias a la moda de matar
sólo tres ganaderías que en su día impuso José Tomás. Lo del bombo de San
Isidro ha removido, aunque ligeramente, los cimientos de lo establecido por
decreto hasta hace nada. Y si bien es cierto que en esas diez ganaderías que
componen el bombo no hay ninguna que se coma a nadie, también es cierto que hay
al menos cinco que los principales toreros del escalafón no quieren ver ni en
pintura. Algo es algo. De momento Simón Casas ha podido poner la primera piedra
de lo que en un futuro puede ser un nuevo y consolidado para todos concepto de
figura del toreo. Ahora falta que los que se tienen que dar por aludidos lo
hagan y que por fin haya un único, absoluto y verdadero concepto de lo que es
una figura del toreo. Ser o no ser. Esa es la cuestión.