Un
barullo es un lío. Es mucho ruido. Es falta de entendimiento. Es desorden y
crispación. Así veo yo la Fiesta en estos momentos en los que ya nadie se corta
un pelo y todo se cuenta con pelos y señales. Las tretas, los juegos sucios.
Las competencias desleales. Las puertas que se cierran o se abren según quien
seas o más que lo que hayas hecho, hayas dicho. En estos últimos tiempos ningún
taurino se guarda nada sobre las cloacas de la Fiesta. Toreros enfrentados con
empresarios, apoderados que riñen con sus poderdantes y que como venganza sacan
a la luz sus vergüenzas económicas, bailes de corrales e imposiciones de ganado
chico por parte de algunas figuras en América, taurinos y toreros que
aprovechan el caos reinante para malmeterse unos contra otros... Un barullo,
vamos. Y por si fuera poco, el eco atronador de las redes sociales, las cuales
lo magnifican todo, y que nos sacan de nuestro acotado mundo y nos ponen en el
escaparate mediático de la sociedad general. Ahí ahí, para que todo el mundo
vea de lo que estamos hechos. Para que aquellos que precisamente no nos tienen
en buena estima se carguen de argumentos cuando afirman que somos lo peor y que
cómo vamos a respetar al toro cuando no nos respetamos ni siquiera entre
nosotros. Démosles la razón aunque no la tengan. Qué lamentable todo. Y qué
bochorno.
En
el mundo de los toros siempre ha habido cosas buenas y cosas menos buenas.
Justicia e injusticia. Palabra y deshonor. Cuentas claras e impagos.
Recompensas y venganza. Calma y barullo. Y eso siempre lo han sabido los
taurinos y los aficionados. Pero se ha quedado en casa. No ha trascendido a las
masas como está ocurriendo ahora mismo. ¿Qué nos está pasando? ¿Es necesaria
esta exposición de los bajos fondos de la Fiesta? ¿Alguien se ha parado a
pensar que todo esto nos perjudica más que nos beneficia de cara a la sociedad
y al futuro de la Fiesta?
A pesar de todavía no pintar canas he vivido distintas
épocas del toreo, pero sin duda alguna ninguna tan crispada y con tantos
enfrentamientos internos y externos como esta. Aquí ya no se lucha dignamente
por tu trozo de pastel. Aquí ya directamente se mata por tu trozo de pastel. Y
lo peor no es eso. Lo peor es que somos los mismos aficionados los que
exponemos eso a la sociedad, quedando ante los ojos de la gente como amantes de
un espectáculo cainita y poco leal. Y es que al final van a tener razón
aquellos que dicen que el toro es el más legal y el único que no miente en este
espectáculo.