jueves, 24 de enero de 2019

Piedras

Piedras en el camino. Piedras en el zapato. Piedras contra nuestro propio tejado. Piedras y más piedras. Nunca podemos estar tranquilos. Cada poco tiempo una requiloria nueva que nos pone en duda ante nosotros mismos y ante esa sociedad cainita que nos ataca día tras día sin cesar. Lo último, la perenne lacra del afeitado que sigue estando presente en el mundo de los toros y que es la perfecta arma arrojadiza para ponernos en el disparadero de las críticas de propios y extraños.

Hace unos días saltaba la noticia de que la corrida de la ganadería de El Vellosino que se lidió el pasado 12 de agosto en Huesca por parte de Enrique Ponce y El Juli ha dado positivo en afeitado. Y no uno o dos toros. Los seis. La corrida entera. Hasta 50.000 euros podría ascender la multa que tendría que pagar el ganadería salmantina ante tamaño fraude. Un escándalo en toda regla. Y ante ello y por parte del sector, mutis en el foro. Nadie dice nada. Los toreros miran para otro lado. El ganadero se defiende. La Fundación del Toro de Lidia, que tantas cosas y tan buenas está haciendo en favor de la Fiesta Nacional, no entra en la contienda porque dice que los temas de afeitado se salen fuera de sus cometidos principales. Como si dicho tema no fuera lo suficientemente importante como para intervenir de alguna manera, aunque sólo fuera con el objetivo de defender al aficionado que paga por mantener este espectáculo y que en muchas ocasiones es fraudulento precisamente por la mala praxis de los que lo organizan. En fin, un sinsentido sobre el que nadie pone soluciones. Todo lo contrario: piedras y más piedras.
El toro debe de salir al albero con sus astas íntegras. Esa es la originalidad de este espectáculo. En eso consiste la autenticidad de este espectáculo. No niego que un toro afeitado pegue cornadas porque evidentemente las puede dar, e incluso pueden ser más graves que las que puede dar un toro en puntas en caso de hacer presa. Pero al toro no se puede mutilar así como así porque sencillamente pierde no sólo su sentido de la orientación defensiva, sino también presencia, belleza y ante todo y sobre todo respeto. Un toro en puntas es un toro en puntas, y siempre tendrá más importancia lo que haga un torero ante un toro así que ante otro que esté mermado de sus defensas naturales. De sentido común, vamos. Y aún así, todavía muchos no lo quieren ver.
No hay peor imagen que la que nosotros mismos proyectamos muchas veces al exterior. Nos quejamos de los ataques de los antitaurinos cuando la mayoría de las veces el mal lo tenemos dentro de nuestra propia casa. Pese a ello, seguimos sin poner soluciones y los escándalos en la Fiesta se siguen sucediendo cada poco tiempo. Hoy en día hay más de 100 asociaciones a nivel mundial que están luchando por abolir la Fiesta de los toros. Asociaciones que manejan en torno a 50 millones de euros entre todas ellas para acabar con nosotros. Pero eso nos da igual. El movimiento antitaurino no descansa y está constantemente agazapado esperándo nuestros errores para echarse encima a la mínima de cambio e ir poco a poco acabado con esto. Hace unas semanas hablaba de esa extraña fuerza que tiene la Fiesta y que ha hecho que nadie haya podido acabar con ella a lo largo de los siglos que lleva vigente entre nosotros. Pero cuidado. Hoy en día tenemos más enemigos que nunca. Lo último que debemos hacer es darles más argumentos en nuestra contra. Las guerras económicas internas o el afeitado de los toros, por ejemplo, aunque pensemos que es algo que sólo nos atañe a nosotros, nos hace mucho más daño de cara al exterior del que nos podamos imaginar. Son piedras en el camino de nuestra supervivencia. Y piedras bien grandes.

jueves, 17 de enero de 2019

Parecerlo

Todo buen aficionado sabe ese dicho tan famoso que dice que la primera condición que tiene que tener un chaval para ser torero es parecerlo. Sí. Parecerlo. Tener pinta de torero. Que cualquier persona, sea aficionado o no, cuando te vea por la calle diga eso de "ahí va un torero". La planta, los andares, la elegancia natural exterior e interior... Todas esas cosas que durante toda la historia han distinguido a los toreros del resto de los mortales. Porque un torero tiene que ser y parecer un torero.

Más de una vez he visto toreros despeinados y en chándal que desbordaban torería por los cuatro costados. Y otras veces he visto toreros impecablemente vestidos que parecían cualquier cosa menos toreros. Y es que el primer y más importante de los atributos para parecer y ser torero es la actitud. La personalidad. Y esa personalidad torera se ha ido perdiendo poco a poco. Hoy en día la mayoría de chavales que quieren ser toreros ni tienen esa personalidad, ni esa elegancia y ni siquiera saben andar en torero. Se me viene a la mente eso que de vez en cuando cuenta el maestro "Joselito" de que cuando empezó a querer ser torero en la Escuela de Tauromaquia de Madrid le tuvieron bastantes días simplemente andando. Inexplicablemente no le dejaban coger ni un capote ni una muleta. Hasta que un día, harto de la situación, le preguntó a su entonces profesor que por qué le hacían andar tanto. La respuesta fue contundente: "Hasta que no andes en torero no vas a coger los trastos". Demoledor. Otro ejemplo de ello fueron las enseñanzas del famoso "Papa Negro" a todos sus hijos de la dinastía Bienvenida. Antes incluso que la técnica de torear, les enseñaba el cómo parecer torero en sus formas de ser, sus vestimentas y sus andares. Todo un ejemplo. Por desgracia hoy eso ya no se lleva.
Se que para muchos de vosotros el aspecto físico de un chaval no tiene demasiada importancia y que lo que debe de primar es lo que lleven dentro. No os quito la razón. Lo de dentro es importante, sobre todo el valor natural que atesoren, pero no es menos cierto que el torero debe tener unas hechuras muy concretas que denoten que ese que está ahí es un torero de los pies a la cabeza. Y cosas tan aparentemente poco significativas como la estatura, la figura, el peso, el pelo, la cara e incluso el nombre, tienen su importancia. Algunos os preguntaréis que qué tiene que ver que uno se llame de una manera o de otra para ser torero o por elll serlo de mayor o menor importancia. Eso es otro tema que algún día trataré en otro artículo desarrollando una de mis más firmes convicciones con respecto al nombre de los toreros. Convicción que por otra parte puede que sea equivocada ya que nadie es perfecto y nadie lleva siempre la razón. Y yo particularmente menos.
Parecerlo antes que serlo. Serlo y parecerlo. Un torero no es una persona cualquiera. Un torero es un ser especial. Un ser superior. Alguien que juega con la muerte tarde tras tarde. De los pocos héroes que nos quedan en este tan incipiente y al mismo tiempo moralmente desgastado y denostado ya siglo XXI. Y los héroes siempre se han diferenciado por dentro y por fuera del común de los mortales.