Pablo
Aguado ha venido para quedarse. Ha llegado para tomar el relevo de ese genio de
la Puebla que descuenta ya sus días para la retirada. Pablo Aguado ha llegado
para llenar de sevillana torería una Fiesta que cada vez está más ayuna de
ella. Para emocionar a los paladares más exquisitos, esos que tarde tras tarde
se van de la plaza con un regusto amargo tras ver que el Toreo se parece cada
día más a cualquier cosa menos al propio Toreo.
Es
evidente que hoy en día estamos faltos de toreros especiales. Toreros que
tengan algo distinto. De esos que te llevan a la plaza. De esos que llenan,
como dicen los más entendidos. Estamos faltos de toreros que conjuguen en un
mismo concepto buen toreo y torería. Sí: torería. Porque torear bien saben
muchos, pero la torería no la tienen tantos. Me atrevería a decir que casi
ninguno. Torería, gracia, sabor, elegancia. Llámenlo como quieran. Andar en
torero. Entrar y salir de la cara del toro en torero. Saber utilizar ese toreo
accesorio y de recursos tan bonito que siempre han tenido los toreros
auténticos. Esa gracia que han desbordado por los poros de su piel muchos
toreros míticos. Sobre todo los andaluces. Sobre todo los sevillanos.
Lo que hizo Pablo Aguado en sus dos toros el pasado
miércoles en La Maestranza de Sevilla está al alcance de muy pocos. De unos
pocos elegidos. Y más si cabe si tenemos en cuenta que sólo era su segunda
corrida como matador de toros. Y es que el torero sevillano puso de acuerdo a
todos a base de buen toreo. Toreo puro y lento. Muy lento. Templado. Muy
templado. Y torería. Torería a raudales. En lo elemental y en lo accesorio. En
el antes, el durante y el después. En el todo. Y desde el minuto uno se sintió.
Se sintió en el aire de Sevilla. Se sintió en ese ambiente mágico e invisible
de La Maestranza en las tardes en las que sucede algo realmente importante. Se
sintió en cada persona que estabamos dentro de tan majestuoso y bello templo.
En cada persona que estaba al otro lado del receptor de televisión. Se sintió
que es él y no otro el torero que Sevilla lleva tiempo buscando. El torero que
con una mijita de suerte puede ser el heredero de un sentir y de una forma muy
clara de concebir el Toreo. El heredero de un Toreo artista y de un torero
genial. El torero al que definitivamente el aficionado quiere convertir en el
heredero. El heredero de Sevilla.