Hay
demasiadas ganaderías que se han quedado en tierra de nadie cuando otrora
fueron pilares básicos de cualquier feria. ¿El porqué? Muy sencillo: no encajan
en ninguno de los polos supuestamente opuestos en los que hoy en día el
aficionado divide a la fiesta de los toros. ¿Que de qué polos estoy hablando?
Muy sencillo también: el torismo y el torerismo. Porque lo queramos o no, la
mayoría de los aficionados ve hoy en día dos fiestas muy diferenciadas: torismo
y torerismo. Torerismo y torismo. Y aunque si bien es cierto estamos una buena
tropa que no distinguimos una de la otra y que nos asomamos a este balcón sin
prejuicio alguno con la única intención de emocionarnos o no independientemente
de la ganadería o el torero que esté en la arena, la norma general entre el
aficionado es que o se es de un bando o de otro. Esos extremos a los que antes
hice alusión son precisamente estos. Y esos extremos son los que se han llevado
por delante a tantas ganaderías importantes.
Esas
ganaderías de las que ya casi no se acuerda nadie no se encuadran en ninguno de
esos dos extremos que rigen la Fiesta hoy en día. Muchas de esas ganaderías han
sido literalmente borradas del panorama taurino precisamente porque no se
encuadran ni en el torismo ni en el torerismo. Porque su toro no es tan fiero
ni encastado como los de las ganaderías consideradas duras o toristas. Porque
su toro no es tan enclasado y noble como el de las ganaderías del gusto de las
figuras. Y en el fondo de todo la bravura; ese concepto que casi nadie conoce y
muchos menos saben definir. Porque en medio de un extremo y otro debe estar la
bravura, y no lo está por pura ignorancia. Jamás el desconocimiento de un
concepto tan importante ha hecho tanto daño: el daño de la casi desaparición de
grandes ganaderías.
No
citaré encastes ni ganaderías porque estoy seguro de que en estos momentos tú
estarás pensando en las tuyas. Dios me guarde de desviar tu pensamiento. Lo
mejor de todo es que esto es evitable. Nadie debería tener en su cabeza una
lista de vacadas que se han ido al limbo. Que viven en el más completo
ostracismo. Y el camino debería ser renegar de las etiquetas. Ver este
grandioso espectáculo sin ningún tipo de cortapisa. Que los propios taurinos
produjeran y ejecutaran un espectáculo no encasillado en ningún extremo. Y que
el aficionado lo contemple sin ninguna regla matemática por muy simple que esta
sea. Con amplitud de miras. Con sus dos ojos bien abiertos. Con las emociones
puestas al servicio del mejor espectáculo de cuantos existen. Y es que no
estamos para perder más de lo que ya hemos perdido.