domingo, 24 de marzo de 2013

Madrid. Domingo de Ramos 2013. Tarde entretenida a pesar de la lluvia...

Varias cosas interesantes se han podido ver esta tarde en la inauguración de la temporada en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Y digo varias porque a pesar de la lluvia torrencial que ha caído sobre Madrid durante la corrida, tanto toros como toreros han propiciado que la gente no se aburriera en los tendidos, cosa que conforme estaba la tarde habría sido lo más sencillo. La corrida, con cuatro toros de Torrestrella (1º, 2º, 3º y 5º) y dos toros de Torrealta (4º y 6º) ha tenido sus cositas buenas y malas. Bien de presentación y hechuras excepto el agalgado y cariavacado tercero, para mí el mejor toro de la tarde ha sido el segundo, un animal noble y con transmisión que se dejó torear con cierta facilidad por los dos pitones. Eduardo Gallo estuvo muy firme con él, consiguiendo pasajes de lucimiento que luego malogró con la espada. Por esta razón, perdió una oreja más que segura. Aun así tengo la sensación que le podría haber sacado más partido si le hubiera dejado más la muleta en la cara y le hubiera ligado con mayor continuidad los muletazos, ya que el toro lo admitía. Con el quinto, el torero de Salamanca no tuvo opcion ni de ponerse. Otros dos toros que han servido y que se han dejado han sido el feo tercero, que ha tenido un buen pitón izquierdo y con el que Nazaré ha dado los mejores naturales de la tarde y el cuarto, un torazo de 650 kilos, con pinta de tren, con el que Urdiales ha estado dispuesto y muy valiente. Nazaré dio la vuelta al ruedo tras matar muy bien a ese tercero. Hubo petición de oreja, pero entre que la mayoría del público se había metido en los interiores de la plaza para evitar el chaparrón y que las hechuras del animal de Torrestrella no habían gustado de salida, el posible trofeo quedó como he dicho en vuelta al ruedo. En mi opinión le faltó un puntito de acople a la faena para que hubiera sido de oreja. El resto de los toros (1º, 5º y 6º) han sido deslucidos e incluso alguno probón e incierto, como el que salió en primer lugar. Como digo, esta tarde se han visto cosas interesantes, como el buen momento que atraviesan Urdiales, Gallo y Nazaré y una ganadería, la de Torrestrella, que sigue teniendo mucho que decir, aunque las figuras no le hagan ni caso. Aquí suele haber bravura, y lo sabe muy bien su propietario, don Álvaro Domecq Romero. Otros parece que también lo saben pero se empeñan en mirar para otro lado. El dato triste y decepcionante de la corrida ha sido la escasa presencia de público en los tendidos. Tan sólo un cuarto de entrada. No se ustedes, pero yo veo esto y me deprimo. Confío en que haya sido el mal día que ha hecho hoy en Madrid y que la gente todavía está fria y no ha entrado aún en temporada. Aunque bien es verdad que la gente sólo va en masa a Las Ventas durante la feria de San Isidro. Y es que el santo labrador sigue teniendo mucha fuerza...

miércoles, 20 de marzo de 2013

Crónica de la Feria de Fallas 2013

Ayer terminaba la Feria de Fallas 2013. Un largo serial de festejos taurinos en los que ha habido de todo. Particularmente, yo he acabado bastante preocupado. Las personas que me leen de vez en cuando saben sobradamente que yo soy una persona optimista, que casi siempre prefiero ver el vaso medio lleno a verlo medio vacío. Pero este año no ha habido remedio. Varias cosas han llenado mi mente de preocupación y supongo que así ha pasado con muchos aficionados. La primera y principal ha sido la poca asistencia de público al ciclo fallero. En las tres novilladas tan sólo se registró un cuarto de entrada cada día. Lamentable sobre todo porque en estas tres novilladas se aglutinó prácticamente lo mejor de la novillería actual, salvo escasas excepciones, y los utreros de las ganaderías que más juego suelen dar en novilladas con picadores. Pues ni por esas acudió el público a la plaza. En las siguientes corridas denominadas de "los encastes", tampoco cambió mucho la cosa. La plaza registró casi media entrada los días de Adolfo, Miura, Alcurrucén y Fuente Ymbro. Muy poco taquillaje para la calidad sobre el papel de las ganaderías a lidiar. Esto demuestra que no hay afición real y auténtica por los toros. Y si la hay es muy baja. Que en una corrida con esas ganaderías no haya ni media plaza, dice mucho de cómo está el panorama en la actualidad en cuanto a afición. Si además incluímos la crisis económica en este batiburrillo, el resultado es el que es. A partir del día 16 de marzo la cosa empezó a cambiar. Llegaban las figuras y eso se notó. El único lleno de la feria se registraba ese día 16 con Castella, Morante y Talavante y el resto de los días hasta terminar el ciclo fallero registraría ya unas más que aceptables entradas, no pasando de los tres cuartos por día. No tengo ninguna duda de que aparte de que cada vez hay menos afición por los toros, la gente, con el tema de la crisis se está volviendo cada vez más selectiva a la hora de acudir a los festejos taurinos. Y en esa selección pueden más las figuras que las ganaderías toristas. En cierto modo lo entiendo aunque no lo comparto. Y no lo comparto porque el toro de las figuras es el que es. Ojo, no hablo de juego. Hablo de presentación. Y precisamente este es el segundo aspecto que me ha dejado bastante preocupado al termino de la feria. La verdad es que no sé porqué hablo de ello, ya que esto es la tónica general en las corridas de las figuras. Ha habido toros en esas corridas denominadas de "postín" que han sido de juzgado de guardia. Una de las tres corridas que he presenciado en la feria, la del día 16 -las otras fueron la novillada de El Parralejo y la corrida de Miura- hizo que saliera de la plaza muy decepcionado. Y eso que iba a ver a uno de mis toreros. Pero lo que no puede ser no puede ser. Esa tarde saltaron toros que eran un insulto al aficionado por sus hechuras anovilladas. Vamos, los ya famosos "garcichicos", en vez de garcigrandes. Del último tramo de la feria, en cuanto a presentación, tan sólo salvo la de Jandilla y tres toros de Cuvillo, con una presencia y trapío dignos de una plaza como Valencia. Cuvillo sustituyó a la de Capea, que a su vez sustituyó a la titular de Zalduendo, rechazadas ambas por chicas. Y para concluir el repaso, la de ayer de Juan Pedro dejó mucho que desear en cuanto a presentación, siendo para mí el mejor toro por presencia y juego el sobrero de Jandilla que hizo sexto. En cuanto a las novilladas no se puede decir ni pío. Bajo mi punto de vista estuvieron muy bien presentadas. Otra cosa fue el juego que dió cada una. Si hablamos del juego de los animales que se han lidiado durante la feria, he de decir que para mí el mejor toro del ciclo ha sido "Aviador", tercero de la corrida de Adolfo Martín que cayó en las manos del valenciano David Esteve. Un gran toro en todos los sentidos. Bien presentado, encastado, humillando a más no poder, entregándose en cada embestida y con un pitón derecho de ensueño. Pena que fuera a caer en las manos poco avezadas de Esteve. No culpo al chaval de su baja forma, más si cabe cuando el año pasado estuvo sensacional con la de Adolfo también, pero una lesión cervical le ha tenido siete meses en el dique seco y su inactividad durante el pasado año le ha pasado factura. No quiero ni pensar qué habría ocurrido si "Aviador" hubiera caído en las manos de un Castaño o un Robleño. Las novilladas de El Parralejo, Fuente Ymbro y Jandilla no dieron el juego esperado, exceptuando el primero de Román el día 9 (Fuente Ymbro) y el segundo de Javier Jiménez  el domingo 10 (El Parralejo) que tuvieron un muy buen pitón izquierdo. De la corrida de Adolfo sólo salvo a "Aviador", siendo el resto de animales infumables excepto el primero que fue bravo. La de Miura decepcionó, siendo el mejor toro de la tarde el sobrero de Valdefresno que salió por el flojo segundo y que al final acabó rajándose en la muleta de Robleño. Alcurrucén pegó un petardo al igual que Fuente Ymbro, cuyo primero fue el menos malo de una tarde soporífera. De la de Garcigrande me gustó el juego del 3º, 4º y 5º, sobre todo ese bravo tercero que transmitió mucho. En la de Cuvillo que sustituía a Zalduendo hubo tres toros interesantes, a saber, 1º, 3º y 6º, sobre todo ese primero, el cual tuvo mucha clase y nobleza. La corrida de Jandilla, para mí la mejor en cuanto a juego y presentación de las corridas de las figuras, tuvo tres toros extraordinarios (2º, 4º y 6º). La corrida tuvo movilidad y transmisión, algo que cada vez es más difícil de ver hoy en día en este tipo de hierros toreristas. Por último, en la de ayer de Juan Pedro hubo dos toros interesantes (4º y 5º) y un sobrero de Jandilla que hizo sexto que fue sensacional. El mejor de la corrida a mi entender. En el apartado de los toreros voy a ser más selectivo. Me gustó Román y su extraordinaria mano izquierda. Adiviné en Lama de Góngora unas maneras que me cautivaron y que me harán seguirle atentamente porque estoy seguro que dará mucho que hablar. Y me encantó la serenidad y las formas josetomasianas de Tomás Campos. Ojo con este novillero. Ferrera y Gallo estuvieron muy firmes y muy seguros con la complicada corrida de Adolfo y volvieron a demostrar que no se van a dar coba en ningún momento. Robleño anduvo muy bien con el sobrero de Valdefresno hasta que este se rajó. Otro torero que está en un momento extraordinario. Castaño no tuvo opción con sus enemigos, así como Rafaelillo. Urdiales, Mora y Fortes sólo pudieron dejar sus ganas y su firmeza ante lotes imposibles de Alcurrucén. Fandiño estuvo sensacional con la de Fuente Ymbro. Para mí de los mejores toreros de la feria por su valor, arrojo, firmeza y seguridad. A pesar de cortar sólo una oreja, dejó la impronta de cómo se debe estar en las grandes ferias. Entiendo que las figuras no quieran torear con él aunque no lo comparta. Pero es que este tío pone el listón muy alto cada tarde y eso no es fácil de soportarlo. Fandiño es uno de los triunfadores de Fallas para mí y sale por derecho propio muy reforzado de la feria, lo cual y paradójicamente, le seguirá cerrando las puertas de los carteles de postín. Triste pero es así. Castella, Manzanares y Talavante estuvieron bien con la de Garcigrande. El francés pudo sacar más partido del buen lote que le tocó en suerte, Talavante hizo una de las faenas de la feria al tercero y Manzanares otra al quinto, la cual era de dos orejas por lo incierto del toro al principio del trasteo. José Mari acabó por meter al toro en la muleta a base de tragarle y dejársela puesta, desengañando al toro de todo lo que no fuera la tela roja que tenía delante . Para desgracia del respetable acabó pinchándo la faena, algo poco habitual en el torero de Alicante. Aún así se volvió a demostrar la dimensión de este torero que a parte de tener ese corte tan artísta y elegante, les puede y mucho a los toros. Finito de Cordoba me gustó el domingo 17. Ha cambiado para bien este torero. Por momentos ví al Finito de los primeros años noventa, muy distinto al que hemos sufrido estos últimos años. El Fino ha vuelto a su esencia, esa que abandonó por los carteles de prensa rosa y toreo fácil sin complicaciones que tanto daño le ha hecho. En Valencia estuvo torerísimo y muy dispuesto, seguro y asentado con un buen toro y con otro no tan bueno. Padilla anduvo en Padilla, El Cid no lo vió claro en ninguno de sus dos toros y Perera estuvo cumbre. Con Perera no soy objetivo porque es uno de mis toreros. Aun así, puedo decir sin miedo a equivocarme que se jugó la vida con los dos toros que le tocaron en suerte. Seguro, valiente, confiado, quieto, templado... El muletazo de Perera es el más largo que hay hoy en día y en Valencia lo volvió a demostrar. Cortó una oreja del sexto y volvió a dejar la estela de su enorme valía. Y ayer fue un gran día. Ponce, Morante y Luque estuvieron sensacionales, sobre todo en la segunda parte de la corrida donde los toros dieron un mejor juego. Ponce estuvo en maestro con el cuarto, tras una faena impecable que hubiera valido las dos orejas si llega a matar bien. Morante dió un recital de torería y arte en el quinto, haciendo el mejor toreo de capote de la feria y completando una faena llena de sentimiento y pellizco. No voy a quitarle ni un ápice de mérito a lo que Morante hizo ayer pero tampoco debemos perder la cabeza. Particularmente le he visto mejores faenas al maestro de La Puebla del Río, pero con Morante tengo la sensación de que  siempre se exageran más de lo normal sus triunfos y sus petardos. Es lo que tienen los toreros irregulares como él, esos que viven de chispazos e inspiraciones puntuales con un tipo de toro y de embestida muy concretos. A Morante hay que valorarle según el toro que tiene delante y ese quinto de ayer fue para mi gusto un animal noble y justito de raza, de esos que no se comen a nadie y que pasan por allí sin decir nada. Esa faena habría sido un tacazo si su oponente hubiera sido bravo y encastado, cosa que no ocurrió. El de Juan Pedro tuvo la virtud de un gran pitón derecho y el defecto de no humillar ni una sóla vez. Pero Morante es Morante y en eso no hay discusión. Sin embargo a Daniel Luque no se le ha dado tanto bombo a pesar de que para mí estuvo mejor que Morante en el conjunto de la corrida. Luque también toreó con arte y pellizco, pero claro, Daniel no tiene el sambenito de torero artista. Además de ello, el torero de Gerena templó a sus dos toros como nadie en toda la feria. Y encima mató superior. De diez lo de Luque ayer en Valencia. El toreo no es sólo componer la figura y torear bonito. El toreo es profundidad, largura y mano baja. El toreo es engancharlos delante y llevarlos muy lejos allí atrás. Allí donde la cadera cruje y el toro se parte por la mitad. En resumen. Si me tengo que quedar con algo de toda la feria, me quedo con el toro "Aviador" de Adolfo Martín, la mano izquierda de Román, la serenidad y las formas de Tomás Campos, la disposición, el valor y la vergüenza torera de Fandiño y Perera, la torería de Finito, las faenas de Talavante y Manzanares al tercero y quinto de Garcigrande, el toreo de capote de Morante y el recital de Daniel Luque ayer, auténtico triunfador de las Fallas 2013. Y me quedo con el regusto amargo de la poca asistencia de público al ciclo fallero y la mala presentación de la mayoría de los toros de las corridas de las figuras. Lo de siempre, sí. Pero no por ello hay que dejar de decirlo. Y es que el toro tiene que dar miedo, no pena. Si se pierde la emoción la fiesta no es nada. Nada de nada. Y la emoción la pone principalmente el toro. Que a nadie se le olvide.

martes, 5 de marzo de 2013

El sueño de un día de invierno...

La Asociación Tendido Joven con Enrique Ponce en su finca de Jaén

Han pasado ya dos días y todavía sigo en una nube. Todavía estoy soñando. Y como yo, todos los jóvenes aficionados y aficionadas de la Asociación Tendido Joven de Valencia que estuvimos el pasado sábado día 2 de marzo en la finca que el maestro Enrique Ponce tiene en Navas de San Juan (Jaén). Creo firmemente al hablar por todos los que allí estuvimos, que lo que en Cetrina pudimos vivir y sentir jamás lo habríamos podido imaginar despiertos ni tan siquiera soñar dormidos. He dejado pasar más de 48 horas para poder reorganizar mis pensamientos y emociones y todavía sigo sin encontrar la forma de explicar todo lo que en este fin de semana ha sucedido. Y es que no hay palabras que puedan explicarlo. Así de simple. Y no las hay porque algo tan grande no se puede explicar con palabras. Aun a dia de hoy sigo pellizcándome para comprobar que todo ha sido real porque no estoy tan seguro de ello. En cualquier caso, voy a tratar de relatar como buenamente pueda lo que allí pudimos vivir y sentir. Llegamos a Úbeda tras un agradable viaje desde Valencia a eso de las diez de la noche del viernes. Tras cenar y descansar en el hotel Ciudad de Úbeda, el sábado a eso de las diez y veinte de la mañana partimos rumbo a Navas de San Juan. El tiempo, ese compañero que a veces da los disgustos más inesperados, estaba de nuestro lado e iba a colaborar en que todo fuera perfecto. La mañana presentaba un cielo azul precioso gobernado por un sol radiante que nos iluminaba con todo su esplendor. Ni que decir tiene que la temperatura era muy agradable. Diría que hasta primaveral. ¡Hasta en eso habíamos tenido suerte! Eran las once de la mañana cuando, tras pasar por Sabiote, llegábamos a Cetrina, la finca de Enrique. Y nada más entrar en los dominios del maestro, vino el primer vuelco al corazón. Allí, en una de las explanadas de su casa, a pié de autobús, nos esperaban Enrique y Paloma, su mujer. Imagínense la sorpresa de todos los que allí acabábamos de llegar. Nos fuimos bajando poco a poco y Enrique y Paloma fueron dándo la bienvenida a todos los invitados persona por persona. Primer gran detalle de unos extraordinarios anfitriones. En esos momentos allí todo era emoción. ¡Para no haberla! Tras el cariñoso recibimiento, Enrique nos explicó lo que tenía preparado para nosotros durante la jornada campera en Cetrina y, sin más dilación, nos condujo a su imponente e impresionante museo, contiguo a la plaza de tientas. Ahí vino el segundo vuelco al corazón. Y es que es difícil explicar todo lo que pudimos ver en ese salón tan bonito y tan cuidado. Fotografías históricas, decenas de trofeos taurinos, las cinco Orejas de Oro de Radio Nacional de España, los dos rabos cortados en la Méjico, multitud de cabezas de toro con las que Enrique ha cosechado algunos de los triunfos más sonados, etc... Un museo pletórico de recuerdos en el que el propio Enrique nos fue contando los detalles de cada cosa que allí se encontraba, no sin muchas anécdotas que el propio torero nos iba confesando como si fueramos parte de su familia. Y todo ello acompañado de un aperitivo que hizo las delicias de los que allí nos encontrábamos. La propia Paloma, mujer de Enrique, nos iba ofreciendo bandejas con los más variados canapés. Creerme si os digo que eso es todo un privilegio y un alago de tal magnitud que hasta me sentí profundamente cohibido con tanta entrega y generosidad. Y como yo, todos los presentes. Allí, en ese museo, entre todas las cabezas de toro que colgaban en la pared, hubo dos que me impactaron y emocionaron sobremanera. Quizás porque las dos lidias de Enrique a esos dos animales me emocionaron y de qué manera cuando se produjeron. Una era "Lironcito", de Valdefresno, lidiado por Enrique en Madrid aquel lejano 27 de mayo de 1996 con el que estuvo cumbre en la faena más importante para mí que ha realizado en la capital de España, e Histrión, de El Ventorrillo, al que desorejó el 19 de agosto de 2008 en su corrida número cincuenta en el coso bilbaíno de Vista Alegre. Estar allí delante de esos dos toros que tanto me habían emocionado fue algo totalmente indescriptible. Tras visitar el museo, nos dirigimos a dos cercados de toros próximos a ver algunos de los novillos y toros que Enrique tiene para lidiar. Y ahí vino el tercer vuelco al corazón. El maestro cogió su potente quad y durante un buen rato estuvo subiendo a gente y conduciéndola al interior de los cerrados introduciéndonos entre los toros. Sinceramente, creo que nunca he tenido una experiencia como esa. Y es que si estirábamos la mano, podíamos tocar los toros. Menos mal que el maestro nos tranquilizaba diciéndonos que no sufrieramos porque no hacían nada. Nunca he visto al toro desde tan cerca. A continuación, pudimos asistir a un tentadero que el maestro había organizado para nosotros. A la arena de la placita de tientas de Cetrina saltaron tres vacas y un novillo al que Enrique dió muerte tras una faena poderosa y elaborada. Y es que Enrique acabó por meter en la muleta a un animal que al principio no estaba nada claro. Pero todos sabemos ya a estas alturas que la técnica de Enrique es inconmesurable. Entre la muerte del novillo y la tercera vaca, el maestro nos estuvo explicando a pié de arena los secretos y la técnica del toreo de siempre. Como él bien nos dijo, nosotros somos el futuro de la Fiesta y debemos saber qué es y cómo es lo que hace un torero delante de un toro en la plaza. Otro de los momentos inolvidables de la mañana. Que una de las máximas figuras del toreo de todos los tiempos, te explique cómo es el toreo a un metro escaso de tí, no se puede pagar con todo el oro del mundo. Una vez acabado el tentadero, y después de que todo aquel aficionado que quisiera pudiera dar unos muletazos a las vacas del maestro, nos dirigimos al enorme salón que Enrique y Paloma poseen en la parte alta de la finca para degustar una extraordinaria comida. Allí, en un recinto no menos imponente, cargado de recuerdos de caza del maestro, dimos buena cuenta de todo lo que nos fueron sirviendo tan amable y educadamente. Otro vuelco al corazón al ver el recinto en el que Enrique nos había preparado la comida. Y cómo no, tanto él como Paloma, pendientes de nosotros en todo momento, sirviéndonos en ocasiones como un camarero más. De quitarse el sombrero. Una vez acabada la comida, permanecimos junto al maestro hasta las nueve de la noche aproximadamente. Una sobremesa que se alargó porque todos estabamos tan agusto que nadie se quería ir de allí. Y mucho menos Enrique, que estaba entusiasmado de poder compartir con nosotros un rato de conversación alrededor de su mesa. En ese intervalo de tiempo desde que acabamos de comer hasta que cogimos el autobús de regreso al hotel, el maestro respondió a todas y cada una de nuestras preguntas, nos contó mil y una anécdotas sobre su vida y su trayectoria profesional y nos hizo reír de lo lindo con su gran sentido del humor. Anochecía ya sobre Cetrina y sabíamos que el fín del sueño estaba próximo. El día había pasado rápido. Demasiado rápido. La noche confería a la finca una belleza indescriptible, con sus candiles y su paseo, su explendor verdoso y su iluminación tenue y perfecta. Tras firmarnos y fotografiarse con nosotros, bajamos de camino al autobús, que con su sonido sordo nos desperezaba ya de un sueño del que no queríamos despertar. Y allí, a pié de autobús, Enrique y Paloma, junto con Emilio y Alvaro Ponce, padre y hermano de Enrique, los cuales nos habían acompañado durante todo el día, nos decían adios muy a nuestro pesar. El día en casa de Enrique había terminado. No obstante, en ese momento comenzaba a solidificar en nuestras mentes un recuerdo que por muchos años que pasen jamás podremos olvidar. Algo me dice que cuando llegue el día en que sea un anciano débil y triste, esta será una de las historias más bonitas que podré contarle a mis nietos. Una historia que alegrará mis últimos días cada vez que la recuerde. Y les contaré que un lejano día de marzo de 2013 estuve en casa de una de las mayores figuras del toreo de todos los tiempos, un hombre poderoso en la plaza pero humilde y generoso a más no poder en la calle, grande dentro y fuera de los ruedos, con una familia ejemplar y servicial hasta decir basta, adorables todos a rabiar... Y aunque quizá mis nietos nunca me crean, yo sabré que fue cierto. O alomejor ni siquiera entonces estaré tan seguro de ello, porque, al igual que me está pasando en estos momentos en los que bajo la noche ya cerrada escribo estas palabras llenas de emoción y agradecimiento, evocando con más fuerza que nunca la belleza de la noche en Cetrina, posiblemente siguiré pensando que fue el sueño de un día de invierno del que nunca quise despertar...

Gracias Enrique y Paloma por recibirnos en vuestra casa y por habernos hecho soñar. Gracias por emocionanrnos y por ser como sois. Estuvisteis cumbre con nosotros. Gracias a Emilio y Álvaro Ponce por habernos acompañado durante todo el día, por estar tan pendientes de nosotros y por los ratos de conversación que pudimos compartir con vosotros. Gracias a la Asociación Tendido Joven de Valencia por haberse dejado la piel en este sueño y en especial a Angel, Alejandra, Nacho y Javier por vuestro amor a la Fiesta. Vosotros más que nadie habeis hecho realidad este sueño. ¡Viva la Tauromaquia!

José Antonio Ayuste Cebrián
Casasimarro, 5 de marzo de 2013




viernes, 1 de marzo de 2013

Dámaso el grande...

Siempre he sido muy de Dámaso González. Reconozco que me costó entrar en su tauromaquia. En mis primeros años de aficionado, cuando apenas contaba con diez primaveras y empezaba a fijarme en esto de los toros, siempre veía en Dámaso a un torero desaliñado, sin mucha planta precisamente de torero, pequeño y de movimientos poco estilizados. Pero el tiempo siempre acaba poniendo a cada uno en su sitio y a mí Dámaso me puso en el mío. Fue aquel inolvidable 2 de junio de 1993 en Las Ventas de Madrid, en la corrida en la que el diestro albaceteño compartió cartel con Luis Francisco Esplá y Oscar Higares con toros de don Samuel y doña Manuela Agustina López Flores. Aquella tarde ví a un hombre pequeño templar y mandar sobre dos toros de imponente alzada y pavorosos pitones. Le vi templar como a nadie había visto antes en mi vida. Le ví meterse entre los pitones de Pitero, aquel torazo de Samuel que hizo cuarto y que le sacaba una cabeza al enjuto torero de Albacete. Cómo no sería aquello que a pesar de matar fatal a aquel toro, el público de Madrid le dió una oreja. Una oreja merecidísima que sabía a despedida, ya que Dámaso se retiraba de los ruedos aquel año, aunque después volvería de nuevo. Y dirán ustedes que por qué les cuento esto. Muy sencillo. Hace unos días se le concedía a Paco Ojeda el primer Premio Nacional de Tauromaquia. Quede claro desde aquí que me parece muy bien que se lo hayan dado al torero de Sanlucar de Barrameda, por su gran trayectoria y su magnífica aportación a la Tauromaquia. Pero parece ser que a mucha gente se le ha olvidado que antes de Paco Ojeda estaba Dámaso González. Se ha dicho que el premio a Ojeda ha sido porque revolucionó la Tauromaquia en su momento, gracias a que acortó las distancias entre toro y torero, creó lo que se denominó y se denomina el "parón" y puso de moda el toreo encimista de corta distancia. Sí. Ojeda practicó esa tauromaquia en el momento de mayor esplendor de su carrera. Pero es que eso ya lo venía haciendo Dámaso mucho tiempo atrás. Tanto que el torero de Albacete había sido el primero en hacerlo. De echo, Paco Ojeda ha reconocido en varias ocasiones que bebió de las fuentes del "damasismo" para configurar su tauromaquia. Incluso el maestro Antoñete llegó a decir alguna vez que su toreo mejoró sobremanera a raiz de ver el simple y único movimiento de giro de cintura entre muletazo y muletazo que realizaban Dámaso y Ojeda. Porque Dámaso, aparte de inventar el toreo de cercanías, fue de los primeros que empezaron a ligar los muletazos sin apenas movimiento entre ambos. Pero a Dámaso no se le ha reconocido lo suficiente todas sus aportaciones a la Tauromaquia. Estoy convencido de que si hubiera nacido en Madrid o Sevilla en los años 20, ahora estaría al nivel de los mismísimos Joselito y Belmonte e incluso por encima de ellos. O si por el caso hubiera sido contemporáneo de Manolete, quizás el gran Califa de Córdoba se habría visto superado una vez sí y otra también. Alomejor el problema es que Dámaso es pequeño, humilde, no muy agraciado físicamente y de Albacete. No es andaluz, ni muy estilizado en su figura, ni tampoco se relaciona con la cúspide del toreo. Me da pena que a un torero tan grande como él no se le haya reconocido como se merece y como lo que ha sido en el toreo: un auténtico revolucionario. Un auténtico precursor de una forma de entender el toreo que luego han seguido muchos toreros hasta la actualidad, Ojeda incluido. Dámaso ha sido probablemente el torero con más valor que ha habido en el toreo, junto con José Tomás.Y no lo digo yo, que lo pienso así a pesar de que no soy nadie en el toreo, sino muchos que saben más de toros y que han visto muchos más toreros que el que aquí escribe. Pero Dámaso es Dámaso y nunca se las has ha dado de nada. La humildad ha sido su mejor amiga y aliada durante toda su vida y quizá eso ha sido lo que le ha mantenido al margen de todo y de todos. El día que se retiró definitivamente de los ruedos se fue a su sitio de siempre, a su Albacete, a su pequeña finca a las afueras de la ciudad. Y ahí empezó una vida junto a lo que más ha querido: su familia y los toros. Raro es verlo en una plaza, salvo en su Albacete y en la Feria de Septiembre. Año tras año ocupa su barrera del 2, muy cerca del burladero de matadores y año tras año un sinfín de matadores y novilleros brindan sus faenas al maestro. Por algo será. Supongo que a él, como a mí, le quedará el consuelo de que los que realmente saben de esto, los que se han puesto y se ponen delante de la fiera cada tarde y se juegan la vida, reconocen su enorme valía y sus méritos como gran figura del toreo que ha sido. Con todos mis respetos hacia el maestro Paco Ojeda, ese premio debería haber sido para usted maestro. Pero ya no importa. Los que le hemos admirado y le seguimos admirando no necesitamos de premios para reconocer su enorme valía, tanto dentro como fuera de la plaza. Será difícil que alguien iguale algún día todas y cada una de las virtudes que usted ha atesorado. Y digo difícil por no decir imposible...

A continuación me he permitido el lujo de transcribir la crónica que de aquella tarde de junio de 1993 escribió el gran crítico taurino de El País Joaquín Vidal. Y lo he hecho porque emociona cómo alguien de la categoría periodística de Vidal habla del maestro Dámaso González sin tapujos y sin pelos en la lengua, emocionándose él mismo y emocionando a los lectores,  reconociendo lo que muchos llevaban gritando una eternidad. Chapó por Joaquín y chapó por Dámaso en aquella tarde histórica del San Isidro del 93. Que la disfruten...

JOAQUÍN VIDAL
Dámaso González brindó el cuarto toro al público a modo de despedida, pues es el último que toreará en la feria de San Isidro. Quizá también sea el último que torea en Madrid. El fundador del toreo contemporáneo dice adiós y deja que la torería en masa desarrolle sus enseñanzas. Pero sin que él lo vea. Pues debe de ser duro contemplar cómo unos hacen lo que llaman el parón, otros se ponen a empalmar pases de pecho, aquel va de maestro, este de profesional, todos labran fortunas, y resulta que no pasan de ser un burdo plagio del toreo que inventó el señor don Dámaso, sin darse tanta importancia ni llevarse la caja de los cuartos.
Toreaba don Dámaso al primero de la tarde -una hermosura de toro, un espectáculo en sí mismo, trapío que no lo superaría la Nao Capitana con su velamen desplegado al viento; torazo cuajado, enmoriillado y hondo, lustroso en su pelaje castaño chorreao, por delante par de astas pavorosas-; toreando se lo pasaba don Dámaso para acá y para allá, igual de tranquilo que si fuera la becerrita, y decía la afición que lo hacía fuera de cacho, que metía el pico. Y era verdad. Pero esa es la escuela donde ha aprendido la inmensa mayoría de los toreros. Algunos han llegado a hacer del toreo de don Dámaso un calco, y la única diferencia apreciable sería que son más altos, más rubios y más con los ojos azules.
Lo único que no han conseguido copiarle es el toro. O sea hacerle al toro de presencia y potencia el toreo que inventó don Dámaso. Su última lección en la feria de San Isidro la dictó, precisamente, a un toro así; un torazo que dibujó Daniel Perea para La Lidia -aquella revista de los tiempos heroicos del toreo, jamás superada-, y se había escapado de la lámina para venir a este fin de siglo, sentar sus reales en el ruedo de Las Ventas y poner una nota de anmacronismo en el toreo contemporáneo.
El toreo de hoy con el toro de ayer, ¡calla, corazón! ¿Se puede entender eso? Pues sí, se puede entender viendo al veterano maestro, pequeñito y desastrado, cruzarse ante la fosca cara del torazo que rebufaba altivo echándole el aliento por encima del flequillo. Y luego le presentaba la muletilla obligándolo a humillar y pasar, el buido pitón rozándole los alamares. Y si el toro se resistia a embestir, lo retaba metido en su terreno, -excitaba su fiereza imprimiendo un movimiento pendular a la pañosa, que el toro seguía, sus astas inmensas oscilando de lado a lado, con el torero chiquitín en medio. Fue impresionante.
La corrida entera. tuvo gran emoción por los torazos que saltaron al redondel y por la valentía de los toreros. Toros mansos, de los que huyen despavoridos al sentir el castigo; toros corretones, de los que galopan espantadizos. Algunos espectadores tomaban por bravura sus arrancadas súbitas, cuando se trataba, en realidad, de la típica reacción de los toros mansos. Ven de lejos el enemigo y se lanzan a por él furiosos, pero al tenerlo cerca les entra el miedo en el cuerpo y escapan alocados. Le ocurrió a Esplá en el quinto, que se le arrancaba de parte a parte de la plaza, posiblemente porque lo creía desarmado y desasistido, y entonces el torero aceptaba el ataque, le ganaba la cara, prendía el par de banderillas y salía de la suerte andandito, en tanto el toro acusaba el castigo y buscaba el refugio en otros pagos.
Un alarde de facultades, mas también de conocimiento de los toros y de los terrenos desplegó Esplá en ese tercio de banderillas. Sólo que las enganosas reacciones del toro equivocaron al público y tomándolo por bravo -cuando en realidad desarrollaba traicionera mansedumbre- minusvaloró el trasteo dominador que le dio el diestro.
Hubo toros mejores. Por ejemplo el segundo, cuya nobleza estuvo por encima de los derechazos desligados que le instrumento Esplá. O el tercero, boyantón, aunque muy dificultoso pues no paraba de gazapear. Óscar Higares consiguió quitarle el vicio por el procedimiento de ejecutar un toreo muy hondo y muy serio. Sus tandas de naturales, largos y templadísimos, provocaron clamores, y aún se permitió el lujo de desplegar toda la teoría del ayudado en su versión más pura. Estuvo a punto Higares de salir por la puerta grande, y lo hubiese conseguido, seguro, si no llega a precipitarse en el sexto toro, al que quizá por este motivo ya no templó.
Todo el mundo lo lamentaba, porque esa habría sido la mejor rúbrica al gran espectáculo que constituyó la corrida entera. Una corrida, además histórica, en la que había dictado su última lección magistral el fundador del toreo contemporáneo. Aunque, quién sabe: quizá el día menos pensado vuelva. Y se ponga otra vez delante de un torazo pintado por Daniel Perea, y reemprenda las clases con aquel famoso "Decíamos ayer...".