Precisamente
esto de lo que estoy hablando fue lo que hizo Roca Rey el pasado Domingo de
Resurrección en Sevilla ante su segundo toro. Y es que ante la impotencia de
ver que su enemigo no embestía, el torero peruano decidió embestir él. Vamos,
lo que siempre ha hecho un torero comprometido consigo mismo y con el
aficionado. Y para sorpresa de muchos, ese gesto del torero fue pitado y
criticado por un sector del público sevillano. Sorprendente cuanto menos.
Todos
sabemos que, en líneas generales, en Sevilla no gusta demasiado ese toreo de
cercanías, de arrimones imposibles, de dejarse llegar los pitones del toro al
mismísimo pecho y a la barriga. Que no gusta tanto que la lengua del toro lama
literalmente la taleguilla del torero. Eso está claro. A pesar de ello, esa
misma Sevilla años atrás se ha roto las manos a aplaudir con un toreo parecido:
el de Paco Ojeda. Ahí están los vídeos que lo demuestran. Cierto es que la
mayoría de las veces Ojeda invadía los terrenos al décimo muletazo de la faena
y con un toro con todo su poder y casi sin picar. Todo el mérito del mundo para
el maestro de Sanlúcar. Aún así, y, sin que en esta ocasión fuera exactamente
lo mismo, lo de Roca Rey también tuvo su mérito. No es fácil estar ahí tan
cerca de un toro a pesar de que muchos digan que con un toro parado y con la
lengua de fuera no debe de ser tan complicado. Y es que si fuera tan fácil
quizá lo harían muchos más toreros y todos sabemos que no todos tienen la
capacidad ni el aguante suficiente para hacerlo ni siquiera como digo a toro
parado, cosa que tampoco es el caso del sexto toro del otro día en Sevilla. Por
eso no entiendo demasiado esos pitos a un torero que lo único que quiso fue
sacar agua de un pozo casi seco para agradar a los allí presentes. Y todo ello
y, pese a lo que algunos digan, jugándose algo más que el tipo.
Mis
preferencias en el toreo están muy lejos de los arrimones y del toreo de
cercanías. Particularmente prefiero el toreo de clase, el artista y natural, el
de los detalles y la pinturería. Ese que no va acompañado de retorcimientos
innecesarios. He de reconocer que, sin que me apasione como el anterior, admiro
mucho también el toreo largo, templado y por abajo. Y reconozco, como no podría
ser de otra manera, el valor estoico del que se mete entre los pitones y se
queda a vivir ahí media faena. Cuestión de mentalidad abierta y de aquello que
también se ha dicho siempre en referencia a que el mejor aficionado siempre es
aquel al que mayor número de toros y toreros le caben en la cabeza. Una verdad,
por otra parte, como un templo.
Respetando
todas las opiniones, no me pareció justo que se le pitara el otro día a Roca
Rey por ese toreo de cercanías que desarrolló ante el sexto de Victoriano del
Río. Y no me lo pareció porque lo que vi fue un torero responsable y
comprometido. Un torero que quería que aquellos que habían hecho el esfuerzo de
acudir a la plaza a verle se llevaran algo importante de él. Otro quizá hubiera
plegado velas ante ese marrajo y lo hubiera matado a los dos minutos y encima
mal. Hablando por experiencia propia, cuando vas a una plaza de toros y a una
feria de relumbrón quieres ver algo importante sea de quien sea. Si tienes la
suerte de que lo bueno viene por parte del torero o la ganadería de tu
preferencia mejor, pero si no es el caso, agradeces cualquier gesto de
compromiso y entrega de cualquier profesional que pise el albero esa tarde.
Como digo, siempre es cuestión de mentes abiertas y capacidad para percibir
todos los matices que tiene una tarde de toros. Y si es en Sevilla todavía más.
Quizá
el pasado Domingo de Resurrección en Sevilla no se vio el mejor toreo de Roca
Rey. Quizá ni tan siquiera su mejor versión. Pero al menos se vio a un torero
responsable. Y eso a veces es suficiente en un aficionado para no salir de la
plaza jurando en arameo.