jueves, 30 de abril de 2015

La dureza injustificada...

Recién concluida la Feria de Abril 2015, me ha venido una reflexión a la cabeza fruto de un hecho que se produjo la tarde del 16 de abril. Dicha tarde, Antonio Nazaré cortaba una oreja al cuarto toro del festejo, segundo de su lote. Hasta ahí bien. Lo malo comenzó después. Es cierto que el toro fue extraordinario, muy probablemente de dos orejas claras. Pero Nazaré sólo pudo cortar una. A partir de ese momento comenzaron a llover los palos. Palos desde todos lados. Palos por parte de la prensa, de los aficionados, de algún que otro profesional... Con esto no estoy defendiendo al torero, ya que yo también creo que debería haber estado más rotundo. Es más, pienso que en el caso que me ocupa, el de Antonio Nazaré, hay un problema: él no acaba de creerse que tiene condiciones para funcionar en esto. Pero dejemos los juicios de valor aparte. Como digo, no justifico esa oreja como suficiente ya que el toro se fue con otra puesta al desolladero. Pero tampoco justifico la manera en que se le atacó tan despiadadamente. Y no estoy de acuerdo con ese ataque porque este torero, como tantos otros en el escalafón hoy en día, no torean casi nada. Nazaré por ejemplo el año pasado no toreó prácticamente nada y este año la corrida de Sevilla era su primer festejo de la temporada. A donde quiero llegar con esto es que no podemos exigirle a un torero que apenas se viste de luces que esté como el que torea cincuenta tardes al año. Eso es imposible. Pero no sólo en el toreo, sino en cualquier profesión de la vida. La experiencia es un grado, es sabiduría, y estar constantemente en el barro te da las tablas suficientes para resolver las papeletas que te vayas encontrando en el camino. Démosle a toreros como Nazaré y otros tantos más contratos y veremos a ver si no pueden solventar. Estoy seguro de que sí, como estoy seguro de que este torero en particular, con un número de corridas más elevado el año pasado, le habría cortado esa segunda oreja al extraordinario toro de Fuente Ymbro. Y si no se la hubiera cortado pese a esas circunstancias, entonces sí que habría sido para replantearse muchas cosas, como de hecho hicieron muchos al concluir esa corrida sin reflexionar en la dura situación de muchos toreros. Pero esto no es nuevo. Los aficionados, la prensa, etc, damos palos sin mirar ni cómo, ni cuándo, ni dónde. Y yo soy el primero que lo he hecho en más de una ocasión. Ahora quizás reflexiono más las cosas y por ello en el tema de Nazaré he querido poner algo de cordura entre tanto sinsentido. Lo que sí es grave y criticable es lo de Finito con el primero de El Pilar, El Cid con el quinto de Victorino o Manzanares con los dos de Cuvillo, los cuales fueron toros de triunfo rotundo y se les fueron sin torear. Eso sí. Por tanto, valoremos a un profesional cuando este tenga las bases para poder ser valorado justamente. Mientras tanto tengamos un poco de mano izquierda y seamos pacientes con los que torean poco o nada. Y más cuando alguno de los toreros a los que nos lanzamos a criticar despiadadamente ya ha tenido tardes gloriosas en plazas importantes y ha triunfado con justicia, a pesar de que ahora no lo haga merced a su precaria situación en el escalafón. A estos toreros son a los que hay que poner más, no a los jóvenes recién alternativados que han de rodarse aún más por plazas y carteles de menor categoría. A estos que llevan ya más de cinco o seis años de matadores de toros -algunos diez o quince- y que han probado su solvencia sobradamente. A estos es a los que hay que poner en los carteles de las ferias, con las figuras si es preciso, para que adquieran ese oficio tan necesario que les permita estar a la altura de cualquier tipo de toro. De lo contrario no estaremos haciendo nada. Ni por ellos, ni por el toreo, ni por nadie.

martes, 21 de abril de 2015

El miedo a Las Ventas...

Es algo que no entiendo, que me cuesta comprender. Todos los años, cuando salen los carteles de la Feria de San Isidro, siempre me faltan varios novilleros punteros en el serial. ¿La explicación por parte de la empresa? Pues siempre la misma: esos novilleros en cuestión no han querido venir porque según sus apoderados es demasiado pronto para ello. Este año en concreto no van a actuar en San Isidro los probablemente tres novilleros con más expectación a día de hoy que hay en el escalafón, a saber, Álvaro Lorenzo, Varea y Ginés Marín. Llegados a este punto, yo me pregunto varias cosas: ¿cuándo se supone que un novillero está preparado para ir a Madrid? ¿Acaso Lorenzo, Varea y Marín no lo están? ¿Por qué se empeñan algunos apoderados, que, casualmente llevan o han llevado a grandes figuras del toreo, en cuidar tanto a determinados novilleros? ¿No se dan cuenta de que por Madrid pasa todo, de que Madrid es la plaza que más da y que ya quita poco? ¿No entienden que Madrid es la plaza que puede poner en figura a un novillero e incluso que este puede salir disparado con un buen triunfo allí hacia una alternativa de relumbrón con las principales figuras del toreo actual? ¿En serio no ven que actuar en Madrid tiene más pros que contras? Sinceramente no lo entiendo. Y no me vale eso de que es pronto y de que el novillero en cuestión no está preparado para ir a Madrid. En el caso concreto de estos tres novilleros que he citado, no tengo ninguna duda de que están más que preparados para ir a San Isidro. Incluso más que otros que sí que están anunciados. Pero claro, ahí ya entra la valentía de los apoderados, y algunos de ellos son bastante cautos y miedosos. También es cierto que tanto Lorenzo como Varea y Marín van a matar un buen puñado de novilladas este año sin necesidad de tener que reivindicarse en Madrid, cosa que otros no van a hacer ya que sus apoderados no tienen tanto poder. Porque al final todo se resume en lo mismo: según el apoderado que tengas así va a ir tu carrera. Y no es el mismo caso el de un chaval que tiene que jugarse su futuro a una sola carta en Madrid para poder entrar en otras ferias, que aquel que ya ha entrado en casi todas por el poder de sus apoderados y los consabidos cambios de cromos que tanto se estilan en el mundillo taurino. Una pena. Una pena porque estos tres novilleros interesan al aficionado y este quería verlos en Madrid. Sinceramente creo que con esa estrategia de cuidar tanto a ciertos novilleros lo que se está haciendo es perjudicarles. Un chaval no puede ir tan cómodo por la sencilla razón de que este mundo es duro y cuanto antes vean esa dureza mejor. ¿Que van a Madrid y pegan un petardo? Pues no pasa nada. Esas cosas siempre han ocurrido. Es más: es preferible estar mal en Madrid de novillero que no de matador, porque de matador sí que te pueden enterrar para los restos. El toreo no es un camino de rosas como se les está haciendo ver a algunos chavales. Tampoco es siempre el novillo cómodo, noble y de un sólo encaste. También es el novillo fiero que te pone en un aprieto con el cual no puedes. Es el novillo de otros encastes que te lo pone complicado y con el que tienes que resolver la papeleta. Es el utrero al que hay que darle fiesta cuando nadie da un duro ni por él ni por ti. Y si al final toca ruina, pues ruina. Seguro que ya habrá otra oportunidad para desquitarse. A veces también es necesario ver novilleros superados por las circunstancias. Eso siempre ha ocurrido. Hoy es muy raro porque lo primero que aprenden es una técnica anti-novillos malos, y eso en parte le resta emoción a las actuaciones de muchos chavales. Por no haber, a veces no hay ni volteretas, las cuales las ha sufrido todo torero que se precie. (Y con esto no digo que quiera verlas, sólo que se ha perdido la emoción de ese novillero volteado que no se mira y que se va, unos con calma y otros con rabia, a la cara del novillo de nuevo). Como digo, no entiendo las ausencias de ciertos novilleros punteros de la Feria de San Isidro de Madrid. También entiendo que casi siempre no es culpa de ellos, porque seguro que más de uno iría sin dudarlo. Al fin y al cabo ellos son simples barcos de papel sin poder alguno a los que la tremenda corriente de sus apoderados arrastran unas veces a la orilla y otras veces al fondo del mar. Los novilleros interesan, y los que están en buen momento todavía más. Pero nada. No hay manera de que todo el mundo lo entienda de la misma forma. A veces pienso que es cierto eso de que lo que piensa el aficionado nunca va a ser lo mismo que lo que piensan los taurinos poderosos. Y es que deberíamos remar todos hacia el mismo lado y no unos en contra de los otros. Ahí reside el mayor problema que existe dentro de la Fiesta: en la dirección del barco. De todos depende que se hunda o de que llegue a puerto sano y salvo, pero sobre todo de los taurinos importantes. Como diría la canción, que no les embriague el aroma del mar...

martes, 7 de abril de 2015

29M. Un antes y un después...

Sí, lo sé. La encerrona de Fandiño en Madrid resultó ser un petardo. No hace falta que me convenzan. Ningún toro se entregó de verdad y así es imposible. Ni siquiera el torero más poderoso y capaz que ustedes se puedan imaginar hubiera podido hacer mucho más de lo que hizo el torero de Orduña. Sí es cierto también que vimos una versión poco usual de Fandiño: a partir de la muerte del tercer toro pareció estar derrotado. La sucesión de toros difíciles y deslucidos terminaron minándole la moral y lo único que se podía esperar era que se la jugara a carta cabal al menos en los dos últimos toros. Pero no fue así. A esas alturas de la corrida Iván ya estaba demasiado hundido como para jugarse los muslos y que nadie lo reconociera y valorara en su justa medida. “Un toro malo no me va a mandar al hule”, debió pensar el torero, cosa que yo apoyo y con la que estoy de acuerdo. Hay quien dice que hubo toros a los que se les pudo cortar orejas: no estoy de acuerdo. Hay quien dice que esto le va a hacer un daño tremendo: tampoco estoy de acuerdo. Lo que sí creo es que algunos empresarios quieran buscarle las cosquillas a partir de ahora a su apoderado. Al menos hasta que Iván vuelva a pegar otro puñetazo en Madrid o en otra plaza de importancia. Pero ahí ni me meto ni quiero especular. Todo se verá. La razón de mi artículo es reflejar el cambio que bajo mi punto de vista se ha producido en la mentalidad del toreo con la encerrona de Fandiño con seis toros de ganaderías consideradas duras y exigentes. Es cierto que exigente lo que se dice exigente no hubo ningún toro. (Quizá algo el de José Escolar). Pero eso da igual. A priori eran seis ganaderías que la mayoría de los toreros no quieren ver ni en pintura. A priori se pensaba que iba a haber una gran entrada y se puso el cartel de “no hay billetes” en una fecha que tradicionalmente no mete a más de tres mil personas. A priori se esperaba un triunfo gordo y, en lo estrictamente taurino fue un fracaso. Pero no fue así en todo lo que rodeó la encerrona. Las campañas de publicidad, la expectación creada, el cuidado en la elección de los toros... Y lo más importante: se ha demostrado que cuando en la arena hay toro la gente responde. Cuando no hay trampa ni cartón la gente responde. Y, en el caso concreto de ayer, hay que decir que la gente joven sí que se anima a ir a los toros cuando intuye que va a ver un espectáculo íntegro y con emoción, aunque luego no salgan las cosas según lo previsto. El domingo, la plaza de toros de Las Ventas rebosaba de expectación y de gente joven como pocas veces se ha visto. Y es que se palpaba que un gran acontecimiento iba a suceder. El toro con mayúsculas interesa y mucho. El toro con mayúsculas llena plazas de veinticuatro mil almas. Las gestas de héroes como Iván Fandiño acaban el papel y provocan llenazos de “no hay billetes”. Posiblemente El Juli y Sebastián Castella llenen también en sus respectivas futuras encerronas de Cáceres y El Puerto de Santa María. Pero de lo que estoy seguro es de que difícilmente conseguirán el mismo nivel de expectación que ha conseguido Fandiño en Madrid. Evidentemente el toro no va a ser el mismo y, aunque no todos los aficionados lo reconozcan, el toro sigue siendo el rey de este espectáculo. Dicho esto, reconozco también el mérito de El Juli y Castella al encerrarse con seis toros sean de la ganadería que sean. Algo se ha movido desde el pasado domingo 29 de marzo. Los cimientos de esto al menos temblaron durante un rato y se comprobó que otra Fiesta es posible. Y no sólo eso, sino que esa otra Fiesta es si cabe más atractiva que la del toro que constantemente vemos día sí día también en las plazas. El público empieza a estar harto del monoencaste y pide variedad, aunque lo que luego salga por toriles no “facilite” tanto el lucimiento de los toreros. Y es que la incertidumbre siempre ha atraído a las masas. Hay tantas Fiestas como gustos puedan tener los públicos y los aficionados sin distinción. Cada cual es libre de pagar por el espectáculo que quiera ver. Pero lo que es cierto es que no todos los espectáculos son igual de emocionantes ni de generadores de expectativas. Fandiño arrasó en ese sentido el pasado domingo, al menos hasta el comienzo de la corrida. Luego todo salió de aquella manera. Pero el que apuesta puede ganar o perder. El que no, ni una cosa ni la otra: a verlas pasar. Ya pasó hace dos años con la encerrona de Talavante también en Madrid con seis victorinos, y, aunque aquello resultara igualmente un fracaso se agradeció y mucho el gesto del torero extremeño. El domingo pasado Iván ganó en unas cosas y perdió en otras. Removió conciencias. Se estrelló contra seis muros. Aun así ojalá que este órdago no se quede en simple anécdota y otros toreros cojan el testigo de las gestas de verdad. La afición lo agradecerá seguro. Y la Fiesta también.