lunes, 25 de noviembre de 2019

Y lo demás

Hace unos meses, cuando el novillero valenciano Borja Collado decidió de manera repentina retirarse de los ruedos, todos los aficionados nos sorprendimos mucho por tal inesperada decisión, y más todavía si cabe por el gran futuro que se le intuía en el mundo del toro. Para ser sinceros veníamos ya de segundas pues muy pocos días antes el que se había retirado sin previo aviso había sido otro torero de excelente corte y proyección: el matador de toros castellonense Varea.

Días después de haber anunciado su retirada, Borja Collado concedió una entrevista para un programa taurino de radio. Como era de esperar, el periodista le preguntó el porqué de su retirada y, el joven novillero valenciano contestó con una frase breve, concisa y contundente: "Me retiro porque lo que a mí me gusta es torear y lo demás no". Y lo demás no. Cuatro palabras. Esas cuatro palabras: "y lo demás no". Evidentemente, el avispado periodista intentó escarbar en ese "y lo demás no". Lo intentó por un lado y por el otro. Por un pitón y por el otro. No hubo respuesta. Borja no quiso especificar. No quiso concretar a qué se refería con ese "y lo demás no". La frustración del periodista era evidente. Pero a Borja no le sacó ni un muletazo más por ese pitón. Ese mismo día empecé a pensar en esa frase casi de manera obsesiva. ¿A qué se podría referir con ese "y lo demás no"? ¿Qué tan importante sería ese "y lo demás" como para que un novillero con ese futuro mandara de golpe y porrazo al carajo toda su carrera y su aparentemente buen futuro en esto del toro? 

Por supuesto que yo no sé esas razones ocultas aunque las puedo intuir. Podría nombrar aquí y ahora tres o cuatro motivos por los cuales ciertas personas acaban minando la moral de muchos chavales que empiezan en este mundo. O la de otros que llevan un cuarto de hora como novilleros o matadores de toros. Entornos hiperexigentes, dinero y más dinero por todos lados, favores y deudas, promesas que nunca se cumplen... Y no quiero seguir a pesar de que sé que no estoy pinchando en hueso.

Borja lo dijo muy claro y creo que hablaba en boca de tantos y tantos chavales que quieren ser algo en esto: a ellos lo que realmente les gusta es torear. Los chavales que quieren ser toreros quieren serlo porque lo que de verdad les gusta es torear. Y para disfrutar de ello son capaces hasta de entregar su vida al toro a cambio de nada o incluso de menos nada. De deudas. De promesas nunca cumplidas. Si luego llegan a lo más alto y se ponen en figura y en dinero mejor. Y si no tampoco pasa nada. Eso sí: lo que no les gusta es "todo lo demás". A ninguno. El problema es que muchos tragan y pocos escupen. Borja fue valiente, escupió y a más de uno le ha manchado el traje. Su frase ha removido cimientos. Al menos los míos.

martes, 22 de octubre de 2019

Está asumido


Se que ningún antitaurino va a leer este artículo. Lo veo complicado. Pero si al menos uno lo lee me daré por satisfecho. Con uno sólo. Porque esto va para él. O para ellos en el mejor de los casos. 
Se alegran mucho ellos cuando los toreros y/o subalternos sufren cornadas graves. Como si fuera un castigo muy merecido por como dicen ellos "torturar" a un animal indefenso. Se ríen, se mofan, vomitan toda su rabia sobre ese hombre o esos hombres que en esos momentos están jodidos en la cama de un hospital. 

Sin ir más lejos, este final de temporada ha sido durísimo en cuanto a percances de todo tipo. Desde graves a extremadamente graves. Y ahí han estado ellos. Los vengadores de la causa irracional. Los justicieros indómitos. Volvieron a aparecer para gritar el repetitivo y cansino "se lo merece" como el más suave de los improperios hacia los que han terminado con los vestidos de torear rotos y las carnes abiertas. Y no se dan cuenta de que eso no duele porque siempre ha sido algo asumido a priori.

El torero acepta las cornadas. Lleva impreso en su ADN la muerte. Asume que cualquier tarde puede ocurrir lo peor. Lo irremediable. El torero convive con la aceptación intrínseca de que su profesión mantiene un diálogo constante con el dolor de la cornada o la más absoluta realidad de la muerte. De que su vida puede cambiar para siempre en unos míseros minutos de reloj. De que ayer lo tuve todo y mañana puedo no tener ya nada.

Odiadores del mundo de los toros: no se molesten. No malgasten sus energías. No conviertan su buena sintonía con el mundo -si es que la tienen -en odio sin sentido. No hacen daño. No provocan cataclismos. Al contrario. Quedan ustedes en peor lugar. Aquí se asume y se presume. Se vive con el dolor y la gloria, con la vida y la muerte. Para bien o para mal el Toreo es grandeza. Está asumido.

Crónica Hellín 6 de octubre de 2019.


La experiencia es un grado

Octavio Chacón pone encima de la mesa su experiencia y cuaja y corta dos orejas al buen y bravo 4° mientras que Filiberto y Diego Carretero pasean una oreja cada uno de una interesante corrida de Miura.

Se estrelló Octavio Chacón contra un primer toro de Prieto de la Cal que no tuvo ya desde salida ni un pase por ningún pitón. El jabonero se metía muy por dentro cortando el viaje en cada embestida. Se vio forzado por tanto a abreviar con la comprensión del respetable. Mató de estocada desprendida y escuchó silencio.

Inició lidia ante el cuarto de Miura con un ramillete de verónicas templadas y acompasadas. Brindó la faena al público y desde el primer muletazo pudimos ver la cadencia, el mismo y el temple del torero gaditano ante un miura noble y con mucha calidad. Todo fue medido y muy pulcro. Tandas muy limpias y con el denominador común del gusto. De la torería. Mucha torería. Chacón demostró que con este tipo de corridas la experiencia es un grado y a más experiencia más grado. Mató de estocada entera y contraria y a sus manos fueron a parar las dos orejas del de Zahariche.

Filiberto salió arreando ya con el capote ante su primero. Varias verónicas acompasadas y bulliciosas hicieron que el público rompiera a aplaudirle de salida. La faena de muleta fue casi exclusivamente por el pitón derecho, por otra parte el más notable del animal. Le entendió a la perfección el torero de Calasparra puesto que el de Miura pedía suavidad, temple y distancia. Mató de estocada atravesada, pinchazo y estocada trasera y caída y escucho una ovación.

El 5° recibió dos buenos puyazos arrancándose de lejos. Quitó por verónicas Diego Carretero y Filiberto le dio la réplica por el mismo palo. Se desmonteró Carlos Pacheco tras banderillear de forma excepcional al de Miura. Pronto se vino a menos el toro merced a su nobleza sosa. Y aquello que prometía se apagó demasiado pronto. Voluntarioso y queriendo andó Filiberto al que por momentos se le notó su falta de experiencia con este tipo de toro. Mató de estocada entera y recibió una oreja. 

Tampoco anda muy sobrado de experiencia con estas corridas el torero local Diego Carretero y en algún momento lo acusó. Con su primero, que peleó bien en el caballo en dos ocasiones arrancándose de lejos, poco pudo hacer ya que el miura se quedaba muy corto por ambos pitones. Lo intentó al menos si resultado satisfactorio antes de pasaportar al toro de estocada entera. Dio la vuelta al ruedo. 

El sexto derribó al caballo en su primer encuentro y recibió un segundo puyazo fuerte arrancándose desde muy lejos. Hubo división de opiniones para el del castoreño que le dio al toro lo suyo y lo de su primo. Se desmonteró José Mora tras dos buenos pares de banderillas. El toro, que soltaba mucho la cara, llegó muy áspero y violento a la muleta de Carretero, el cual intentó pasarlo por ambos pitones con desigual éxito. Aún así anduvo dispuesto y valiente ante el torrente de genio que atesoraba el de Miura. Tras pasaportar al toro de estocada trasera y tendida recibió una cariñosa oreja de sus paisanos.


Plaza de toros de Hellín 
Domingo 6 de octubre de 2019
5 toros de Miura y uno de Prieto de la Cal.
Corrida bien presentada aunque desigual de hechuras y comportamientos. Brava en el caballo. Los mejores el noble 2° y el buen y bravo 4°, ovacionado en el arrastre.
Media plaza en tarde soleada y agradable.

Octavio Chacón (de azul celeste y oro con los remates en negro): silencio y dos orejas.

Filiberto (de verde manzana y oro): ovación con saludos y oreja con petición de la segunda.

Diego Carretero (de grana y oro): vuelta al ruedo tras petición de oreja y oreja.

Se desmonteraron tras parear al 5° y 6° Carlos Pacheco y José Mora respectivamente.


Se puede


El caso de Sergio Serrano ha sido el último y más reciente: el de un torero injustamente condenado al ostracismo que de repente se ha reivindicado y ha dicho aquello de aquí estoy yo. Después de diez años de alternativa. De diez años de estar tieso y no ver un pitón por ningún lado. De diez años de alguna que otra cornada muy fuerte en pueblos sin repercusión ni dinero. De diez años de fe y de creer en uno mismo. De la certeza de saber que cuando se tiene la moneda se puede cambiar en cualquier momento.

Su caso y el de otros muchos como él es admirable. Admirable por la capacidad de sacrificio de un hombre que lo único que tiene es su capote, su muleta y una confianza ciega en que algún día llegará una oportunidad que le pondrá a funcionar. Y es que aunque a veces no se vea el horizonte, este está ahí. Oculto. Imposible de ver. Pero está ahí. No sólo en la mente. También en la realidad. Sólo hay que creer que algún día lo tocarás con las yemas de tus dedos. Creerlo y no desfallecer en el intento. No aburrirse, que dirían los taurinos viejos.

Sergio Serrano ha estado muchos años toreando una o ninguna. Sin pisar ninguna feria de relevancia salvo su Albacete y Azpeitia. Alimentándose del toreo de salón y de las pocas becerras que algunos y muy contados amigos ganaderos le han ofrecido. Trabajando fuera del toro para mantenerse. Para poder comer. Para poder vivir. A pesar de ello en su mente siempre ha habitado la ilusión del toreo. De seguir. De no dejarlo jamás. La ilusión de ir a Madrid y hacer que la vida cambie para siempre. 

El pasado 22 de septiembre era su segunda comparecencia en Las Ventas. La primera fue la infortunada tarde de su confirmación hace ahora justo tres años. Pero ahora tenía que pasar algo porque si no el teléfono podría dejar de sonar. Y esta vez para siempre. Había que jugarse la vida como se la jugó. Había que apostar como apostó. Y pasó. Ya lo creo que pasó. Incluso sin cortar orejas por culpa de la espada. Qué más dará eso de la espada cuando en el ruedo un tío está tan tío. Despojos, que diría Curro.

El ejemplo de Sergio Serrano debe valer para tantos y tantos toreros que siguen luchando día a día por un sueño. Un ejemplo de constancia y sacrificio. De no rendirse jamás por muchas dificultades que te ponga la vida. De saber que tras el sufrimiento está la gloria. Ojalá le sirva y pueda disfrutar la miel y no tanto la hiel de este mundo del toro.

Se puede. Ya lo creo que se puede.

Sólo para hombres


Hay que ser muy torero y muy hombre para ir a Madrid. Siempre se ha dicho. No obstante, todavía hay que ser más torero y más hombre para ir a Madrid a matar los desafíos ganaderos que cada año se celebran en la plaza de toros de Las Ventas. Corridas con algunas de las ganaderías más duras y encastadas del campo bravo. Corridas por desgracia con poca afluencia de público y con la exigencia habitual de la plaza de Las Ventas pero multiplicada por dos. Y en medio de eso unos cuantos hombres muy hombres vestidos de luces.

Toreros que van a esos desafíos ganaderos con muy pocas corridas en su haber durante la temporada. Toreros que no tienen nada o muy poco y que se ven obligados a agarrarse a ese clavo ardiendo tan ardiendo. Ellos saben que todo pasa por Madrid y que un triunfo en Las Ventas con ese tipo de toro les va a dar mucho. Más de lo normal. Porque lo normal para ellos es la nada. 

Toreros que un día lo tuvieron muy cerca. Toreros a los que por una u otra circunstancia se les escapó el tren y que quieren volver a subirse en él aunque sea en tercera clase. Toreros muchos de ellos que ya no son tan jóvenes pero cuya afición y ansias de estar en boca del mundillo les hace ir a Madrid a luchar contra un tipo de toro que vende muy muy cara cada embestida y por ende su propia muerte.

Cornadas como las de Arturo Macías o Javier Cortés estos últimos domingos en Madrid no hacen sino acrecentar la hombría y heroicidad de estos hombres que son capaces de dar todo por nada. Que van a jugarse la vida ante poco más de seis mil espectadores cobrando lo justo y menos pero que no les importa ni el dinero ni la poca gente y ni tan siquiera las cornadas. Que lo que ellos quieren es ser y estar y si tiene que ser en las trincheras pues en las trincheras tendrá que ser. Quizá en su mente esté la idea de que algún día podrán ganar esa guerra y vivir como reyes. Y es que en general los esfuerzos siempre merecen la pena y tienen recompensa. Excepto en este mundo de los toros, claro.