lunes, 19 de septiembre de 2016

Demencia "tauril"

En el Toreo no suele existir la memoria. Y mira que es difícil olvidar un buen toro, una buena faena o una buena tarde de toros. Pero no. No existe la memoria. Es triste pero es así. Lamentablemente, como todo en esta vida y en esta sociedad tan carente de sensibilidad, prima más lo malo que lo bueno. Y es que todo el mundo, en general, siempre se queda con lo malo en vez de con lo bueno o positivo. Puedes ser un santo. En el momento que hagas algo mal ya eres la peor persona del mundo, por no enumerar otros adjetivos que sonarían mucho peor.

En este artículo que hoy me ocupa quiero hablar de dos toreros que han sido injustamente tratados por la prensa taurina y el aficionado . Sí, ese que se cree en el derecho de enterrar toreros sólo por una mala tarde. Sí, ese que es capaz de encumbrar a otros a lo más alto sólo por una tarde buena en una plaza de relevancia. Ese que es capaz de juzgar sin compasión ni respeto a un grupo de hombres que se juegan la vida tarde tras tarde.

Quiero hablar de El Cid e Iván Fandiño. Dos toreros que han estado en lo más alto y que ahora están viviendo el calvario del más absoluto desprecio por parte del periodista “íntegro” y el aficionado “exigente”. Dos matadores que durante mucho tiempo fueron el paradigma del torero puro y honesto y que hoy son poco menos que dos delincuentes indocumentados. Yo, que suelo tener memoria en esto y en todo, aún recuerdo cómo los aficionados más puristas y duros tenían a estos dos toreros como sus referentes, a los cuales seguían y defendían ante los supuestos abusos de las figuras del toreo. También recuerdo que esa misma prensa dura y esos mismos aficionados exigentes hablaban de veto por parte de las mismas figuras hacia uno de ellos, concretamente hacia Iván Fandiño. Cómo ha cambiado el cuento. Y en tan poco tiempo además.

Todo aquel que se considere buen aficionado debería estarle agradecido a El Cid y Fandiño y ser un poco más comprensivo con los malos momentos que han podido tener. Malos momentos que por otra parte son normales en la carrera de un torero. Los típicos baches que diría aquel. Y la explicación es muy simple: tanto uno como otro han dado la cara durante mucho tiempo con corridas que muchos toreros no quieren ver ni en pintura. Tanto El Cid como Fandiño llegaron a lo más alto por la vía de las corridas duras y exigentes, esas de los tan halagados encastes minoritarios. Y no en cualquier plaza. Ahí están sus actuaciones heroicas con ese tipo de ganaderías en Madrid, Bilbao, Bayona, Pamplona o Sevilla. Pero lo más importante no es eso. Lo más relevante es que una vez que ambos alcanzaron el estatus de figuras del toreo no dejaron de matar ese tipo de ganaderías más exigentes, si bien es cierto que al poder elegir se apuntaban con más asiduidad a aquellas corridas cuyo toro se considera más comercial o “fácil”. Pero tanto uno como no dejaron de matar victorinos, adolfos, cebadas, fuenteymbros y otras ganaderías de corte más bien torista... Sí, lo sé. Fuente Ymbro no es una ganadería de encaste minoritario, pero por una extraña razón muchos toreros no la quieren ver ni en pintura. Para todos los buenos aficionados y la prensa más exigente eran los dos toreros modelo a seguir, ya que no había otros que intercalaran con esa honradez las corridas comerciales con las duras. Pero se nos olvidó y nos creímos en el derecho de enterrarles para siempre aún haciendo gestas que a otros ni se les pasan por la cabeza. Gestas que aunque no salieron todo lo bien que se esperaba ahí quedaron. La encerrona de El Cid con victorinos y la de Fandiño con seis toros de encastes minoritarios el año pasado ni más ni menos que en Madrid son dos muestras claras de lo que estoy hablando. Repito: no salieron bien por diversas circunstancias. Pero ahí quedan y, como diría aquel, que venga otro y lo haga.

Tengamos memoria. Critiquemos, sí, pero con respeto y consideración en base a la carrera del torero en cuestión. Con ello no estoy diciendo que lo perdonemos todo y si un torero ha estado mal se dice y no pasa nada. Pero seamos algo más comprensivos cuando el que está delante ha hecho méritos de sobra como para que se le respete durante mucho tiempo. No enterremos a toreros que han llevado la honestidad por bandera. No pisoteemos a toreros que han querido cumplir con el aficionado llevando una carrera digna y sin huir de su responsabilidad de matar todo tipo de encastes. Paciencia y memoria, que diría aquel. Algo casi imposible de tener en los tiempos que corren.