domingo, 27 de abril de 2014

Talavantes y Butragueños...

Casasimarro. 24 de agosto de 2003. Calor. Mucho calor. Moscas. Tradicional novillada sin picadores en honor a las fiestas de San Bartolomé. Y en el cartel un nombre que no pega ni con cola. Un apellido casi impronunciable que suena a cualquier cosa menos a torero. Alejandro Talavante. ¿Cómo?, decían algunos. Talavante. ¿Cómo?, repetían otros. Ta-la-van-te. Como suena. ¿No será Caravante? ¿O Fernández? ¿O Hernández? Que no hombre, que es Talavante... Como todos los años, ahí estaba yo. Sentado en el tendido esperando ver algo. O nada, puesto que pocas veces había visto algo de interés entre tanto novillero desconocido. Tan sólo un tal Manolo Carrión muchos años atrás, cuando casi todaví yo iba en pañales. Pero la afición es la afición y no hay remedio: en esto siempre vuelves donde la última vez casi te matan de aburrimiento. El alcalde sacó el pañuelo blanco y comenzó el pasodoble. Dos chavales muy jóvenes, atropelladamente liados, salen a hacer el paseíllo. Sorpresivamente, uno de ellos me llama poderosamente la atención. Está muy delgado, anda con delicadeza y parece un torero, a pesar de no ser muy agraciado físicamente. Tiene la cara muy alargada y un poco rara. Como su apellido. Pero algo me hace no quitarle la vista de encima. Me recuerda a José Tomás, el cual hace pocos meses se ha retirado del toreo. En sus andares, en su expresión, en su sutileza, en su tranquilidad al mover el capote al viento tras romperse el paseíllo. El primer novillero no me gusta nada. Hasta tal punto que unas horas después ni recordaré su nombre. Sólo me acuerdo de un apellido raro: Talavante. Ese que al principio era impronunciable y del que ahora todo el mundo habla. 15 años tenía. Aquella tarde Alejandro nos encandiló. Sobretodo a los aficionados. Vi detalles en él que llevaba años sin ver en ningún otro novillero. Valor, seguridad, reposo, torería, tranquilidad, rectitud... Tenía magia. Y lo más importante: una mano izquierda de ensueño. Recuerdo especialmente un cambio de mano en el que el novillo se le vino encima y ni se inmutó. En el último segundo se lo sacó con un golpe de muñeca. Me quedé de piedra. En ese momento no dudé de que aquel chaval sería algún día figura del toreo. Y así lo aseguramos mi amigo Antonio el Viti y yo en la puerta de salida de la plaza cuando acabó la novillada. Tras aquella tarde, de vez en cuando seguía acordándome de aquel muchacho del apellido raro. Pero no se oía nada de él. Un día escuché que Antonio Corbacho se había hecho cargo de su carrera. Y aquello me llamó la atención. Un hombre como Corbacho no cogía a un cualquiera. Entonces lo comprendí todo. Antonio había visto en él a un José Tomás en potencia, el mismo al que años antes había moldeado con sus manos de alfarero y su espíritu de samurai. Como era de esperar, poco tiempo después saltó la noticia: Talavante habia puesto Las Ventas patas arriba. Ocurrió en una novillada el 24 de mayo de 2006. Había estado sensacional con dos novillos de "El Ventorrillo" y a pesar de no haber cortado ni una oreja por su fallo repetido con la espada, había puesto a todo el mundo de acuerdo. Allí había un torero importante. A aquella tremenda actuación en Madrid le siguió la inmediata alternativa tan sólo una semana después, el 9 de junio en Cehegín, Murcia, programada con anterioridad a su triunfo en Madrid y que fue recibida con mucha expectación. Su última temporada de novillero y las dos primeras de matador fueron un bombazo. En su segundo año de alternativa abrió las puertas grandes de Valencia y Madrid y la del Príncipe de Sevilla. Todo un acontecimiento. Todo el mundo taurino hablaba de él. Pero la dicha duró poco. A partir del segundo año de matador de toros se fue diluyendo. Ya no era el mismo. Las malas lenguas decían que le gustaba mucho la noche y las juergas con sus nuevos amigos famosos. Que se escapaba de madrugada de la finca de Corbacho para volver a las mil. Habladurías. Empezó a cambiar su toreo, ese que a muchos nos había enamorado desde un principio. Dejó de torear erguido y comenzó a retorcerse y a imitar a otros toreros menos estéticos y solemnes con los cuales había trenzado una buena amistad. Y lo más llamativo de todo: se había cansado de Corbacho y lo había abandonado. Su fichaje con Choperita no se hizo esperar. Se iba con un apoderado y empresario poderoso poco o nada independiente. Cuando ya estaba casi perdido y fuera de las ferias importantes volvió a triunfar en Madrid. Regresó a los carteles de relumbrón, a codearse con las primeras figuras del momento. Volvió a ganar dinero, fama, reconocimiento. Pero seguía retorciéndose. Seguía sin ser el torero que un día vi en Casasimarro. Aquel que me había impactado. Aquel que tan sólo cuatro años después abrió como matador las principales puertas grandes de las principales plazas de toros españolas. Dejó de gustarme. No me interesaba. Ya no le veía la magia. Creía que estaba adulterando su verdadero toreo por el afán de imitar a sus amiguetes figuras. Hasta este año. Esta temporada ha vuelto a ser el de Casasimarro. El de la novillada en Las Ventas en 2006 y el de su primera y segunda temporada de matador. No sé si ha sido la influencia de su nuevo apoderado, Curro Vázquez. O tal vez el espíritu de Corbacho que seguro le ronda y acompaña. O qué al fin se ha cansado de divagar por múltiples tauromaquias de imitación y ha encontrado la suya. La que realmente siente y lleva dentro. La que emana de su personalidad y sus muñecas. Creo que ha recuperado la magia. Ha vuelto a torear erguido. A no retorcerse. A ser auténtico. No puedo negarlo: durante mucho tiempo Talavante no me gustaba ni cuando estaba bien. Este año he comenzado a verlo con los ojos sorprendidos de aquella novillada de Casasimarro. Aquel apellido raro me ha vuelto a sonar bien. Aquel Talavante regresó. Esperemos que se quede por mucho tiempo y que no sucumba a tentaciones raras. Talavante no era nombre de torero. Butragueño tampoco lo era de futbolista. ¿Butra qué?, decían. Recuerdan los más veteranos que al principio tampoco sonaba bien, que no era nombre para un jugador del Madrid. Cosas de la vida. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse...

viernes, 11 de abril de 2014

Los cánones modernos...

De un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda una nueva forma de hacer el toreo. Unos cánones que nunca habían existido y que hoy son referencia y base para la mayoría de los toreros. Ni que decir tiene que los responsables de esta nueva corriente han sido las principales figuras del momento. Concretamente una diría yo: El Juli, aunque también otros toreros como Perera, Manzanares y Talavante le han copiado la patente en mayor o menor medida. Esa nueva forma de entender el toreo a la que me refiero la he llamado "Tauromaquia del retorcimiento y la patita atrás". Imagino que ya lo habrás entendido. Es curioso. Como sucede en todos los aspectos de la vida, cuando una cosa la hace alguien importante, inmediatamente se toma como referencia y se tiende a imitar. Es lo que está pasando. Prácticamente la totalidad de los chavales que están empezando, y que tienen como referencia a las principales figuras del toreo, están haciendo o intentando hacer el mismo toreo que ven en estos. Un toreo de suerte descargada, con la pierna de salida retrasada y escondida detrás del cuerpo. Y este, el cuerpo, retorcido, forzado, antiestético. Dicen los que creen saber que la pierna hay que ponerla ahí para poder ligar mejor. Lo que no saben o no les han dicho es que ligar se liga con la muleta gracias a las muñecas y no con el cuerpo. Pero no. Hoy hay que ser como una peonza, quedarse en el cuello del toro y girar sin parar para poder ligar, sin importarnos eso que se ha hecho siempre de vaciar los muletazos y comenzarlos de nuevo. Hoy se torea sin solución de continuidad, sin enganchar ni soltar. Hay que ligar aunque sea mal y conseguir que aquello no pare para que el personal se emocione. Y puede que así el público estalle en vítores, aunque no el aficionado de verdad. Hoy hay que retorcerse y forzar la figura para dar largura a los muletazos. Error. Grave error. ¿Dónde está la estética del toreo? ¿Es estético ver a un torero agachado por muy lejos que lleve la embestida? Dicen que si no no se puede someter al toro. Mentira. Yo he visto a muchos toreros de antes y algunos de ahora doblegar y poder a los animales sin retorcer la figura, sin ponerse feos. Y es que como dijo el maestro Paco Camino hace poco en un coloquio informal, "no se puede torear acostao". Por desgracia no he podido ver en vivo a figurones del toreo como el mismo Camino, El Viti, Ordóñez o Bienvenida, por poner un ejemplo. Eso sí, he visto todos los vídeos del mundo. Nunca estos toreros se han retorcido tanto. Nunca estos toreros han jugado a esconder la pierna. Pocas veces han descargado la suerte. Siempre han toreado derecho. Y es que hay que torear derecho. Talavante, al que antes he citado como uno de los impulsores de esta nueva corriente de toreo ventajista, lo está corrigiendo. Como él mismo dijo hace poco, se ha cansado de torear retorcido y ha vuelto a beber de la tauromaquia vertical y verdadera de sus inicios. Bien por él. Esperemos que no desista en el intento. Dicen que hoy se torea mejor que nunca. No estoy de acuerdo. Hoy se torea bien, pero depende también de quién. Algunos siguen sin enterarse de lo que es torear puro y bien. Desde mi humilde opinión, recomendaría a algunas de las principales figuras que se repasaran los vídeos de los grandes maestros de los años sesenta, setenta y ochenta. Quizá así recapacitarían, aunque lo dudo. El toreo es verdad y pureza. No es el juego del escondite. El toreo es sometimiento y estética. El toreo es un arte y el arte tiene que ser bello para emocionar. Si no nos emocionamos no pintamos nada ni en este espectáculo ni en el mundo como tal. Sé que no es fácil estar delante de un toro y hacerlo con estética y verdad. Te repito: lo sé y no hace falta que me lo recuerdes. Aun así no hagamos que esto sea más difícil todavía. Las figuras tienen el poder de cambiarlo porque sólo a ellos les harán caso las generaciones venideras. Todos ganaremos. La Fiesta la primera. Entonces podremos decir con todo convencimiento y merecimiento que hoy se torea mejor que nunca. Sin peros ni matices que valgan...