Hay que ser muy torero y muy hombre para
ir a Madrid. Siempre se ha dicho. No obstante, todavía hay que ser más torero y
más hombre para ir a Madrid a matar los desafíos ganaderos que cada año se
celebran en la plaza de toros de Las Ventas. Corridas con algunas de las
ganaderías más duras y encastadas del campo bravo. Corridas por desgracia con
poca afluencia de público y con la exigencia habitual de la plaza de Las Ventas
pero multiplicada por dos. Y en medio de eso unos cuantos hombres muy hombres
vestidos de luces.
Toreros que van a esos desafíos
ganaderos con muy pocas corridas en su haber durante la temporada. Toreros que
no tienen nada o muy poco y que se ven obligados a agarrarse a ese clavo
ardiendo tan ardiendo. Ellos saben que todo pasa por Madrid y que un triunfo en
Las Ventas con ese tipo de toro les va a dar mucho. Más de lo normal. Porque lo
normal para ellos es la nada.
Toreros que un día lo tuvieron muy
cerca. Toreros a los que por una u otra circunstancia se les escapó el tren y
que quieren volver a subirse en él aunque sea en tercera clase. Toreros muchos
de ellos que ya no son tan jóvenes pero cuya afición y ansias de estar en boca
del mundillo les hace ir a Madrid a luchar contra un tipo de toro que vende muy
muy cara cada embestida y por ende su propia muerte.
Cornadas como las de Arturo Macías o
Javier Cortés estos últimos domingos en Madrid no hacen sino acrecentar la
hombría y heroicidad de estos hombres que son capaces de dar todo por nada. Que
van a jugarse la vida ante poco más de seis mil espectadores cobrando lo justo
y menos pero que no les importa ni el dinero ni la poca gente y ni tan siquiera
las cornadas. Que lo que ellos quieren es ser y estar y si tiene que ser en las
trincheras pues en las trincheras tendrá que ser. Quizá en su mente esté la
idea de que algún día podrán ganar esa guerra y vivir como reyes. Y es que en
general los esfuerzos siempre merecen la pena y tienen recompensa. Excepto en
este mundo de los toros, claro.
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