jueves, 27 de diciembre de 2018

Esa extraña fuerza

La Tauromaquia es fuerte. Muy fuerte. Dura como el acero. Indestructible. Inacabable por mucho que a muchos de esos que nos insultan con esa burda y malsonante palabra de "asesinos" les joda. Imperecedera por mucho que a muchos de los que están dentro de este mundo del toro y destruyen más que construyen les joda. Con la Tauromaquia no ha podido nadie porque el único dueño que tiene es el pueblo y el pueblo es el poder. Y ya se sabe que quien tiene el poder tiene la fuerza.

En las recientes elecciones andaluzas el mundo del toro ha dado un fuerte toque de atención. Ha dicho basta. Hasta aquí. Conmigo no se juega. Les ha recordado a toda esta nueva generación de buenistas y relativistas morales que hay cosas que no se tocan. Que hay tradiciones con las que no se puede jugar. Y ha tenido que irrumpir un nuevo partido político que defienda a capa y espada a la Tauromaquia porque todos los demás se han avergonzado de ella. De repente los que siempre han sido antis ahora lo son más, los que fueron tibios ahora son fríos y los que un día la defendieron de palabra y con su presencia en las plazas ahora sufren amnesia y quieren olvidar esa mala etapa de sus vidas. Todo un contrasentido de una hipocresía supina. Pero al fin y al cabo los votos son los votos, y recientemente se ha demostrado que los aficionados a los toros y por ende a otras tradiciones muy arraigadas en nuestro país, se cuentan por millares y tienen la capacidad de hacer cambiar el rumbo antitodo de esta nueva prole que se cree en el derecho de decirnos cómo tenemos que vivir y a qué espectáculos podemos o no asistir basándose en una nueva moral impostada y manipuladora.
A lo largo de la historia, la Tauromaquia ha sufrido muchos y muy variados ataques. Ha sido prohibida por Papas y Reyes. Atacada por políticos de toda índole. Relegada a un segundo plano en favor de otros espectáculos de inferior calidad por muchos de aquellos gobernantes a los que ahora hacen despectiva referencia las nuevas generaciones en base a que un día fueron los adalides y ultradefensores de la Fiesta Nacional. La Tauromaquia ha sido maltratada por los de fuera y también por los propios taurinos, matiz este que tampoco se nos debe olvidar.
La Fiesta nunca ha muerto definitivamente ni lo va a hacer en un corto espacio de tiempo. Ni siquiera a medio o largo plazo. Estoy convencido de ello. Ha sufrido crisis. Sí. Y las seguirá sufriendo. Habrá menos espectáculos cada vez. Sí. Irá cada vez menos público a las plazas. Seguramente. Pero no morirá. Y no lo hará porque la Tauromaquia tiene una fuerza interior enorme. La fuerza del pueblo que admira y se emociona con este espectáculo. Una fuerza que seguirá venciendo a todo tipo de ataque. Una fuerza que no es otra que su propia autenticidad. Su verdad. Su emoción indescriptible. La fuerza de un espectáculo en el que unos hombres locos que hacen del miedo su mejor amigo y aliado se juegan la vida cada tarde en una plaza de toros ante una bestia salvaje. Contra eso no hay nada. Contra eso no hay político ni generación que pueda. Contra la extraña fuerza de la Tauromaquia todo intento es inútil. Ahí está la historia. Yo al menos estoy convencido de que no la veré morir. Y tú deberías pensar lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario