viernes, 1 de abril de 2011

Sevilla, 1 de Mayo de 1992: Montoliú y los naturales eternos de Manzanares

Despuntaba el mes de Mayo de aquel año 1992. La primavera arreaba con fuerza sobre la península, otorgándonos días calurosos y casi casi veraniegos. En Sevilla olía a feria, a puro y a toros. Transcurría sin pena ni gloria la Feria de Abril de aquella recién estrenada década de los noventa. Yo, con once años camino de los doce, volvía del colegio cada tarde con la ilusión de que al encender la televisión me encontrara con una buena corrida de toros desde Sevilla. Así había sido en los días precedentes. Aquel primero de Mayo era viernes y festivo. Se celebraba el día del trabajador, como de echo se sigue haciendo hoy en día. A las cinco y pocos minutos de la tarde encendí ansioso la televisión, puse la dos de Televisión Española y acerqué la silla a un metro y medio de la pantalla como solía hacer. El cartel de esa tarde era de expectación. Toreaba el maestro José María Manzanares, Pedro Gutierrez Moya "El niño de la capea" y José Ortega Cano. La ganadería era de Atanasio Fernández. La tarde en Sevilla era espectacular. El sol y el aroma a azahar se confundían en el ambiente. El cielo estaba azul. Ni una sola nube. Tras el paseíllo y el toque de clarines, saltó a la arena el primer Atanasio, de nombre "Cabatisto", herrado con el número 27 y con un peso de 597 kilos. Después de un discreto recibimiento con el capote y una mala pelea en el caballo a cargo de Alfonso Barroso, al cual derribó, llegó la tragedia. El excelente banderillero y ex matador de toros Manuel Calvo Bonichón "Montoliú", a las órdenes del maestro Manzanares cayó sobre la arena del coso sevillano herido de muerte tras recibir una cornada espantosa que le atravesó el pecho de punta a punta, partiéndole el corazón el dos mitades. El toro de Atanasio, difícil desde que salió de toriles, se le coló al excelente banderillero cuando este intentaba ponerle un par de banderillas por el pitón derecho. Montoliú, en vez de rectificar y pasar en falso, se la jugó y dejó el par en todo lo alto. Inmediatamente después el toro le prendió por el muslo derecho, le levantó, y cuando Manolo estaba cayendo, el de Atanasio le empitonó salvajemente hacia arriba reventándolo por dentro. La cornada había sido muy grave. Gravísima. El doctor don Ramón Vila no pudo hacer más que certificar la muerte del gran torero valenciano. En ese clima de emoción, consternación e incertidumbre por lo que a todas luces iba a ser una tragedia que a buen seguro se confirmaría en unos minutos, el maestro Manzanares cogió muleta y estoque, pidió permiso a la presidencia y se fue hacia el toro. Lo que vino después sigue grabado a fuego en mi mente como si hubiera sido ayer. El toro por el pitón derecho no era bueno. Por el izquierdo, ensangrentado con la sangre de Montoliú, el de Atanasio se dejó un poco más. Recuerdo los seis o siete naturales que le enjaretó José María, los cuales siguen presentes en mí como una de las manifestaciones artísticas más grandes y hermosas que jamás he vivido. Un olé atronador acompañó cada natural. Fueron largos, infinitos, con el torero roto de arte y de emoción. Casi con lágrimas en los ojos. El vestido azul cielo y oro que llevaba el maestro Manzanares aquella tarde todavía hizo que la estampa de aquellos naturales fueran más bellos si cabe. Aquel pitón izquierdo asesino del toro ahora era humillado por la magistral muñeca izquierda de José Mari. Tras semejante explosión de arte, se fue a por la espada y acabó con "Cabatisto". Mató mal. Manzanares recogió una fuerte ovación desde el tercio. Pocas veces he sentido y vivido tanta emoción en una plaza de toros. Se sabía que lo de Montoliú era de muerte, pues nada más caer en la arena, el banderillero mostró signos inequívocos de falta de vida. La gente había quedado sobrecogida, fría, tiesa. Aquellos naturales de Manzanares hicieron el resto. Pusieron el corazón en un puño a todo el gentío, si es que no lo tenían ya. Al terminar la lidia del segundo toro, que sin pena ni gloria había lidiado "El Niño de la Capea", se anunció por megafonía la fatal noticia. A dicho anuncio le siguió el toque típico de clarines de La Maestranza en señal de luto. Manolo Montoliú, ex matador de toros y excelente banderillero de la escuela de Paco Honrubia había fallecido. La corrida por tanto, quedó suspendida al acabar el segundo toro. Recuerdo que pusieron otro programa en la televisión. La apagué y me fui a las pistas del colegio a jugar un rato al fútbol. Estaba consternado y emocionado. Por lo de Montoliú y por los naturales de Manzanares, rotos de arte a aquel toro asesino. No podía pensar en otra cosa. Llegué a la pista del colegio y me encontré con un amigo que botaba su balón de baloncesto intentando encestar. Quería contarle lo que había vivido un rato antes viendo la televisión. Recuerdo que le dije: "Un toro ha matado a un banderillero llamado Montoliú". Aquel chaval me mostró la indiferencia típica de quien no se siente atraído por el mundo de los toros. ¡Como para explicarle lo que después había hecho Manzanares con la mano izquierda!. Al comprobar su reacción cambié de tema y me puse a jugar con él mientras pensaba que aunque a mi amigo le diera igual, yo había vivido una tarde de tragedia y arte que nunca olvidaría en mi vida.

1 comentario:

  1. Gracias por el relato de sus recuerdos de ese día sevillano tan fatídico como caluroso de mayo, hace 20 años ya. He visto varias veces la grabación en vídeo de esta mortal cogida del elegante banderillero que fuera Montoliú --fino hasta en su 1er y último par de esa tarde a Cabatisto, su verdugo. Para mí, Manzanares se lució en el quite por chicuelinas de ese 1er toro pero al querer lidiar con la franela, sólo pudo trazar UN solo natural de calidad; el morlaco, aunque de aceptable hechuras, estaba apagado casi por completo, se quedaba a media embestida (curioso que se levantara al ser apuntillado). Sí, J.M. Manzanares estuvo muy voluntarioso pero el burel no estuvo a su altura. // No recuerdo haber oído el anuncio de la triste muerte de Montoliú por el sistema de parlantes de la plaza. Al contrario, Fdo. Fdez. Román, que narró en vivo aquella tragedia, varias veces aludió a la necesidad de dar dicho anuncio público. Montoliú llegó sin vida a la enfermería. Si bien fueron momentos de mucha ansiedad y pena generalizada, me parece que hubo falta de iniciativa y organización: pasó DEMASIADO tiempo para concretar la noticia y dar las tristes notas de clarín. No me lo explico. // No obstante, el dolor sincero de una plaza entera lo compensó todo... había fallecido un excelente diestro y una mejor persona aun. Siempre me gustó la torería de Montoliú. Saludos. Atte., Torotino.

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