viernes, 1 de junio de 2018

Que nunca nos falte Madrid

Como cada año y cuando la Feria de San Isidro lleva ya consumido más de la mitad  de su abono, salen las voces disonantes con el según ellos infinito metraje de la misma. Todos los años la misma cantinela: Que si la Feria es demasiado larga, que si treinta y cuatro días de toros no hay quien los aguante, que si no puedo ir a todas las corridas porque el curro me lo impide, que si esto es soporífero, que si tal, que si cual...Pero nadie o muy pocos entienden el beneficio de un ciclo tan largo. Y si casi nadie lo entiende, mucho menos lo alaban.
 
En primer lugar está el punto de vista del empresario. Él es el que pone o debe de poner toda la carne en el asador a la hora de organizar una feria. Y si ésta funciona en todos los sentidos -como parece que es el caso de Madrid-,  a pesar de sus innumerables festejos, no veo qué de negativo tiene el asunto en cuestión.
Otro factor importante a favor de una feria tan larga como es la de San Isidro estriba en lo referente a los toreros. Y es que ningún otro serial es capaz de poder mantener a toreros de mitad del escalafón y a su vez lanzar al estrellato a aquellos que están muy por debajo de los puestos de cabeza. Madrid es la gran oportunidad para la mayoría de toreros que existen y que van a actuar allí aunque sólo sea una tarde. Recortar esta feria sería cercenar los sueños de muchísimos toreros que sueñan con pegar un aldabonazo en la principal feria del mundo, la cual les puede permitir llegar a ser lo que siempre han querido y anhelado. Sin una feria como la de San Isidro, sería imposible rescatar y/o sacar nuevos toreros o poner en alza ésta o aquella ganadería.
Muchas veces me he preguntado dónde, si no es en Madrid, iban a poder torear aquellos toreros que no ven un pitón ni queriendo. ¿Existe algún escaparate mejor que Madrid para esos toreros de mitad del escalafón para abajo? Evidentemente no. Porque no nos engañemos: los pueblos no dan ni dinero ni categoría a un torero. Ni siquiera muchas capitales de provincia, por no decir casi ninguna. Y encima en esas plazas de segunda y tercera categoría se pierde más que se gana. En todos los sentidos.
En el mundo del toro siempre se ha dicho que Sevilla da categoría y Madrid dinero. Siempre ha sido así, aunque bien es cierto que últimamente el triunfo en ambas plazas debe de ser mucho más fuerte y rotundo para que esa máxima se siga cumpliendo. Y es que una oreja en Madrid o dos en Sevilla ya no te garantiza torear treinta tardes esa temporada y cincuenta la siguiente. El panorama ha cambiado, sí. Es más complicado, sí. Pero lo que se hace al menos en Madrid sigue sirviendo. Menos que antes, pero sigue sirviendo.
Hace muchos años hubo otra plaza que también ponia a funcionar a muchos toreros. De echo los puso. Estoy hablando de Barcelona, que junto con Madrid, e incluso más que ésta última, catapultó a infinidad de novilleros y matadores de toros. Ahí está la historia para comprobarlo. Incluso hubo momentos en que Barcelona fue más importante taurinamente hablando que Madrid. Hoy por desgracia Barcelona no está y es Madrid quien soporta todo el peso de la gloria y los sueños de los toreros.
Que nunca nos falte Madrid, aunque sea una feria interminable.

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