miércoles, 16 de mayo de 2018

El ejemplo de Fortes

Recuerdo aquel artículo como si lo hubiese escrito ayer. Fui duro. Muy duro. Quizás es exceso. Yo no era quien para ello. Yo no era ni soy quien para decirle a nadie lo que tiene o debe hacer. En aquel artículo lo hice. Fui osado. Valiente. Y me corrigieron de la mejor manera posible. Con educación. Dándome argumentos sosegados y convincentes. Muy convincentes. Aun así yo continué con mis dudas. Dudas que a día de hoy se han disipado en su totalidad.

Recuerdo que en aquel artículo le pedía a Fortes que dejara el toreo. Por él. Por su familia. Por sus amigos y por la gente que le quiere. Dos cornadas gravísimas en el cuello en 2015 en tan sólo cuatro meses habían sido la gota que había colmado mi paciencia. Sí: mi paciencia. No la de los suyos. Qué osado por mi parte. Días después de la cornada de Vitigudino escribí aquel artículo demoledor. No entendía lo que estaba sucediendo. Veía en Fortes a un torero de enorme valor pero de una torpeza infinita. Veía a Fortes siempre cogido por su evidente lentitud de movimientos. Me daban miedo las piernas perezosas del torero delante del toro. Y no era normal que un torero tan joven llevara ya tantas cornadas en su cuerpo. Aquello había que pararlo. Qué osado y qué valiente por mi parte.
Recuerdo que días después de aquel artículo tan valiente por mi parte recibí una llamada. Una llamada que me puso en mi sitio. Aquella llamada fue como el buen toreo: suave, sin violencia, sin estridencias. Templada. Muy templada. Una voz femenina al otro lado del hijo telefónico me explicó cómo eran las cosas en el mundo de Fortes. Cuáles eran sus valores. Cuál era su lucha diaria. Los porqués de esa supuesta torpeza que yo veía en el buen torero malagueño. Aquella voz unida en sangre al torero me dijo aquel día que no tenía ninguna duda de que Saúl lo iba a conseguir y que ni siquiera ellos que eran los que más sufrían cada tarde por él le podían decir que abandonara su sueño, cuánto ni menos un perfecto desconocido como yo. Con aquella mano dura pero templada y suave me hicieron humillar y meter la cabeza por donde no quería. Como esos toros mansos con genio pero con fondo noble en manos de un buen torero.
Hoy Fortes no es figura del toreo. Todavía no lo ha conseguido, y yo sinceramente tengo mis dudas de que algún día lo pueda llegar a conseguir. Y es que en este mundo del toro, la suerte y otros factores volátiles cuentan más de lo que nos imaginamos. Aun así y visto lo que ha llegado a superar todos estos años, lo que ha llegado a conseguir, el momento en el que ahora está, yo me pregunto: ¿Y qué más da? ¿Hace falta que un torero así se ponga en figura para ser reconocido por el buen aficionado? Para mí al menos no. Fortes es figura en muchos sentidos, aunque todavía no lo sea en el toreo, cosa que quizás sea lo menos importante para él en este momento. Ahora cada tarde que actúa es una lección para todo el mundo. Y no sólo de toreo, que también.
El ejemplo de Fortes está ahí. Su humildad y su lucha están ahí. Su espíritu de superación está ahí. Lo demás llegará o no llegará. El dinero, las fincas. Llegarán o no llegarán. Será el tiempo el que lo diga. Este es su momento. Su mejor momento. La culminación de una lucha sin cuartel durante todos estos años. Tiene el reconocimiento del aficionado. Tiene el reconocimiento del profesional. Tiene todo lo que un buen torero tiene que tener. Y todo porque sí. ¿Qué más da lo demás?

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