miércoles, 26 de junio de 2019

Cielo e infierno

Pasó la Feria de San Isidro 2019 y para mi ha sido de las mejores de los últimos años. Posiblemente la mejor de los últimos diez años. Por muchas cosas. Por muchas esperanzas cumplidas. Por todos y cada uno de los alicientes que se pusieron sobre la mesa cuando hace meses comenzó el run run típico de lo que podría ser Madrid. Por el bombo "light" pero bombo a fin de cuentas. Porque alguna figura se dio cuenta de su error y acabó viniendo para, gustos aparte, darle categoría a la feria más importante del mundo. Y eso que por distintos motivos faltaron tres o cuatro figuras importantes y dos o tres toreros modestos, los cuales han derramado sangre y honradez a raudales en esta bendita plaza y a los que ni siquiera se les ha llamado.

No voy a negar que ha habido triunfos complacientes y alguna que otra oreja regalada a algún que otro torero consentido de la afición madrileña. Afición que por otro lado ha sacado el látigo injustamente con otros toreros no tan de su agrado. Pero también ha habido triunfos fuertes, toreros jóvenes que se han revelado como aspirantes a mandar en esto, ganaderías de postín que han defraudado y otras tapadas que, valga la redundancia, han tapado bocas. Y ha habido cornadas. Demasiadas cornadas. Algunas graves. Otras muy graves. Y alguna de ellas incluso terrorífica como la que recibió Román Collado del diabólico Santanero I de Baltasar Ibán el domingo 9 de junio. Y es que esta Feria de San Isidro ha habido mucho hule. Demasiado hule. Pero el Toreo es así y las cornadas -e incluso la propia muerte-, forman parte de este espectáculo, y ningún sitio mejor que Madrid para mostrar la crudeza de la Fiesta, con todo el poder mediático que atesora la capital de España y su plaza.
Me gusta poner las cosas, los pensamientos, mis acciones, en una balanza. Y mi balanza de este San Isidro se ha inclinado hacia el lado positivo. Y ello a pesar de la crispación insoportable que ha habido en y entre distintos tendidos alguna que otra tarde, sobre todo en aquellas en las que había alguna figura del toreo de por medio o alguna de esas ganaderias a las que algunos aficionados, con razón o sin ella, no les pasan ni una. El toreo es polémica. Sí. Siempre lo ha sido, no me quejo de ello. Y más en Madrid. Y esa polémica es hasta necesaria en ciertos momentos para espolear todo lo que se mueve en este mundo del toro. Pero este año se nos ha ido la mano. Y es que creo firmemente que algunas tardes hemos dado una mala imágen de cara al exterior. De cara a aquellos que no nos tienen, por decirlo de forma sutil, demasiado cariño. Quizá esto sea lo más negativo que ha ocurrido durante la feria ya que las formas y el respeto tanto por el que paga una entrada como por el que se juega la vida delante de un toro deben de ser sagrados. Seamos críticos, sí. Pero críticos constructivos y respetuosos. Sigamos defendiendo a capa y espada ese dicho tan auténtico y castizo que dice "de Madrid al cielo". No consintamos nunca que cualquier día venga un indocumentado y nos diga que nanai, que de "Madrid al infierno".

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