No
voy a negar que ha habido triunfos complacientes y alguna que otra oreja
regalada a algún que otro torero consentido de la afición madrileña. Afición
que por otro lado ha sacado el látigo injustamente con otros toreros no tan de
su agrado. Pero también ha habido triunfos fuertes, toreros jóvenes que se han
revelado como aspirantes a mandar en esto, ganaderías de postín que han
defraudado y otras tapadas que, valga la redundancia, han tapado bocas. Y ha
habido cornadas. Demasiadas cornadas. Algunas graves. Otras muy graves. Y
alguna de ellas incluso terrorífica como la que recibió Román Collado del
diabólico Santanero I de Baltasar Ibán el domingo 9 de junio. Y es que esta
Feria de San Isidro ha habido mucho hule. Demasiado hule. Pero el Toreo es así
y las cornadas -e incluso la propia muerte-, forman parte de este espectáculo,
y ningún sitio mejor que Madrid para mostrar la crudeza de la Fiesta, con todo
el poder mediático que atesora la capital de España y su plaza.
Me gusta poner las cosas, los pensamientos, mis
acciones, en una balanza. Y mi balanza de este San Isidro se ha inclinado hacia
el lado positivo. Y ello a pesar de la crispación insoportable que ha habido en
y entre distintos tendidos alguna que otra tarde, sobre todo en aquellas en las
que había alguna figura del toreo de por medio o alguna de esas ganaderias a
las que algunos aficionados, con razón o sin ella, no les pasan ni una. El
toreo es polémica. Sí. Siempre lo ha sido, no me quejo de ello. Y más en
Madrid. Y esa polémica es hasta necesaria en ciertos momentos para espolear
todo lo que se mueve en este mundo del toro. Pero este año se nos ha ido la
mano. Y es que creo firmemente que algunas tardes hemos dado una mala imágen de
cara al exterior. De cara a aquellos que no nos tienen, por decirlo de forma
sutil, demasiado cariño. Quizá esto sea lo más negativo que ha ocurrido durante
la feria ya que las formas y el respeto tanto por el que paga una entrada como
por el que se juega la vida delante de un toro deben de ser sagrados. Seamos
críticos, sí. Pero críticos constructivos y respetuosos. Sigamos defendiendo a
capa y espada ese dicho tan auténtico y castizo que dice "de Madrid al
cielo". No consintamos nunca que cualquier día venga un indocumentado y
nos diga que nanai, que de "Madrid al infierno".
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