martes, 18 de junio de 2019

Bienvenidos

Creo que ya he hablado recientemente de esto alguna vez. No obstante, por ello no voy a dejar de repetirlo las veces que hagan falta. Estamos de enhorabuena. Los aficionados y el público general estamos de enhorabuena. Y es que poco a poco se está viendo nacer y crecer una generación de toreros jóvenes que no tienen desperdicio. 

Una generación que está preparada para tomar el relevo de las ya muy veteranas figuras del toreo. Un grupo de toreros jóvenes que están llamados a mandar en esto en los próximos años y a mantener la Fiesta en su máximo interés y esplendor.
Llevamos ya un par de temporadas donde el relevo se está haciendo más que evidente, pero sin duda está siendo esta temporada la que está poniendo a todo el mundo de acuerdo, incluso a aquellos que en un principio eran reticentes al cambio. Y lo está siendo por la irrupción de un torero sin igual que llevábamos años esperando: Pablo Aguado. Y es que el torero sevillano ha removido los cimientos del toreo actual. Un torero que ha traído un soplo de aire fresco que necesitábamos como el respirar. Lejos de ese toreo mecánico y monótono de poses forzadas y retorcidas que venían ejecutando muchos toreros veteranos y nobeles, el clasicismo y la naturalidad de Aguado ha sorprendido a propios y extraños y ha evidenciado que otra vida es posible. Como también lo es gracias a otro torero también sevillano y de corte parecido como es Juan Ortega. Pero la nueva hornada de toreros ilusionantes no acaban en el arte, la naturalidad y el clasicismo de estos dos excelentes toreros.
En el otro extremo encontramos otro grupo de toreros que también se están alejando de la monotonía reinante y están llevando gente a las plazas. Toreros cuya principal virtud es el valor. Ahí está el caso de Roca Rey que, gustos aparte, no se le puede negar su estatus de máxima figura del toreo gracias a sus contínuos triunfos en plazas de máxima categoría. Pero el peruano no es el único. Hay más toreros que siguen esa línea aunque sin los contundentes y contínuos triunfos del torero sudamericano.
Bienvenida la competencia entre los distintos tipos de toreo. Entre los distintos toreros. Ganamos todos. Bienvenidos los tantos y tan distintos toreros jóvenes de los que estamos disfrutando ahora mismo. Algunos de ellos incluso triunfando fuerte estos días en Sevilla o Madrid como el mismo Pablo Aguado, Roca Rey o David de Miranda, por poner algunos ejemplos. Pero ahí están los Juan Ortega, David Galván, Román, Ginés Marín, Álvaro Lorenzo, José Garrido, Varea, Juan Leal o Tomás Campos. Toreros distintos a lo que ya conocemos y requeteconocemos. Ahí están otros diestros no tan noveles pero también de gran interés como Diego Urdiales, Paco Ureña, Emilio de Justo, Fortes, Javier Cortés, Octavio Chacón, Manuel Escribano o Rubén Pinar. Ahí están dos o tres novilleros que vienen arreando muy fuerte. El toreo necesita hoy más que nunca de grandes toreros de distinto corte porque llevamos mucho tiempo estancados en la monotonía del toreo preconcebido y mecánico. Necesitamos la clase y el valor, el clasicismo y la frescura. Necesitamos al artista y al torpe. Y los necesitamos porque en las épocas más gloriosas del toreo siempre han cohabitado los distintos estilos, unas veces con más competencia y otras con menos. En lo que no podemos caer, repito, es en el aburrimiento. En el siempre lo mismo. En que todas las tardes sean iguales, como esa película que hemos visto varias veces y ya no nos emociona. Estamos de enhorabuena. Hoy tenemos una baraja de toreros tan diversa y tan amplia que el futuro ilusiona y se ve con buenos ojos. Porque el futuro es vuestro. Aquí cabéis todos. Bienvenidos.

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