viernes, 19 de abril de 2019

No es lo que era

En este mundo del toro hay una verdad que por mucho que se repita no deja de ser una verdad cruda e irrefutable. Una frase hecha, sí. Una frase cansina, también. Un tópico que por muy tópico que sea puede que sea el tópico más cierto que existe ahora mismo en la Fiesta de los toros. Y es que esto ya no es lo que era en cuanto a valores taurinos internos y sobre todo en cuanto a repercusión de las buenas actuaciones, y, lo que es más grave, en cuanto al eco puntual que puedan tener los triunfos conseguidos en el ruedo por toros y toreros.

Nos quejamos continuamente día sí día también de que la sociedad le da la espalda a los inmensos valores de la Tauromaquia. Ya saben: todo eso del sacrificio, la capacidad de superación, la disciplina, el respeto por el toro, el crecerse ante la adversidad, etc. Cosas que están muy bien y que los aficionados tenemos muy presente en cada momento y que además nos ayuda en nuestro quehacer diario como simples personas de a pie que sufren y padecen lo incierto de la vida y de sus a veces caprichosos avatares. Valores que por contra desconocen aquellos que nunca se han acercado a este mundo y mucho menos aquellos que quieren acabar con él de un plumazo. Pero yo aquí no voy a hablar de esos valores esenciales que la Tauromaquia proyecta a la sociedad como pura filosofía de vida. Yo quiero ir más alla y pretendo reflexionar sobre los valores internos que siempre han existido en la Fiesta y que hoy en día por desgracia se han perdido.
Me resisto a creer en el tan consabido "sistema" del que tantos y tantos aficionados hablan y que supuestamente es aquel en el que unos pocos mueven los hilos de la Fiesta otorgando privilegios a algunos y obstaculizando el paso a otros sin ningún tipo de filtro o distinción de méritos contraídos en el ruedo. Y me resisto a creer en ello porque cuando un torero o un ganadero le pegan una patada a la puerta y la arrancan de cuajo automáticamente están en todas las ferias. Ahí está por ejemplo el caso de Roca Rey, que se me viene a la cabeza por ser el último y el más claro. No obstante, no voy a eso. No voy a las patadas a la puerta o los puñetazos en la mesa. Voy a los toques de atención. A las señales. A las buenas actuaciones sin ser rotundas del todo.
Recuerdo que no hace mucho tiempo una oreja en una plaza importante valía mucho. Muchísimo, diría yo. Recuerdo casos de toreros que dieron la vuelta a España durante un par de temporadas gracias al único mérito de haber dado una vuelta al ruedo en Madrid. Recuerdo inclusiones de toreros en buenos carteles y en buenas ferias gracias a dos ovaciones en una tarde en una plaza importante. Recuerdo que cuando era pequeño y no había tantas redes sociales funcionaba y mucho el "boca a boca". Y a veces sólo eso era suficiente para poner a este u otro torero en tal cartel de tal feria. Y es que muchos salían ya disparados hacia la cumbre del toreo gracias precisamente a ese "boca a boca".
Ahora por desgracia eso ya no existe. Es cierto que se dan la mitad de novilladas y corridas de toros de las que se daban hace diez años. Es verdad que la crisis economía ha hecho mucho daño. No es menos cierto que hoy en día los aficionados a los toros sufrimos una persecución social sin precedentes en la historia de este país. Evidentemente todo eso ha influido y sigue influyendo para mal propiciando un resultado final nefasto para los intereses de la Tauromaquia. Pero tenemos que seguir luchando por los valores internos de la Fiesta. Por lo que siempre ha valido y ahora parece que no vale. Por lo mágico de este espectáculo que tanto amamos. Poco nos debe importar que los que odian la Tauromaquia nos tachen de ciudadanos de segunda moralmente inferiores al resto de personas si sabemos y somos conscientes de lo que tenemos entre manos. De la grandeza interior de este mundo. De los sólidos cimientos sobre los que está construido todo este tinglado. Unos cimientos que por otra parte hoy en día están más agrietados que nunca y que amenazan con derrumbarlo todo en un futuro no muy lejano.

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