Huyo
de los términos medios. Me gustan los extremos. Los términos medios me aburren.
No me dicen nada. Son más de lo mismo. Y si rebuscamos y nos fijamos bien, hay
extremos. Cuesta encontrarlos, pero los hay. El problema es que el aficionado
está ciego. No ve. No siente. No se fija en los detalles. En los matices de una
tarde de toros por muy aburrida que esta sea. Qué le vamos a hacer.
Hoy
mismo tenemos entre nosotros unos cuantos matadores de toros y novilleros que
no son más de lo mismo. Que son especiales. Que no son más de lo mismo. Que
tienen algo distinto a los demás. A los del molde. Que tienen una sensibilidad
y un gusto y elegancia natural y especial. Que son puros artistas, en una
palabra. Y en el otro extremo, también los hay que sólo tienen valor y muy poca
técnica. Que están más verdes que una lechuga pero que por ello mismo emocionan
con todo lo que hacen en el ruedo. Y la mayoría de ellos, tanto de un extremo
como de otro están en casa sin ver un pitón. Viéndolas venir. Y todo el que
manda un poco en esto los conoce. Qué curioso.
Esos
toreros no se pueden perder nunca. Ni los de un extremo ni los del otro. No
podemos permitir que se pierdan. La Fiesta se ha alimentado de esos extremos
durante toda su historia hasta que aparecieron las Escuelas Taurinas. No soy
enemigo de las Escuelas. Que conste. Creo que son necesarias para que los
chavales aprendan la técnica básica de torear. Para que se rueden en el campo
sin que arruinen a sus padres. Pero ya está. Lo demás sobra. Y si un chaval
lleva un Rafael de Paula dentro hay que dejarle que lo saque. Como si lo que
tiene en la cabeza es un Manuel Benítez "El Cordobés". O si no lleva
ni a uno ni a otro. La cuestión es dejarles que saquen lo que lleven dentro. Lo
que sea que lleven dentro. Pero imponer un concepto, a otros, a esos que no
tienen personalidad y que a buen seguro no van a llegar a nada. Y me apuesto un
café.
Estoy
cansado de ver chavales hechos con el mismo patrón. Estoy cansado de ver
chavales que torean igual. Que si los ves de espaldas parecen todos el mismo.
Tenemos que proteger la diversidad. Darle cabida a los muchos y muy buenos que
son distintos. Que no tienen nada que ver con los demás. A los artistas. A los
exquisitos. A los tremendistas. A esos que cada tarde salen con cinco o seis
volteretas en lo alto. La fiesta es ante todo emoción, y la emoción siempre
viene dada por los extremos. Y no sólo en el Toreo: en cualquier aspecto de la
vida.
Un día un amigo no aficionado me dijo que no iba a los
toros porque eran muy aburridos. Que las dos veces que había ido en su vida se
había dormido literalmente en el tendido. Me dijo que allí no había pasado nada
que le hubiera hecho dar un salto del asiento. Y lo queramos o no, ese es el
sentir de mucha gente. Y es que hasta los que morimos por esto nos pasa lo
mismo demasiadas veces. Es por ello que hay que dar coba a los extremos. Al
superclase y al torpe. Tenemos que protegerlos. Cuidarlos y sobre todo ponerlos
a torear. Sólo así nadie nos podrá decir nunca que esto es aburrido, aunque la
mayoría de las veces tengan razón. Y es que el principal enemigo de la Fiesta
es precisamente ese: el aburrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario