Siempre
ha sido así. Cuando un pueblo o una ciudad ha tenido un torero importante se ha
notado y mucho. Y si ese torero ha llegado a ser figura del toreo ni que decir
tiene que se ha percibido mucho más. Su importancia siempre se ha notado en
muchos aspectos, fundamentalmente en la afición de ese lugar por los toros y
por su torero en particular. El ambiente de las ferias de esos pueblos o
ciudades en cuestión ha sido mucho mayor que el de otros lugares que no han
tenido toreros en buen momento salvo contadas excepciones en las que ya hay una
afición sólida mantenida desde hace muchos años, curiosamente desde que antaño
algún paisano se encumbrara a la cima del toreo.
Ciudades
como Salamanca o Valladolid, Huelva, Málaga o Córdoba, por citar sólo algunas,
son ejemplo de ello. Ciudades que en un momento dado tuvieron figuras del toreo
locales importantes y que ahora se encuentran huérfanas de ellos. Ciudades que
no han sabido mantener la afición que en su día tuvieron cuando aquellos
paisanos se encontraban en la cima del toreo. Y es que una figura del toreo
local siempre ha movido a la afición. Y no sólo la ha movido a llenar su plaza,
sino lo que es más importante, a moverse por todo el orbe taurino siguiendo a
su torero.
Por
desgracia hoy en día quedan pocas plazas cuyas ferias se llenen merced a algún
ídolo local y pocos aficionados viajeros que tras uno u otro torero se dejen
sus dineros en tan apasionada idolatría. Y es que aparte de ello, y ya en otro
contexto, hoy en día hay muy pocos toreros que llenen hasta la bandera una
plaza de toros.
Es importante que un lugar tenga un torero importante,
una figura del toreo. Un matador que esté en todo lo alto y en todas las
ferias. Se llama reactivación. Despertar del letargo. Ilusión. Es importante
que funcionen las Escuelas Taurinas de las ciudades. Que se les de
oportunidades a los novilleros. Que no se lo pongan excesivamente difícil. De
los jóvenes, de la cantera, depende que las plazas se sigan llenando el día de
mañana. De ellos depende que haya nuevos aficionados. De ellos depende el
orgullo de uno por su torero. De ellos y de su suerte, como de la de los que
siguen día a día en la lucha.
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