miércoles, 25 de mayo de 2016

Querer ser...

Desde hace algún tiempo vengo observando algo raro en Diego Urdiales. Lo percibí por primera vez la pasada temporada cuando mató en San Isidro la corrida de Victoriano del Río. Volví a observarlo en su comparecencia en la plaza de toros de Albacete allá por septiembre del año pasado. Y lo que definitivamente ha hecho volar mi imaginación ha sido las malas actuaciones que ha tenido últimamente y, en particular, sus comparecencias recientes en esta feria de San Isidro de Madrid. Y es que el público se ha enfadado mucho con él...

Vaya por delante que soy un admirador de Diego Urdiales. De su trayectoria y su toreo eminentemente delicado y artista. Faenas como las recientes de Bilbao, Logroño o Méjico están al alcance de muy pocos elegidos. Cierto es también que siempre le he visto como un torero un tanto irregular, de ahí que haya tardado tanto tiempo en ponerse ahí arriba. Hasta alguna vez he dudado sobre su valor, ya que ha habido tardes que parecía que este brillaba por su ausencia. Aun así le he seguido siempre porque siempre -valga la redundancia-, me ha parecido un torero exquisito. El tren le pasó en las temporadas de 2012 y 2013 con Santiago López y no se supo o no se pudo subir. Cosas que pasan en esto del toreo.
El caso es que como digo, después de su última actuación en Guadalajara (Méjico), empecé a pensar mal. Urdiales está catalogado como un torero artista. Salvando las distancias, se encuentra en la cuerda de los Curro Romero -por el que siente auténtica veneración-, Rafael de Paula o Morante de la Puebla. Matadores que han sido o son famosos por su arte sublime delante del toro pero también por sus espantás. Gracias a esa bipolaridad en sus respectivas tauromaquias, han sido toreros que han llamado mucho la atención. ¿Por qué? Pues muy sencillo: la gente normal se identifica más con el débil que con el que siempre tiene éxito. Es más, a este se le envidia y no se le reconoce lo que hace. Esos toreros que te tienen en vilo porque no sabes si van a reventar el toreo o van a salir a almohadillazos son los que llenan las plazas. Y es que al común de los mortales le va la marcha. El morbo es la droga preferida del español de a pié.
Urdiales ha tomado nota de esa estrategia porque cree que dando una de cal y otra de arena puede torear más. Está convencido de que puede generar en el espectador esa incertidumbre típica que se tiene hacia el torero artista. Y está convencido también de que cuando lo consiga, pasará a formar parte de ese reducido grupo de mitos vivientes. Un grupo que siempre se ha cotizado al alza y al que no le han faltado contratos económicamente muy sustanciosos. Si a eso añadimos que le apodera la FIT, misma empresa que apodera a Morante, las piezas encajan perfectamente.
Sé que puede resultar extraño lo que acabo de decir. Inverosimil para muchos. Pero es que yo he visto a Diego Urdiales estar muy bien con toros muy complicados y peligrosos. Le he visto muchas veces con más valor del que aparenta ahora. Le he visto estar hecho un tío con corridones muy duros de ganaderías catalogadas de “toristas”. Por ello no me cuadra mucho que desde la temporada pasada le haya visto en más de una ocasión más medroso que nunca. Quizás es su instinto de conservación que con el paso de los años ha crecido. Quizás quiera parecerse a todos esos toreros idolatrados por la masa que he citado anteriormente. No lo sé. El caso es que desde que se han comenzado a cantar las faenas de Urdiales como la quintaesencia del toreo -que algunas de esas faenas lo han sido sin ninguna duda-, su actitud en ciertas tardes donde no ha salido el toro a modo ha cambiado para mal. Hace poco declaraba que esta temporada de 2016, gracias a su nuevo apoderamiento, iba a matar más ganaderías de garantías, de esas que le iban a permitir hacer el toreo que él realmente siente. Mal Diego. Tu siempre has sido un torero que has matado de todo, muchas más duras que cómodas. Imagino que este año le empacharán a matar zalduendos. Pero ojo, eso es un arma de doble filo: si estás mal con una de Adolfo te lo pueden perdonar. Si estás mal con una de Zalduendo no. Todavía no has creado el mito para que el público te lo perdone todo y esté deseando volver a verte. Todavía no eres un “elegido”. Y es que eso es un privilegio que muy pocos han logrado..
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