miércoles, 11 de mayo de 2016

De castaño a oscuro...

Creo que el tema José Tomás está pasando de castaño a oscuro. Pero a muy a oscuro. Y lo digo yo, un tomasista confeso desde que le viera de novillero por primera vez allá por el año 1993. Ya ha llovido desde aquello...

Lo de hace unos días en Jerez creo que ha sido la gota que ha colmado mi paciencia. Y no tanto por él sino por toda esa corte de aduladores poco o nada entendidos de toros que tiene. Él tiene la culpa de anunciarse donde se anuncia y con las ganaderías que se anuncia. De rehuir de un largo tiempo a esta parte de las plazas, compañeros y ganaderías de compromiso. Sus fans tienen la culpa de lo demás. Sí, sus fans. Y el torero se deja querer...

No hay nada que me haga más gracia que ver a esos aficionados que sólo ven toros cuando torea el diestro de Galapagar. De los demás espectáculos huyen como de la peste con la excusa de que todo aquello en donde no esté José Tomás no sirve para nada. Y lo peor de todo es que pretendan darnos lecciones de toros a los que nos tragamos al año mil corridas y vemos a todo tipo de toreros y ganaderías. Yo al menos por ese pitón no tengo ni uno.

Repito: soy tomasista. Siempre lo he sido. Le he visto en directo en la plaza en nueve ocasiones y en todas me ha emocionado. En unas más que en otras, claro está, pero en todas y en cada una de las veces que le he visto-también en la televisión cuando se dejaba televisar-, siempre ha habido algo que me ha emocionado. Por supuesto que me hubiera gustado estar en Jerez pero lamentablemente no estuve. He leído y visto todo lo que se ha dicho y emitido sobre esa tarde y, sinceramente, creo que hay que mantener un poco más la cordura, por muy fanático que se sea José Tomás.

Cierto es que José Tomás toreó a su primer toro como los ángeles. Con una naturalidad y valor fuera de lo común. Probablemente dejara los naturales más bonitos y lentos que se vayan a dar en toda la temporada. Pero cuidado: démosle lo que se merece y no le quitemos a los demás lo que también se están ganando en el ruedo tarde tras tarde. ¿O acaso ese Talavante no lleva un tiempo pa'comérselo? Y cito a Talavante por hablar de uno. Pero hay unos cuantos más que están al nivel que estuvo el torero de Galapagar en Jerez.

A los toreros, lejos del fanatismo que pueda haber, hay que valorarlos según el contexto. Según la plaza donde estén. Según el toro que tengan delante. Según los compañeros con los que actúen. Y seamos sinceros: José Tomás estaba en Jerez, con una ganadería que a priori no suele ofrecer complicaciones -y que además echó una corrida chica-, y con Padilla y Manzanares en el cartel. Queda todo dicho. No hace falta que siga explicando nada más. Confío en que habrás captado por dónde voy.

Repito: soy tomasista. Pero no soy ultratomasista. Soy del José Tomás de las tardes épicas en Madrid, de sus triunfos en Sevilla y Pamplona, de aquel que daba la cara cada tarde con variedad de compañeros y ganaderías. De aquel de finales de los noventa. No tanto de este que impuso tres ganaderías como las únicas a las que enfrentarse -y que lamentablemente ha servido de ejemplo para varias de las figuras del toreo actuales-, ni mucho menos de ese que ha hecho de su persona un producto de márketing con una legión de ultras que para más inri no tienen ni puta idea de toros. Ante ese “negocio” me quito el palo y huyo como alma que lleva el diablo. Ese no es el José Tomás que a mí me gusta por muy bien que toreé.

Cordura por favor. Demos el valor justo a las cosas. Está claro que cada vez que José Tomás torea revoluciona todo. Sale en las noticias, nos da publicidad, genera grandes ganancias en la ciudad en la que actúa. Pero también es cierto que eso mismo podría hacerlo muchas más tardes al año y en otras condiciones artísticas. Hay quien dice que no quiere. Cierto. Y yo añadiría que no puede. Su cuerpo está demasiado castigado como para competir cincuenta tardes con los toreros de la primera fila y los emergentes. No es una justificación. Tampoco una crítica. O uno está o no está. En la Fiesta de hoy en día no valen las medias tintas.

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