miércoles, 8 de junio de 2016

Me matas, Madrid...

No voy a hacer un balance de la recién terminada Feria de San Isidro. No quiero. No me apetece. Cada uno seguro que tiene ya su propia opinión sobre lo acontecido. Y como mi intención no es cambiártela, ahí te dejo con la tuya. Además, si aún no la tienes y eres de los que se basan en la de los demás, puedes echar mano a muchas opiniones que se han escrito estos días en los diferentes medios de comunicación. Quién sabe, a lo mejor así hasta quedas mejor delante de tus colegas...
Quiero hablar de lo difícil que es Madrid. De lo difícil que es esto. Y lo digo con los naturales de Manzanares ardiendo aún en mi mente. O con los de Paco Ureña. Y es que cada año que pasa veo todo lo que envuelve a Madrid con más cara de gilipollas.
Veo el toro. Ese mastodonte que si no es tal se le pita por sistema. Kilos, kilos y más kilos. Me cago en los kilos. ¿Desde cuándo los kilos han significado trapío? Pero ese es un tema del que sería muy difícil llegar a un acuerdo. A lo que voy. Burro grande, ande o no ande. Y nadie se da cuenta que un toro con 500 kilos se va a mover más y mejor que uno con 600. Pues nada. Erre que erre. Y eso no es lo peor. Lo peor es que en el tema del peso existe desde hace mucho tiempo en la plaza de Las Ventas un claro agravio comparativo entre ganaderías. Es una evidencia. Si lo que sale por toriles procede de Domecq o es una ganadería predilecta de las figuras del toreo, leña al mono. Si lo que salen son raspas de algún encaste minoritario a callar, no sea que no vuelvan más y contribuyamos a su extinción. A ver cuándo nos damos cuenta de que el peso excesivo va en contra de la Fiesta y que el toro, antes que nada, debe estar en tipo de su encaste y con sus hechuras perfectas. Todo lo que no sea eso, ruina.
Otro punto que también tiene su miga es la supuesta exigencia de un sector del público de Madrid. En mis propias carnes he vivido lo que se cuece en ese sector de la plaza y puedo decir que es algo totalmente insufrible. Gente que no tiene ni idea de conocimientos técnicos del toreo y que se pasa toda la faena recriminándole la colocación al torero. Pero ese es otro tema que sería muy farragoso de explicar y sinceramente paso de hacerlo. Lo que deberían hacer muchos de esos que no paran de meterse con los toreros es ponerse delante de una becerra al menos una vez en su vida para entender lo difícil, por no decir imposible, que es estar siempre cruzado con el animal. Y ya no sólo eso, sino lo difícil que es esto en general. Eso sí, si el toro se mueve y repite, a pesar de que el torero siga quedándose "fuera" para poder ligar, ya no pasa nada. ¿En qué quedamos entonces? Recomiendo a todos esos "Doctores" en Tauromaquia menos hablar y más torear.
Seguimos con dificultades. Podríamos hablar de otros condicionantes que hacen que triunfar en Madrid sea un milagro. La famosa cuesta, que aunque Morante haya sido el único en quejarse, se de buena tinta que a casi ningún torero del escalafón le hace gracia la puñetera cuesta. Lo que pasa es que no se atreven a decirlo. Puro miedo, ese que no tienen delante del toro. Yo no digo que se quite, por los problemas lógicos de drenado del agua, pero sí al menos que se suavice. Al artista hay que ofrecerle los mejores lienzos para que desarrolle su arte.
El viento de Las Ventas, ese ruedo tan grande, los terrenos, la presión añadida de los que se juegan la vida porque saben que están en un sitio clave...  Mil dificultades que siempre han existido y que hacen de Madrid la plaza más difícil del mundo. Eso sí, como cortes dos peludas, ya se sabe: de Madrid al cielo. Y con razón.
Pero es que Madrid es difícil hasta cuando se triunfa. Lo vemos todas las temporadas. ¿Qué ha pasado este año con Roca Rey? Corta dos orejas el día de su confirmación de alternativa y es Dios. Vuelve a torear a los dos días y a por él sin piedad. A no pasarle ni una. ¿Qué ha pasado con Fandiño? ¿Y con López Simón? ¿Ya no es tan bueno como el año pasado? Y así con muchos toreros. No generalizo porque todo el público de Las Ventas no es así. Es el sector de siempre que se cree en el derecho de encumbrar y luego arruinar a toreros a su gusto y capricho. Cuando les da la gana claro. Eso sí, se encumbra al que está tieso y no tiene nada. En cuanto ese se pone en dinero y entra en los buenos carteles con ganaderías y figuras non gratas para ellos, a por él no sea que se haga rico y se compre una finca. Y si ya es figura ni te cuento. Da igual lo que haya hecho antes en esa misma plaza. A la caza de brujas. Sin piedad. Veremos lo que pasa con el torero más idolatrado ahora mismo por ese sector. Veremos qué pasa si Paco Ureña sigue así y se pone en figura. Veremos qué pasa si algún día Rafaelillo se anuncia con la de Núñez del Cuvillo o Garcigrande. Al tiempo.
Yo por mi parte voy a seguir pensando en las cosas coherentes y buenas que han pasado este San Isidro que nos acaba de dejar. Voy a seguir pensando en la faena de Manzanares, en la verdad de Paco Ureña, en los cojones de Talavante, en el arrojo de Rafaelillo, en Malagueño, Dalia y Camarín. Voy a seguir soñando con el toreo. Con los toreros buenos. Con los toros bravos. Y a ver si en uno de esos sueños me equivoco y sueño que la faena sublime de Morante en Aranjuez hace unos días ha sido en Madrid. Quién sabe, en los sueños no hay nada imposible. Y es que los sueños sueños son, y, si son placenteros, mucho mejor...

No hay comentarios:

Publicar un comentario