jueves, 17 de septiembre de 2015

El que está ahí...

Siempre he pensado que el que tiene algo es porque se lo merece. Como en todo, también puede haber excepciones, aquellas que confirman la regla. Pero en general y en mi opinión, es así. En el mundo del toro igual. Yo siempre he sido y seguiré siendo muy crítico con las figuras del toreo. Sí, esos ocho o diez toreros que están ricos y que tienen una o varias fincas de muchas hectáreas. Les critico cuando matan corridas de toros indecentes, cuando juegan con el aficionado, cuando sólo se anuncian con únicamente dos o tres ganaderías, cuando cierran los carteles entre ellos y no permiten entrar a ningún chaval que viene arreando. Y lo critico porque sencillamente esos actos son criticables. Eso sí, también tengo muy presente que los que están ahí es mayoritariamente por sus logros dentro del ruedo. Todos tienen algo que les diferencia del resto. Todos han hecho algo muy importante a lo largo de su carrera que no han hecho otros. Algunos de ellos tienen un halo especial que no tienen los demás. Incluso muchos de ellos tienen el cuerpo cosido a cornadas. Con la segunda fila de toreros, es decir, aquellos que no son figuras pero que están ahí muy cerca de ello, pasa algo parecido. Están ahí porque ese es su lugar. Ni más ni menos. Y cuando uno de esos toreros de mitad del escalafón consigue los logros suficientes para ponerse en figura pues se pone. Esto ha sido así siempre. Si repasamos la historia del toreo, podemos comprobar que cada torero ha acabado ocupando su puesto merced a sus condiciones y a lo que ha hecho en los ruedos. Quizás hace unos años el cortar dos orejas en Madrid te ponía en el disparadero de las ferias y te hacía figura del toreo. Pues puede ser. Pero lo cierto que es que esa condición de nueva figura del toreo era momentánea: tenías que ganarte tarde a tarde la consolidación en ese nuevo puesto de privilegio. Cuántos toreros han salido en volandas por la puerta grande Las Ventas y nunca han llegado a ser figuras del toreo. Y es que para conseguir ese estatus hay que tener algo que no todos los toreros tienen: regularidad. La tan temida y difícil regularidad acompañada de ciertas dosis de suerte. Por tanto y, casos raros aparte, el que está en un lugar determinado es porque es ese el lugar que debe ocupar. El que mata las denominadas corridas “duras” está ahí porque es con ese toro con el que brilla. Cuántos casos de toreros de ese corte no han brillado con el toro mal llamado “comercial” y han tenido que volver a su lucha, donde ellos son especiales. Y al revés también ha pasado. Muy pocos toreros a lo largo de la historia se han adaptado a todo tipo de toros, más fieros y menos, más difíciles y más fáciles. Y curiosamente si ha habido alguno de este corte tan poderoso, ha sido una figura del toreo, no un torero de segunda o tercera línea. Sé que lo que cuento es difícil de aceptar y que quizás no estés de acuerdo con lo que digo. Lo respeto. Pero es que estoy cansado de creer que tal o cual torero merece estar en una situación mejor, incluso en figura, ver pasarle el tren de la gloria más de dos veces y continuar en el sitio en el que estaba. Nunca el dicho de “la cabra siempre tira al monte” ha sido tan cierto como en este caso. Podemos criticar todo lo que queramos a las figuras del toreo de todos los tiempos: si han estado ahí es por algo. Igual que el que mata una o dos corridas de toros al año y el resto del tiempo se lo pasa sin torear. Cuando está en casa es por algo. Aún no conozco yo a ningún matador de toros al que no se le haya dado ni una sola oportunidad en una plaza de más o menos relevancia. Estarás pensando que la suerte también juega un papel muy importante en este mundo. Evidentemente que sí. Pero créeme: incluso en tardes donde la suerte es esquiva para los toreros, siempre se ve algo, siempre se puede intuir algo. Cuántos novilleros y matadores se han puesto medio a funcionar o a funcionar del todo después de una tarde en la que aparentemente no ha pasado nada pero donde el ojo certero de un buen taurino ha visto algo fuera de lo normal. Multitud. Y cuántos chavales han cortado orejas por un tubo incluso de matadores de toros en plazas de relevancia y no ha pasado nada. Multitud también. ¿Por qué? Pues porque en el toreo se mira más allá de las simples orejas. En el toreo siempre tiene que haber lugar para la intuición. Hay que ir más allá de lo aparente. Hay que tener claro cuándo se está bien y cuándo se está muy bien. En el escalafón hay muchas filas y salvo casos muy concretos cada torero ocupa el lugar que le pertenece. ¿Que se puede subir de categoría? Por supuesto. Otra cosa es que uno sea capaz de mantenerse en ese nuevo estatus. Para eso, como diría aquel, hay que tenerlos muy gordos...

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