viernes, 4 de septiembre de 2015

Carta abierta a Saúl Jiménez Fortes...

Basta ya Saúl. Esto no puede ser. Debes de reflexionar. Lo primero, curarte bien de la tremenda cornada que te han pegado de nuevo en el cuello. La segunda en apenas tres meses. Esto no es normal. No es normal que siendo tan joven y con tan pocos años de alternativa lleves ya catorce cornadas en tu cuerpo. El peaje que estás pagando es excesivo. Yo lo paso mal cada vez que te veo torear. Y como yo mucha gente. Está claro que a los toros uno no va a comer pipas ni a divertirse como el que va al cine, pero a los toros tampoco se va a que te de un infarto. Porque una cosa es la emoción que provoca la lidia de un toro bravo y fiero y otra muy distinta es ver al torero cogido en cada muletazo. Y eso no puede ser Saúl. Necesitas replantearte el sufrimiento constante al que sometes a tu familia y a la gente que te quiere y admira. La época de los gladiadores ya pasó hace cientos de años. Ahora ya nadie va a la plaza a ver morir a un torero, o al menos nunca queremos que eso suceda. Creo que en tu corta carrera taurina has demostrado sobradamente que eres uno de los toreros más valientes que han pisado los ruedos a lo largo de la historia. Yo prefiero que dentro de muchos años se te recuerde por eso a que tu nombre evoque al de un torero torpe al que le cogieron muchísimo los toros. Te los pasas muy cerca. Cierto. Expones mucho, y eso tiene su riesgo. Pero no es menos cierto que el toreo consiste en desviar la embestida y evitar que el toro te coja. Para eso tenemos la inteligencia y las facultades que el animal no tiene. Yo no dudo de tu inteligencia Saúl: yo dudo de tus facultades. Yo dudo de tu lentitud de piernas, de tu evidente falta de reflejos, de tu incapacidad para salir airoso ante una inminente voltereta. Dudo de todo eso Saúl, y esa duda me provoca miedo. Miedo a tu integridad física por encima de todas las cosas. Miedo al sufrimiento de tu familia, a los corazones cansados de tus padres. A los ruegos constantes de tu hermana a la Virgen. A esa cara de sufrimiento de Nemesio, constantemente pálido y desencajado. Creo que todos ellos se merecen un descanso. Creo que te mereces un descanso. Quién sabe: quizás necesites una, dos o tres temporadas de descanso, curar las heridas de tu cuerpo y de tu alma, reflexionar sobre lo que quieres conseguir en el toreo. Pensar cómo quieres que te recuerden cuando pasen muchos años. O tal vez, en ese impás de tiempo, te das cuenta de que ya lo has conseguido todo y que no necesitas volver a vestirte de luces. Soy consciente de que no soy nadie para aconsejar nada y mucho menos a un torero, que se juega la vida por voluntad propia y sin que nadie le obligue a ello. No obstante, sé que no harás caso a nadie y que dentro de muy poco volverás a vestirte de torero. Porque los toreros sois así: tercos como vosotros solos cuando se trata de llevarle la contraria a los médicos y a vuestra propia familia. Eso sin duda os hace grandes. Por algo sois lo que sois y por eso todavía muchos os seguimos considerando a día de hoy los auténticos héroes del siglo XXI.

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