martes, 24 de julio de 2012

¿Qué está pasando con el toro?

Llevo varios días pensando en escribir un artículo sobre la problemática actual del toro bravo en España. La reciente concluida Feria de San Fermín 2012 ha supuesto para mí una bofetada en toda la cara de esas como las que el que más o el que menos se ha llevado alguna vez cuando de pequeño ha hecho alguna trastada. Y es que lo ocurrido con el toro en las corridas de las figuras en Pamplona me ha hecho refexionar muy y mucho sobre la situación que estamos viviendo. Estoy cansado de ver corridas de toros en las que el protagonista principal, el toro, tiene poco o nada que ofrecer al espectáculo. Evidentemente, la culpa de ello ha sido, de unos años a esta parte, de muchos ganaderos que bajo la presión y la imposición de las figuras del toreo, han creado un toro poco menos que de juguete. Eso sí, no todos. Me explico. Hay una cosa que desde hace mucho tiempo tengo muy clara y es que no hay ganaderías sino ganaderos. Sólo así se puede explicar que dentro de una misma procedencia como puede ser Juan Pedro Domecq o Jandilla, por citar algunas de las más frecuentes dentro de la cabaña brava española, haya tanta dispariad de comportamientos. Esto, que a bote pronto podría ser un planteamiento fácil, tiene su razón de ser, y no es otra que el tomar partido por el toro o por el torero. Cantidad de ganaderos de ambas procedencias han creado un toro insulso y sin contenido y en su afán por tener un toro dócil y que no moleste nunca al torero le han quitado toda la raza y la casta que debe tener todo animal que sale a la plaza. Y si me apuras hasta volúmen de casi todas sus camadas ha bajado considerablemente en favor de un espectáculo sin sobresaltos posibles para sus toreros de cabecera. El toro que sale hoy en día no tiene nada que ver con el toro de los años cincuenta, sesenta, setenta e incluso ochenta. El de hoy es más grande en volumen pero infinítamente más pequeño en casta y raza. Al primero se le llamaba una vez y acudía cinco veces a la muleta. Al de hoy hay que llamarlo cinco veces para que acuda una vez a las telas de torear. Así es de clara es la cosa. Los ganaderos de hoy en día han moldeado un toro de juguete bajo la amenaza de un grupo de toreros muy selecto. Y el castigo al que no lo ha hecho ha sido la marginación y hasta casi el olvido. Ganaderías como Alcurrucén, Fuente Ymbro, Cuadri, El Pilar, etc, que casi siempre las han matado las figuras, ahora subsisten porque hay un grupo de toreros aguerridos que se apuntan a ellas bajo cualquier condición o simplemente porque no se les ofrecen otras cosas más cómodas. El despropósito y la bipolaridad de las llamadas ganaderías comerciales es tal que en sus dehesas conviven en perfecta armonía el toro de juguete y el "torofante", porque claro, es muy bonito lidiar corriditas de toros cómodas en plazas de menos relevancia donde las figuras se hinchan a cortar orejas pero también lo es el ir a Madrid, Pamplona o Bilbao y llevárselo calentito. El problema reside en que para lidiar en estas plazas donde se paga más que en ninguna, hay que llevar un toro con cuajo y cada vez más grande sea de la ganadería que sea, con lo que al toro de ciertas procedencias se le saca de tipo a base de alimentaciones excesivas. Y si no llevas ese "torofante" no pasas el reconocimiento y te vas para casa con una mano delante y otra detrás. Esto, que de forma tan vehemente expongo aquí estamos hartos de verlo en plazas de toros como Madrid, por ejemplo. Cada encaste tiene su fisonomía, sus hechuras, su tipo y si se le saca de ahí para poder entrar en determinadas plazas lo que conseguimos es un toro mastodóntico, más parecido a un elefante o rinoceronte que a un toro bravo. No nos rasguemos las vestiduras entonces ni nos extrañemos de que ese animal no pueda ni moverse durante la lidia. Es lo que estamos creando. Es por ello por lo que muchas ganaderías han desaparecido o están a punto de hacerlo, por no poder adaptar el toro a las exigencias de ciertas plazas o de ciertas figuras. Un animal como el toro tiene su genética y lo que no se puede es modificar esta para que se lidie por un grupo selecto de ocho o diez toreros (toro de juguete) o para entrar en ferias como las de Madrid (torofante). El toro es el que es y cada procedencia tiene su "caja". Cuantas ganaderías se han ido a la mierda (con perdón) por no adaptarse a estas reglas contemporáneas. Es por ello que los auténticos culpables de que la fiesta esté de capa caída son los propios taurinos. Ganaderos, empresarios y toreros forman un tándem perfecto en donde la emoción no tiene cabida. La tauromaquia es emoción. Siempre lo ha sido. En la actualidad la gente no va a los toros porque ya no se emociona. Y eso es culpa de los que mueven los hilos. Cada cosa que veo, que leo, que escucho me emociona de una u otra manera y si no lo hace mal vamos. El arte tiene que producir una sensación aunque no sea agradable, pero producir algo. Si no produce nada es que está muerto. En la tauromaquia la emoción la genera el toro, pero claro es mejor que este esté tranquilito y no ocasione problemas. Es triste decirlo pero últimamente disfruto más viendo videos de faenas de Belmonte, Sánchez Mejías o Manolete que viendo a muchos toreros (no todos) de hoy en día. Quizás, pienso para mí, me he equivocado de época en esta vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario