lunes, 16 de julio de 2012

Pamplona. San Fermín 2012. Mucha fiesta y demasiadas orejas baratas...

He de reconocer que no me gusta Pamplona taurinamente hablando. Si, los encierros están muy bien pero luego por la tarde la cosa debería de cambiar. La fiesta y el jolgorio deberían de quedarse en las calles y no traspasar las puertas de la plaza de toros. No concibo ni asumo a pesar de los años, que un puñado de hombres se estén jugando la vida cada tarde y en los tendidos corra el alcohol, la chistorra y los cánticos baratos como si de una fiesta de pueblo se tratase. Normal que muchas figuras del toreo a lo largo de la historia se hayan negado a torear en Pamplona. Tanto despiporre es incompatible con la liturgia sagrada de la tauromaquia. Y eso que el toro que se lidia en la capital navarra es de los más serios que salen hoy en día en las plazas de España. Eso precisamente, el toro, es de lo poco que me gusta de la feria de San Fermín, aunque he de puntualizar que cuando llegan las figuras, este baja considerablemente en presencia y acometividad. No tanto como en otras ferias de primera categoría, pero aun así se nota la diferencia entre las corridas de toreros más modestos y las de las figuras. Y esto sin contar que en Pamplona, como en muchos sitios, las figuras no matan las ganaderías denominadas "duras", sino aquellas dulcecitas de procedencia preferentemente "Domecq". Vamos, lo de siempre. Este año, como todos, y a pesar de que como he dicho no me apasiona demasiado, me he vuelto a tragar la feria de San Fermín de cabo a rabo. Me interesaba ver a dos o tres toreros y a dos o tres ganaderías en concreto. En cuanto a los matadores, he de decir que aquellos a los que quería ver especialmente, no me han defraudado. Y es que me han encantado el novillero Gonzalo Caballero, al que sigo mucho y que me tiene muy ilusionado, Javier Castaño, que estuvo pletórico con la corrida de Miura y al que debieron concederle las dos orejas de su primer toro, Antonio Nazaré, que toreó extraordinariamente al natural a su segundo toro en la corrida de Cebada Gago, Iván Fandiño, en su altísimo nivel de siempre, Jiménez Fortes y David Mora. Para mí estos han sido los que a más alto nivel han estado. Miguel Ángel Perera, otro de los que esperaba con ganas, no pudo salvo estar dignísimo y muy valiente, como siempre. Los demás, sinceramente no me han dicho nada. Mención aparte merece El Juli, auténtico responsable del bajón en la presencia del toro en las corridas de las figuras. Resulta que el torero ahora no quiere hablar para Digital Plus. Mejor, porque para lo que tiene que decir le beneficia estar calladito. A ver cómo explica si no que en un año en el que se debería reivindicar por todo lo que le ha sucedido en las plazas de máxima categoría, el va y mata dos corridas impresentables e indignas de plazas de primera categoría como Pamplona. Y no olvidemos que los toros los elige él y su valuarte en la guerra contra todos don Roberto Dominguez. Lamentable lo de El Juli y sus secuaces. En el apartado ganadero, quiero destacar a tres toros en concreto que para mí han sido los mejores de la feria. Uno, el mejor toro de la feria, el primero de la tarde de la corrida de Victoriano del Río y al que El Fundi le cortó una oreja. Otro, el primero del lote de Iván Fandiño de la corrida de El Pilar y el último el segundo del lote de David Mora en la misma corrida de El Pilar aunque con el hierro de Moises Fraile (toro de nombre Cantillito al que por cierto le han dado el premio al mejor toro de la feria). Del resto de ganaderías poco o casi nada. Tres novillos de El Parralejo que se dejaron, un toro de Dolores Aguirre (el 3º), uno de Miura por el pitón izquierdo (el 3º), y dos de Cebada Gago (1º y 6º). Muy por debajo de lo que nos tiene acostumbrados la corrida de Fuente Ymbro, con sólo dos toros que se medio dejaron (los que le correspondieron a Jiménez Fortes) y petardo de Victoriano del Río (excepto ese gran primer toro), Juan Pedro Domecq y Torrehandilla y Torreherberos. Para mi gusto ha habido demasiadas orejas regaladas y alguna que otra puerta grande muy barata. La única ganada a ley fue la del malagueño Jiménez Fortes, que se jugó la vida de verdad y que arrancó a base de valor y disposición una oreja de cada uno de sus toros de Fuente Ymbro. Y una puerta grande robada: la de Javier Castaño, al que se le debieron otorgar las dos orejas de su primer Miura tras una faena fundamentada en el valor y el temple, casi toda por el pitón izquierdo a un toro que nadie vió y que sólo él fue capaz de inventarse. No exagero si digo que Castaño es uno de los toreros más en forma, más capaz y con mayor temple de cuantos hay en el escalafón. A mí particularmente me encanta  y le sigo muy atentamente. Me dejó impactado, como me ha dejado en las últimas actuaciones que le he visto. Y ojo también a Antonio Nazaré que lleva una temporada pa comérselo. En fín, ha sido una feria con pocas cosas buenas, pero todas ellas de muy alto nivel. Me preocupa que esté bajando alarmantemente la categoría de Pamplona y que se hayan concedido orejas prácticamente por la cara bonita. Orejas vacías de contenido y muy baratas. De ninguna manera se pueden comparar las cortadas por Castaño o Fortes con las de Joselillo o Francisco Marco, por ejemplo. Pero allá cada cual con su conciencia. Lo que tengo claro es que como Pamplona siga así, acabará pareciéndose a las becerradas de los pueblos, donde la fiesta, la merienda y la soltura a la hora de sacar los pañuelos para conceder los trofeos para los toreros están a la orden del día. Dios nos libre de ello.
P.D.: No quiero dejar pasar por alto el tremendo y emocionado recibimiento del público de Pamplona a Juan José Padilla. Y es que ese público de sol, aunque demasiado fiestero, sabe reconocer a los héroes de verdad. Me emocioné por momentos al escuchar sus cánticos de alago hacia el torero de Jerez. Chapó por ellos y por Padilla, que aunque no tuvo suerte con los toros, arrancó una oreja de cada uno de sus oponentes saliendo por la puerta grande. Demasiado premio para mi gusto, pero ya se sabe que con Padilla este año hay una corriente de gratitud por parte de empresas y públicos en honor a su reaparición y a toda una dilatada y heróica carrera como matador de toros.

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