sábado, 21 de abril de 2012

Manzanares o la danza de los ángeles...

No puedo dormir. Tampoco quiero hacerlo. No quiero que al hacerlo deje de soñar despierto. No quiero dormirme y dejar de pensar en lo que he visto esta tarde. No creo que al dormirme esta noche pueda soñar algo más bonito de lo que mis ojos han contemplado hoy en la Maestranza de Sevilla. No tenía pensado escribir nada todavía. Antes de la corrida de hoy tenía claro que cuando acabara la feria me sentaría delante de mi ordenador para hacer el resumen del ciclo sevillano. No he podido. No he querido. Al carajo con mis pensamientos. Hoy hago un paréntesis sólo para él. Y aunque el resumen íntegro de la Feria de Abril de Sevilla llegue a mi blog cuando la feria muera hasta el año que viene, hoy tengo que romperme la camisa y el alma que llevo dentro por José Mari Manzanares. El año pasado creí que ya lo había visto todo cuando presencié en la plaza el indulto de Arrojado y las dos orejas que además cortó en el sexto. Había merecido la pena un viaje tan largo sólo por eso. Después de aquello estuve toreando en mis pensamientos meses y meses hasta hoy. Aquellas sensaciones de belleza, de arte, de amor por la tauromaquia y por la vida han vuelto a golpearme hoy la cabeza y el corazón hasta el mareo más absoluto. Lo de Manzanares hoy ha sido sublime. Tremendo, abusivo, de locos. En la línea del año pasado e incluso superando lo que mis ojos vieron aquella tarde en Sevilla. No se puede torear mejor. No se puede torear más despacio. No se pueden romper las almas así. No es justa tanta belleza ni tanta emoción en un corazón tan sensible como el mío. Manzanares me debe ya muchos corazones en un puño. Yo le debo mi vida taurina. Mi ilusión por esta fiesta. Creo que merece la pena vivir por verle torear así de esa manera. Tan como si nada, tan rotundamente bello. Tan simple, tan fácil, tan de verdad. Su toreo hoy ha sido la danza de los ángeles. El baile sublime de un Dios que ha vuelto a bajar al albero de Sevilla para hacerse torero. Para mecer las embestidas de un animal que aunque hoy se nos haya olvidado, su misión es defender su vida. Pero es que hasta los dos toros con los que hoy ha bailado su danza angelical Manzanares, se han olvidado de defender su vida y se la han dado a José Mari como sacrificio al arte más bello que nunca ha existido. No quiero hablar de Padilla. Ni de Talavante. Aunque han estado bien me niego a hablar de ellos. Por lo menos hoy. Tampoco de la corrida de Victoriano del Río. Esperaré a que se me enfríe el alma y pueda ser objetivo con todos. Hoy no quiero. No me sale. No puedo. Seguiré toreando en mi mente. No despertaré todavía a este mundo cruel y falto de sensibilidad. Manzanares me ha sumido hoy en un sueño tan bellamente profundo que no quiero despertar. Ni hoy ni mañana ni nunca. Manzanares me ha vuelto a demostrar que los sueños pueden hacerse realidad y que esta supera casi siempre a la ficción. Me vuelvo a romper la camisa por tu verdad. Vuelvo a llorar con tu arte, con la emoción de tu belleza, con la danza perfecta de tu toreo. Hoy más que nunca merece la pena vivir. Merece la pena la vida. Hoy más que nunca lo grito y me dejo las yemas de mis dedos en el camino. Hoy más que nunca mis ojos se secan y lloran ante tanta emoción. Mis párpados se cierran ya pero el corazón no quiere soñar dormido. Mi corazón pugna por soñar despierto. Ojalá mañana cuando vea el nuevo día colarse por mi ventana todo esto no haya sido un sueño, porque sinceramente a estas horas dudo que tanta emoción haya sido verdad. Bien torerazo, bien... Gracias por tu arte y tu vida... Gracias. Gracias.

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