martes, 12 de julio de 2011

El medio toro...

Vuelvo a las andadas de mi blog taurino después de tomarme unos días de reflexión en lo referente al mundo del toro. En estos días he estado pensando e intentando buscar respuestas a cosas que no las tienen. Podría hacer una crónica de lo que va acontecido en la Feria del Toro de Pamplona. Pero no. Del toro de Pamplona hablaré cuando termine la feria para hacer una amplia valoración de lo acontecido en San Fermín. Ni siquiera hablaré del triunfal y emocionante festival al que acudí hace unos días en Murcia en favor a los damnificados por el terremoto de Lorca. Más que nada porque fue precisamente eso. Un festival. Mucha fiesta, mucho compañerismo, la plaza a reventar, emoción, toreo y poco toro, como suele ser habitual en los festivales. Y un Espartaco que volvió a pisar la arena de una plaza de toros para, vestido de calle, pegar cuatro tandas de muletazos con algo que siempre ha tenido y que a pesar de llevar años retirado no ha perdido: el sentido del temple. El motivo de mi vuelta al ruedo del blog es hablar del medio toro que estoy harto de ver en unas cuantas ferias que recién han terminado. Hace pocos días, ferias como las de Burgos, Badajoz, Alicante, Almería, Algeciras, Soria, Granada, León, etc, han echado el cierre después de varios días de corridas de toros. Casi todas ellas triunfales. Evidentemente, sigo los reportajes que los programas de información taurina nos muestran cada semana y en cada uno de ellos me llevo un mazazo distinto y cada vez más duro. Y es que es tan triste como cierto que fuera de Madrid, Bilbao, Pamplona, Valencia, Sevilla -con matices y no del todo estas dos últimas plazas-, Albacete (sí, Albacete), Logroño y algún pueblo del "valle del terror" -como Cenicientos-, por ejemplo, el toro toro no sale ni por asomo. Estoy hasta las narices de ver novillos chicos y sin pitones en ferias de supuestamente segunda categoría y encima lidiados por las figuras. Por las primerísimas figuras. Toros que en Madrid no serían aprobados ni para una novillada sin caballos. El novillo al que el otro día le cortó las dos orejas la murciana Conchi Rios, por ejemplo, era más grande y con más trapío que casi todos los toros que se han lidiado en Burgos, Badajoz, Granada y demás ferias populares. Permitidme que diga que este es uno de los mayores males de la fiesta. Y ese mal viene de dentro. De las figuras por permitirlo, de los empresarios por otorgar, de los apoderados y veedores por protejer a sus toreros. Entre todos la están matando y al final ella sola se va a morir. No me apetece ver cómo Morante o Manzanares, por ejemplo, han cortado dos orejas a un novillo sin presencia. Me parece injusto para la fiesta. Y mucho más para el aficionado, que paga en muchas ocasiones precios desorbitados para ver a las figuras con toros de juguete. Esos mismos aficionados son los que están tremendamente equivocados al pensar que el torero es más importante que el toro. Error gordo. Hasta que toda esa gente que se ciega por tal o cual torero no cambie su punto de vista y entienda que lo realmente importante en esto es el toro, iremos de mal en peor. Por eso veo de pasada esos resúmenes de estas ferias para mí menores y me centro en las plazas y las ferias donde sale el toro de verdad. Al fín y al cabo la base principal de la fiesta es el toro. Él es el que da emoción a esto. Y si no hay toro todo se va a la mierda, con perdón. Así de crudo es. Tendemos a culpar a los antitaurinos de todo lo que sucede. Pero no es así. Pensarlo bién. Los antis son cuatro gatos y encima mal organizados. Personas que se mueven más por ideales políticos que por verdadero amor a los animales. El mal real está dentro y subyace en los taurinos acomodados que se llevan el parné sin apenas despeinarse y por supuesto sin pasar fatiguitas. Admito que soy un enamorado del toro bravo. Pero del toro íntegro y con presencia. Ese animal único por su belleza y bravura. No me gusta el toro manipulado, bién genéticamente o morfológicamente. No me gusta el toro que no transmite nada. Ni peligro, ni emoción, ni miedo... Prefiero tragarme un festival de Eurovisión al día antes que contemplar el espectáculo de un toro mermado de presencia delante del mismísimo Manolete que resucitara de entre los fugados al otro mundo. Para festivales ya hay muchos a lo largo del año. Las corridas de toros son otra cosa. Y entiendo que cada plaza tiene su categoría. No pretendo que en Granada, por ejemplo, salga el toro de Madrid. Pero que tampoco salga el que sale en mi pueblo en la tradicional novillada sin picadores del 24 de Agosto. Eso no. Todos los que amamos esta fiesta, desde el torero más importante al último aficionado, tenemos que tener un poco de cordura y sentido común. Porque de seguir así, los aficionados de verdad empezaran a hartarse, a no querer gastarse el dinero en toros, a perder la ilusión de ir a la plaza. No tengo duda de que los que van a merendar y a pasar la tarde en son de fiesta y jolgorio seguirán yendo. Pero creerme si os digo que en el momento en el que en una plaza de toros falte el aficionado auténtico esto se vendrá abajo. Y entonces todos nos echaremos las manos a la cabeza, sobretodo los que viven de esto, lamentándonos por nuestros errores. Al fin y al cabo, siempre nos quedará por ver alguno de los muchos festivales de Eurovisión que seguro no hemos visto nunca. Y si como yo no los soportas, algún buen partido de fútbol nos entretendrá. Vosotros por eso no os preocupeis.

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