martes, 7 de abril de 2015

29M. Un antes y un después...

Sí, lo sé. La encerrona de Fandiño en Madrid resultó ser un petardo. No hace falta que me convenzan. Ningún toro se entregó de verdad y así es imposible. Ni siquiera el torero más poderoso y capaz que ustedes se puedan imaginar hubiera podido hacer mucho más de lo que hizo el torero de Orduña. Sí es cierto también que vimos una versión poco usual de Fandiño: a partir de la muerte del tercer toro pareció estar derrotado. La sucesión de toros difíciles y deslucidos terminaron minándole la moral y lo único que se podía esperar era que se la jugara a carta cabal al menos en los dos últimos toros. Pero no fue así. A esas alturas de la corrida Iván ya estaba demasiado hundido como para jugarse los muslos y que nadie lo reconociera y valorara en su justa medida. “Un toro malo no me va a mandar al hule”, debió pensar el torero, cosa que yo apoyo y con la que estoy de acuerdo. Hay quien dice que hubo toros a los que se les pudo cortar orejas: no estoy de acuerdo. Hay quien dice que esto le va a hacer un daño tremendo: tampoco estoy de acuerdo. Lo que sí creo es que algunos empresarios quieran buscarle las cosquillas a partir de ahora a su apoderado. Al menos hasta que Iván vuelva a pegar otro puñetazo en Madrid o en otra plaza de importancia. Pero ahí ni me meto ni quiero especular. Todo se verá. La razón de mi artículo es reflejar el cambio que bajo mi punto de vista se ha producido en la mentalidad del toreo con la encerrona de Fandiño con seis toros de ganaderías consideradas duras y exigentes. Es cierto que exigente lo que se dice exigente no hubo ningún toro. (Quizá algo el de José Escolar). Pero eso da igual. A priori eran seis ganaderías que la mayoría de los toreros no quieren ver ni en pintura. A priori se pensaba que iba a haber una gran entrada y se puso el cartel de “no hay billetes” en una fecha que tradicionalmente no mete a más de tres mil personas. A priori se esperaba un triunfo gordo y, en lo estrictamente taurino fue un fracaso. Pero no fue así en todo lo que rodeó la encerrona. Las campañas de publicidad, la expectación creada, el cuidado en la elección de los toros... Y lo más importante: se ha demostrado que cuando en la arena hay toro la gente responde. Cuando no hay trampa ni cartón la gente responde. Y, en el caso concreto de ayer, hay que decir que la gente joven sí que se anima a ir a los toros cuando intuye que va a ver un espectáculo íntegro y con emoción, aunque luego no salgan las cosas según lo previsto. El domingo, la plaza de toros de Las Ventas rebosaba de expectación y de gente joven como pocas veces se ha visto. Y es que se palpaba que un gran acontecimiento iba a suceder. El toro con mayúsculas interesa y mucho. El toro con mayúsculas llena plazas de veinticuatro mil almas. Las gestas de héroes como Iván Fandiño acaban el papel y provocan llenazos de “no hay billetes”. Posiblemente El Juli y Sebastián Castella llenen también en sus respectivas futuras encerronas de Cáceres y El Puerto de Santa María. Pero de lo que estoy seguro es de que difícilmente conseguirán el mismo nivel de expectación que ha conseguido Fandiño en Madrid. Evidentemente el toro no va a ser el mismo y, aunque no todos los aficionados lo reconozcan, el toro sigue siendo el rey de este espectáculo. Dicho esto, reconozco también el mérito de El Juli y Castella al encerrarse con seis toros sean de la ganadería que sean. Algo se ha movido desde el pasado domingo 29 de marzo. Los cimientos de esto al menos temblaron durante un rato y se comprobó que otra Fiesta es posible. Y no sólo eso, sino que esa otra Fiesta es si cabe más atractiva que la del toro que constantemente vemos día sí día también en las plazas. El público empieza a estar harto del monoencaste y pide variedad, aunque lo que luego salga por toriles no “facilite” tanto el lucimiento de los toreros. Y es que la incertidumbre siempre ha atraído a las masas. Hay tantas Fiestas como gustos puedan tener los públicos y los aficionados sin distinción. Cada cual es libre de pagar por el espectáculo que quiera ver. Pero lo que es cierto es que no todos los espectáculos son igual de emocionantes ni de generadores de expectativas. Fandiño arrasó en ese sentido el pasado domingo, al menos hasta el comienzo de la corrida. Luego todo salió de aquella manera. Pero el que apuesta puede ganar o perder. El que no, ni una cosa ni la otra: a verlas pasar. Ya pasó hace dos años con la encerrona de Talavante también en Madrid con seis victorinos, y, aunque aquello resultara igualmente un fracaso se agradeció y mucho el gesto del torero extremeño. El domingo pasado Iván ganó en unas cosas y perdió en otras. Removió conciencias. Se estrelló contra seis muros. Aun así ojalá que este órdago no se quede en simple anécdota y otros toreros cojan el testigo de las gestas de verdad. La afición lo agradecerá seguro. Y la Fiesta también.

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