miércoles, 4 de septiembre de 2013

El bochorno de Mérida...

He dejado pasar varios días a drede. Lo necesitaba. Era necesario asimilar todo lo que había visto en apenas dos horas para poder sacar una conclusión. Afortunadamente he sacado varias y ninguna de ellas positiva. Alguien en Twitter escribió unas horas después de la encerrona de Talavante en Mérida que leyéndo todas las opiniones de lo twitteros veía la cada vez más insalvable diferencia entre el taurinismo rancio y oficial  y sus voceros y el aficionado de a pié. Tal cual. No se podría haber explicado mejor. Y es que, bajo mi punto de vista, lo que se vió el pasado domingo en Mérida fue un espectáculo bochornoso de principio a fín. Y lo peor no es eso. Lo peor es que los periodistas taurinos encargados de retransmitir la corrida se erigieron injustamente en portavoces de un único pensamiento taurino, englobando en él a todos los aficionados a la Fiesta pese a que muchos desertemos de ello. Y eso amigos no es justo. Eso es un atropello. Lo que pasó el domingo en Mérida le pudo gustar a muchos espectadores (y digo bien, espectadores) de la Fiesta. Si me apuran le pudo encantar también a muchos aficionados (y digo bien, aficionados). Pero no a todos ni mucho menos. El aficionado de verdad, que cada vez ocupa menos hueco en el mundo del toro, sintió vergüenza ajena. Al menos eso me pasó a mí. Vergüenza e indignación mezcladas en un único sentimiento. Y es que los despropósitos se sucedieron en cadena. En primer lugar no me pareció bien que Televisión Española eligiera una plaza como Mérida (con todos mis respetos a esta bella ciudad extremeña) para retransmitir su única corrida del año. Y no me pareció bien por la sencilla razón de que si la cadena pública quería mostrar la Fiesta de los Toros al público en general lo hiciera en una Feria de tan poca importancia taurinamente. Una Feria con un toro chico y un triunfalismo en el ambiente que llegó a asfixiarme por momentos. Eso sí, Televisión Española fue a Mérida sin pagar un duro en concepto de derechos de imágen, los cuales fueron cedidos por parte de todos los intervinientes en el espectáculo en sus diversos campos de responsabilidad. Osea que no se jugó nada. Así no. Doy una y gratis. Eso no es apostar por la Fiesta de los Toros. Así también doy yo sesenta corridas al año.Televisión Española debería haber ido a una feria de mayor relevancia taurina, donde se mostrara un espectáculo serio y digno. Y eso sí, con la pasta por delante, aunque esa pasta sea tanto del contribuyente que quiere toros como del que los odia a muerte. Y para muestra un botón. La broma de Mérida la siguieron 1.064.000 espectadores y obtuvo un 10,8% de cuota de pantalla. Eso, amigos míos, son datazos a favor de los toros y más si resaltamos que cualquier domingo del año a esas horas tan sólo unos 500.000 espectadores están viendo la tele pública. Conclusión: la gente quiere ver toros en abierto. Sólo así se explica que el pasado domingo se doblara la audiencia habitual de esta cadena en ese día en concreto. Hasta ahí bien. Otra cosa es lo que se de y en qué condiciones. Pero eso ya es harina de otro costal... El pasado domingo, la cadena pública perdió la oportunidad de mostrar al público en general lo que es la Fiesta de los Toros en su concepto más puro. Hubiera bastado con un cambio de fecha y en consecuencia de plaza, apostando en su lugar por una como Bilbao o Madrid, por poner algunos ejemplos. Eso sí que habría sido mostrar nuestro espectáculo con todas las de la ley. Pero no, no fue así. Y es que el despropósito de Mérida tuvo varios alicientes. El primero y de los más importantes para mí fue el hecho de que tras la caída de Morante del cartel inicial se quedara su compañero Alejandro Talavante sólo ante seis toros, más si cabe cuando el aficionado lleva mucho tiempo pidiendo que los carteles se abran a otros toreros y se abandone de una vez por todas el mano a mano cómodo o la encerrona fácil. Pues ni caso. En vez de colocar a otro compañero o compañeros en el cartel, se deja a Talavante sólo. Él se lo guisa y él se lo come. Sinceramente, creo que debería haber partido de él el haber pedido uno o dos toreros más con los que medirse. Más que nada para haberle dado algún aliciente al festejo. Pues no, y eso que hoy en día hay una baraja de toreros interesantísimos, los cuales le habrían dado un plus de importancia a la corrida. En otro punto están los toros que se lidiaron. Una corrida chica y dócil de Zalduendo para que propiciara la diversión y, eso si, ante todo que no molestara. Y vaya que no molestaron. De la presentación de los toros casi no voy a hablar. Tan sólo que me pareció por debajo de lo por debajo que se lidia habitualmente en una plaza como Mérida. No olvidemos que Mérida es plaza de segunda categoría. Su toro, no obstante y bajo mi punto de vista es de tercera. Tan sólo hubo un toro que resaltó en cuanto a presentación: el 6º. Este al menos se tapó por la cara y puso algo de seriedad al festejo. De lo demás, decir decir lo que es decir, poco. ¡Ah si! El cuarto, de nombre "Taco" fue indultado, no por su bravura, codicia, fiereza, pelea en el caballo (sólo se le dio un puyazo y muy leve), durabilidad, etc..., sino por capricho del ganadero, torero, periodistas y taurinos en el callejón. Todos pidieron el indulto como locos, con aspavientos  exagerados. Ese hecho amigos fue el que más tristeza me produjo de la tarde. Si esto no no defienden los toreros, los ganaderos, los empresarios, los taurinos y los periodistas, ¿quién lo va a defender? ¿Los aficionados a los que no nos hacen ni caso? Irremediablemente estamos condenados al ocaso, a una fiesta light donde poco a poco la fiereza natural del toro va a ir desapareciendo en pos de un animal dócil y doméstico que no aporte nada más que nobleza y toreo fino y sin complicaciones. Esa no será entonces mi fiesta. Todavía sigo pensando los motivos por los que ese cuarto toro fue indultado. ¿Que fue noble y obediente? Sí. ¿Que humilló? También. ¿Que duró? A medias. Nada más. No creo que fuera un toro para padrear, ni por hechuras (terciadísimo) ni por comportamiento (noble hasta decir basta). En fin, misterios de la Fiesta. Talavante estuvo en su línea. He de reconocer que me gustaron algunos naturales que ejecutó con su prodigiosa mano izquierda, esa que me gustaría ver con un toro enrazado de verdad. Pero poco más. Cortó muchísimas orejas (perdí la cuenta) y hasta le cantó por bulerías al tercero de la tarde. No voy a entrar en si este hecho estuvo bien o mal. Allá cada uno. Sólo puedo decir que cuando ningún torero lo ha hecho nunca es por algo. Y es que el toro merece un respeto que a veces se le pierde de las maneras más inverosímiles. Tanta falta de respeto al toro es dar una vuelta al ruedo con él en la plaza como cantarle. Venga el despropósito del torero que venga. Lo que pasó el domingo en Mérida no es mi Fiesta. Televisión Española debería haber mostrado al público un espectáculo íntegro y emocionante en una plaza de categoría, apostando su dinero por una Fiesta seria y cabal, no un pasatiempos barato y triunfalista donde por no molestar no molestaron ni las moscas. A veces me avergüenzo de esto. Más de lo que yo querría. Estamos en manos de quien estamos, y la Fiesta se está escurriendo en el jabón que impregna las manos de quienes sujetan este jarrón. Algún día se escurrirá del todo, se caerá y se hará mil pedazos. Entonces lloraremos y nos lamentaremos cuando veamos que ya no se puede reconstruir ese jarrón tan bonito que un día heredamos de nuestros antepasados. Será cuestión de tiempo. Cada vez de menos tiempo...

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