Hasta su comparecencia en Bilbao el otro día, el torero riojano tan sólo había toreado dos tardes está temporada. Arnedo y Alfaro, dos pueblos muy suyos. Dos pueblos de su tierra riojana del alma. Así de escueto todo. Así de triste. Un torero que ha sido maltratado como pocos este año a pesar de llevar casi veinte años dando la cara en todas las plazas y ante todo tipo de corridas. Un torero al que no se le ha respetado su dignidad como torero y como hombre. Y es que el pastel no es para él. Tampoco creo que le importe demasiado. Lo suyo no es el sabor de lo dulce. Es otra cosa. Lo suyo no tiene sabor. Lo suyo tiene alma. Crujío. Espíritu roto. Abandono.
Esas
tres orejas de Bilbao fueron muchas tres orejas. Esas dos faenas fueron muchas
dos faenas. Esa forma de torear es mucha forma de torear. ¿Para qué más? El
buen toreo pone a casi todo el mundo de acuerdo. Los buenos toreros ponen a
casi todo el mundo de acuerdo. Y el que no se rinda ante eso es un necio que no
merece el aire que respira.
Este
tipo de toreros no deberían de torear más de diez corridas al año. No les hace
falta más. Eso sí, cobradas cada una como veinte o treinta de las de los otros.
Y es que este tipo de torero, cuanto más torean más se vulgarizan. Porque ese
tipo de toreo es pieza de coleccionista. Un rara avis que se debe de disfrutar
en contadas ocasiones porque así sabe mejor. Porque lo sublime tiene que ser
breve. Porque lo sublime tiene que ser escaso. Y es que no hay corazón que sea
capaz de aguantar treinta o cuarenta tardes tanta emoción y tanta
belleza.
A Diego Urdiales -como a otros tres o cuatro toreros
más de su especie-, no les hace falta nada más que catorce o quince muletazos
buenos por temporada para darle la vuelta a esto. Para poner del revés a todos
los demás. Y a los hechos me remito. El consumismo masivo que vivimos hoy en
día en nuestra sociedad se ha extendido también a la Fiesta de los Toros. Lo
que importa es torear mucho. Cuanto más mejor. Pero por suerte todo el mundo no
comparte esa visión de la vida y de la Fiesta. Y es que todavía quedamos unos
cuantos -no muchos-, que nos conformamos con poco y bueno. Y por suerte también
todavía quedan toreros -no muchos-, que nos dan justo eso que necesitamos.
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