Recuerdo
también especialmente la trágica muerte del banderillero Manolo Montoliú. Tenía
once años y una afición desmedida. Aquella tarde del 1 de mayo de 1992 corrí
raudo desde el colegio a casa porque había toros desde Sevilla. Me hice la
merienda y me senté ante el televisor. Y aquel 1 de mayo pude contemplar
aterrado la fatal cornada al gran torero de plata valenciano. Ese día mi
afición se paró en seco.
No tardó
mucho en volver cuando mi mente aún infantil logró comprender que los toreros
podían morir en el ruedo. Que eran capaces de dar su vida sin importarles lo
que les pudiera pasar. Que un toro les podía quitar la vida pero nunca la
gloria. Y que el Toreo era lo más grande que existía sobre la faz de la Tierra.
Desde entonces esa afición ya nunca más me abandonó.
Este sábado
la muerte volvió a visitar a un torero en el ruedo. A un héroe de veintinueve
años que tenía todo el futuro por delante. Esa es la grandeza del Toreo. Aquí
todo es de verdad. Aquí se muere de verdad. Pero se nos olvida. O quizás no
queremos pensar en ello porque esa realidad duele de una manera despiadada. Una
realidad a la que esta sociedad aborregada le da la espalda. La muerte está
siempre presente en nuestras vidas, y la Tauromaquia es la mejor forma de
comprender este hecho tan palpable y desgarrador.
Cuenta el
maestro José Ortega Cano que cuando entró el sábado al patio de cuadrillas de
la plaza de toros de Teruel vio a todos los toreros juntos en un lado del
mismo. Víctor Barrio no estaba con ellos. Estaba enfrente. Sólo. Miraba al
ruedo, con la mirada perdida en el infinito y sin pestañear. Su gesto era de una
seriedad y una concentración que helaba la sangre. José, tras saludar a su
torero y a Curro Díaz, se dirigió con mucho respeto a Víctor. Con un gesto
suave y apenas perceptible acarició el hombro derecho del torero y, percibiendo
su ensimismamiento, le preguntó que dónde estaba su pensamiento. Víctor le
respondió: "mi pensamiento está en que hoy es un día muy importante para
mí maestro"...
Demasiado
importante Víctor. Demasiado importante. Estabas a punto de cruzar la puerta
grande más importante de todas. Estabas a punto de alcanzar la gloria eterna.
Ojalá que allá
donde estés hayas podido ver que todo el Toreo ha llorado tu muerte. Que tus
compañeros te han despedido rotos de dolor y con miles de lágrimas amargas en
los ojos. Ojalá que allá donde estés puedas ver y sentir que ningún aficionado
te olvidará jamás.
Los héroes
nunca mueren para siempre, y tú, torero, siempre serás uno de ellos.
Hasta
siempre Víctor.
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