lunes, 1 de diciembre de 2014

La guerra de las perras...

Esa creo yo que es la raíz del problema en el egocéntrico mundo del toro: las perras. Voy a intentar no ser destructor. Tampoco seductor. Los empresarios dicen que la Fiesta está en quiebra y que esto se acaba si no se abaratan costes y las figuras cobran menos. Los toreros dicen que están dispuestos a rebajar sus honorarios pero siempre y cuando esa rebaja no sirva para enriquecer al empresario. Los subalternos ya se rebajaron y no piensan hacerlo más. Los ganaderos hace tiempo que no ven un duro por sus toros, y los cuatro o cinco que sí lo ven tampoco están ricos de esto. Total que la tarta es muy pequeña y hay tortas por el mayor trozo. Verás como acabará en el suelo y no se la comerá nadie al final. No le quito la razón a los empresarios en sus argumentos porque básicamente la tienen. Que sí, que tenemos que remar todos hacia el mismo lado. Que hay que defender la Fiesta y no ofrecer signos de debilidad. Que no tenemos que tirarnos piedras en nuestro propio tejado. Que si tal, que si Pascual...Todo eso está muy bien. Y yo lo apoyo. Pero también hay que denunciar cómo está esto y advertir sobre el futuro incierto que nos espera en lo tocante a la Tauromaquia. Más que esos supuestos toreros que cobran mucho y, según Anoet, no se enteran de la película, el llamamiento debe ir dirigido a los políticos. A esos personajillos que, entre corruptelas varias, están mirando hacia otro lado y están estrujando a la Tauromaquia con sus abusivos impuestos. Por que no nos confundamos. El torero, la figura del Toreo, tiene todo el derecho del mundo a exigir el dinero que quiera. Para eso es el que pasa miedo y el que se juega la vida. No yo, ni tú, ni el empresario. Y este, o su colectivo en general, tiene el derecho también y la libertad de satisfacer sus pretensiones económicas o no. Ellos son los que montan el espectáculo. Los que se arriesgan. Los que pueden ganar o perder. Y en el mundo empresarial no hay nada escrito. Por lo tanto, veo bien que se ataque a la Administración para que tomen consciencia de que hay que rebajar el coste de este espectáculo. Lo que no veo tan bien es que se ataque gratuitamente a los toreros. Más si cabe cuando muchos de ellos -por no decir la mayoría-, cobran poco o nada en sus actuaciones. ¿Que las figuras no llenan? Cierto. ¿Que deberían cobrar según la taquilla que generasen? Pues sería lo ideal. ¿Que debería haber un reparto equitativo entre toreros y ganadero en cada corrida en base a los dineros que se recaudaran? Perfecto. Pero no nos engañemos. Eso va a ser imposible. Por lo tanto, es absurdo intentar convencer a los toreros de estas cosas. Como digo, tienen el derecho a pedir lo que quieran. La última decisión la tiene el empresario. Él puede saltar a la piscina o no. Y si ve que el espectáculo no es rentable pues se cierra el chiringuito. Dime: ¿qué ocurre cuando una empresa de cualquier otro sector no funciona? ¿Cierra no? Pues aquí igual. Por mucho que nos duela. Y si algún día cualquier plaza importante tiene que cerrar sus puertas porque no es viable económicamente -no por absurdas imposiciones políticas- , pues se cierra y punto. Qué le vamos a hacer. Por tanto, la raíz del problema está en el alto coste de un espectáculo taurino. Si valiera la mitad montarlo, a lo mejor los empresarios también rebajaban el precio de las entradas y en consecuencia iría más gente. Todo es una cadena. Los toreros que pidan lo que quieran. Otra cosa es que se lo den. Lo que está claro es que esto es una guerra de perras. Perras que faltan. Perras de más. Me pides muchas perras. Yo quiero más perras que tú. Con mis perras no te enriqueces. Ni tú tampoco. En fin. Lo de siempre. Poderoso caballero...

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