El caso de
Roca Rey no es tan difícil de comprender ni de analizar. Intentamos darle mil
vueltas a las cosas. Que si no se llega arriba si no te apodera una casa
empresarial grande, que si la suerte es fundamental, que si las figuras no
dejan sitio en los carteles para los jóvenes que despuntan, etc, etc, etc...
Que conste que no le quito importancia a estos factores, que en su medida la
tienen, aunque no tanta como se cree. Yo voy más allá. El caso de Roca Rey es
el claro ejemplo de cómo llegar a ser figura del toreo.
El
pensamiento de Roca Rey desde que se enfundó por primera vez el traje de luces
fue claro y diáfano: aquí hay que lograr llegar a ser figura del toreo. ¿Cómo?
Apostando fuerte. Muy fuerte. Extremadamente fuerte. A pesar de que el peaje
sea duro, como de hecho lo está siendo.
Y es que
cuando uno tiene las ideas tan claras no hay tu tía. Cuando uno sale a querer ser figura del toreo no hay medias
tintas. O se está o no se está. Y el camino es sólo uno: jugarse la vida y
arrollar cada tarde. Esa es la actitud de los que han llegado a figuras del
toreo. Y es que cuando uno quiere llegar a lo más alto y lo da todo cada tarde
sólo hay dos posibles soluciones: o un toro te quita de en medio o te pones en
figura del toreo para los restos. Así de sencillo.
Roca Rey se
encuentra ahora mismo en esa tesitura: o un toro le quita de en medio o se
coloca en la cumbre y ya no se baja por los siglos de los siglos. De momento su
disposición cada tarde, su claridad de ideas y su arrojo y valor le están
proporcionando triunfos pero también brutales porrazos y cornadas. Este año es
el año clave: o un toro lo borra del mapa o se consolida como figura del toreo.
Veremos.
Te puede
gustar más o menos el toreo de Roca Rey. Puedes preferir otros toreros de otro
corte. Todo es respetable. Pero con la actitud no se negocia, y para ponerse
arriba hace falta actitud de querer ser, de querer llegar. De querer dejarse la
vida si es preciso para conseguirlo. De tirar la moneda y que sea lo que Dios
quiera. Estoy convencido de que si más chavales hubieran tenido la decisión y
la actitud del torero peruano a lo largo de estos años, a buen seguro que hoy
en día tendríamos en el escalafón de matadores cuatro o cinco figuras del toreo
más de las que tenemos. Pero como digo, el camino hasta llegar arriba no es
fácil. Sobra decir que es duro y muy incierto.
Se trata de
apostar. De jugar a la ruleta rusa. Pero todo el mundo no está dispuesto a
ello...
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