Como viene siendo habitual en muchas de mis publicaciones,
la indignación vuelve a estar presente como denominador común de mis
sensaciones en lo referente al mundo de los toros. Y es que a veces pienso que
la linea entre el taurinismo y el antitaurinismo es tan delgada que de vez en cuando y sin darme cuenta la piso y me
pongo del otro lado. En mi post de hoy quiero hablar del atropello que están
cometiendo algunas figuras del toreo, económicamente hablando, a pesar de la
situación tan precaria que estamos viviendo. Y traigo dos ejemplos muy claros
al respecto. El pasado domingo 31 de marzo, domingo de Resurrección, se celebró
en Sevilla una de las corridas más importantes del año taurino. Tres figuras
del toreo y una ganadería cara y comercial se dieron cita para el disfrute de
los aficionados que acudieron al coso del Baratillo. Todos sabemos lo que
artísticamente ocurrió allí. Triunfo de El Juli, ganas de Manzanares y unos
cuantos capotazos buenos de Morante. Lo que no sabe tanta gente es lo que
declaró Ramón Valencia, uno de los empresarios de la plaza de toros de Sevilla,
horas después de la finalización de la corrida. Ramón vino a decir que a pesar
de haber llenado la plaza hasta la bandera -se puso el cartel de "no hay
billetes"-, la empresa había sufrido pérdidas económicas por valor de
96.000 euros. Casi nada. Dieciseis millones de las antíguas pesetas que a los
empresarios les tocaba poner o sacar de vete tú a saber dónde. Pero a las
figuras esto les da igual. El mismo empresario, en sus declaraciones, se mostró
indignado ante la falta de sensibilidad de los toreros con respecto a la
situación actual. Sé que los toreros se merecen su dinero, unos más que otros,
ya que se supuestamente se juegan la vida. Hasta ahí de acuerdo. Lo que me da
rabia es que las figuras no se den cuenta de que la salvación de la fiesta pasa
por abaratar los costes de producción de los espectáculos taurinos. Es muy
bonito que El Juli, Manzanares y compañía inviten a los toros a muchos
aficionados jóvenes, intentando con ello promover la asistencia de público a
las plazas. Pero luego ellos se lo llevan calentito y se marchan con los
bolsillos llenos. A eso lo llamo yo falta de sensibilidad. Otro ejemplo claro
de cómo está la situación actual ocurrió el pasado sábado en la corrida
extraordinaria de la primavera de Brihuega. Según he podido saber, las pérdidas
ascendieron a 60.000 euros. La plaza no se llenó como en otras ocasiones puesto
que sólo se ocuparon tres cuartos del aforo. Eso sí, se rumorea que uno de los
integrantes del cartel, precisamente el que no quiso ni ver a ninguno de sus
dos toros, cobró 15 millones de las antíguas pesetas (casi 100.000) euros.
Indignante. No sé si al nuevo empresario
de Brihuega le van a quedar ganas de organizar el año que viene la corrida de
la primavera. Eso sí, mucho papel couché, mucha farándula, mucha gente de caras
guapas y arrugadas y mucha prensa del corazón. Pero detrás de todo eso ruína,
pérdidas económicas y podredumbre. Cuando Maximino Pérez abandonó el barco el
año pasado sus razones tendría. Un tipo inteligente y trabajador como él no
está por estar. La Fiesta Nacional se está convirtiendo en fachada reluciente
pero con el interior podrido y corrompido. Y es escandaloso que los que están
abocando la fiesta a su final sean precisamente las figuras del toreo y algunos
ganaderos "de lujo". No entiendo cómo los toreros que más tienen que
decir en esto no se dan cuenta. Me parece de un egoísmo tremendo el que viendo
cómo está la situación actual de la Fiesta y del país se nieguen a rebajar sus
salarios alegando que ellos no tienen la culpa de nada. Los casos de Sevilla y
Brihuega son algunos ejemplos de lo que está pasando en casi la totalidad de
las plazas donde torean las figuras y que se medio mantienen porque los abonos
son muy largos y lo que en unas corridas son grandes pérdidas en otras lo son
menos, pero casi nunca beneficios considerables. Sevilla por ejemplo ha rechazado este año la
oferta económica de Canal Plus porque la consideraban baja. Piensan que sin
televisión va a ir más gente a la plaza. Pues ni por esas. De momento ha vuelto
a bajar el número de abonos para la Feria de Abril y mucho me temo que la venta
de entradas sueltas no va a ser demasiado grande. La gente no tiene tanto
dinero para gastárselo en ir a los toros, más si cabe cuando las entradas son
tan caras como en Sevilla. Aparte, este año hay cinco espectáculos menos que el
año pasado. Un desastre. Y a todo esto, los de siempre cobrando el máximo y no
permitiendo tocar ni un céntimo en sus honorarios. Y lo mismo ocurre con las
tres o cuatro ganaderías "comerciales" que suelen matar. Mientras
muchas ganaderías menos toreristas subsisten a duras penas perdiendo cada vez
más dinero y dirigiéndose irrevocablemente hacia la desaparición, las de
"lujo" aumentan sus honorarios. En el pecado llevan su penitencia,
arrastrada por aquellos que quieren sólo eso y nada más. Como digo, estamos
ante un panorama desolador. Si queremos que la gente vaya a los toros, démosle
un espectáculo atractivo, emocionante y ante todo más barato. Y para que sea barato, los primeros que tienen que
rebajar sus honorarios son los toreros de la primera línea. No puede ser que
entre cuatro o cinco se lleven todo el dinero de un abono o endeuden a un
empresario cuya única ilusión es dar una buena corrida de toros y ver su plaza
llena. Es un atropello a la moral de la Fiesta que el precio del toro sea cada
vez más bajo y el del torero más alto. Aquí la emoción la pone el toro, aunque
a muchos se les olvide. Muchos ganaderos han de malvender sus toros, con
precios muy a la baja para evitar que se queden en la finca y tenga que
llevarlos al matadero. Criar un toro para que sea lidiado cuesta alrededor de
tres mil euros. Pues bien, muchos ganaderos los están vendiendo por la mitad o
menos de esa cantidad. Todo por no mandarlos al matadero donde su precio aún es
menor ya que la carne del toro para consumo no es un producto muy valorado en
el mercado actualmente. Está claro que hoy en día hay un exceso de ganaderías,
muchas de ellas de nuevos ganaderos del ladrillo y que por eso la oferta es
mayor que la demanda y no se puede
lidiar todo. Esta crisis está haciendo mella en el campo bravo, consiguiendo
que desaparezcan muchas ganaderías porque son prácticamente inviables. En unos
años habrá muchos menos toros en el campo para festejos taurinos y entonces,
los ganaderos que hayan resistido tendrán la sartén por el mango y exigirán lo
que quieran por sus toros porque sencillamente habrá carencia de animales. Pero
hasta que llega ese momento –si es que la Fiesta de los toros sigue entre
nosotros y no ha muerto a manos de sus propios integrantes-, debemos
concienciarnos y saber lo que es justo y lo que no. Yo no quiero un espectáculo
reluciente por fuera pero podrido por dentro. Quiero un espectáculo justo, digno
y legal. Ojalá que las figuras tomen conciencia y no sigan atracando a la
fiesta porque a este paso, dentro de unos años, no van a tener esa posibilidad.
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