martes, 19 de abril de 2011

Fallece don Juan Pedro Domecq Solís

Ayer Lunes, a eso de las doce de la mañana, el todoterreno que conducía el ganadero andaluz don Juan Pedro Domecq se estrellaba frontalmente contra un camión cuando se dirigía desde su finca sevillana "Lo Alvaro" al secadero de jamones que la familia Domecq posee en Jabugo (Huelva). Fallecía prácticamente en el acto. El mundo del toro sufre una importantísima pérdida. Juan Pedro había sido un ganadero ejemplar. Innovador en su terreno, había desarrollado técnicas de crianza y desarrollo del ganado que han sido pioneras en el mundo del toro. Creador del denominado "toro artista", un animal que se caracteriza por su nobleza y durabilidad, no estuvo exento de críticas a su labor. Acusado de "dulcificar" en demasía la embestida y comportamiento de los toros, Juan Pedro tuvo que campear contra los aficionados denominados "toristas". Lo que sí es cierto es que su ganadería ha sido madre y referencia del 70% de lo que hoy en día se lidia. Gran cantidad de nuevos ganaderos han tomado como punto de partida sus sementales y vacas para formar ganaderías. Juan Pedro era y es un encaste propio, que él heredó de su padre y su abuelo. Últimamente no estaba lidiando ejemplares de gran nota, pero de vez en cuando salía algún toro con su hierro que hacía las delicias del público. La ganadería seguirá, no tengo ninguna duda. Ahora en manos de su hijo Juan Pedro, que ha estado llevando hasta ahora lo de Parladé y Casa de los toreros. Mantendrá su estatus de figura de las ganaderías, junto con Cuvillo y Victorino. Juan Pedro no merecía una muerte así. Yo le he criticado y le he alabado en muchas ocasiones. Era, ante todo, un hombre respetuoso y amante de la fiesta nacional. Sensible, con facilidad de escritura. Incomprendido en muchas ocasiones. Bohemio, enigmático. Buena persona. Así son sus toros. Artistas, sensibles, luchadores hasta el final. Recuerdo que le ví el pasado año en los alrededores de la plaza de toros de Albacete, cuando lidió en la Feria de Septiembre. Pensé en acercarme y saludarle. No lo hice por el tremendo respeto que le tengo. Yo no estaba a la altura de hablar con una persona de su categoría. Pensé que en otra ocasión sería, cuando tuviera más decisión y menos vergüenza. Ahora ya no podrá ser. Me queda el recuerdo de esa tarde y la ilusión de que en cada uno de sus toros siempre habrá una parte de su alma. Descanse en paz.

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