sábado, 23 de noviembre de 2013

Bájense los pantalones...



Como todos sabéis, hace unos días la Tauromaquia ha sido declarada Patrimonio Cultural de España. Supuestamente a partir de ahora nada ni nadie podrá boicotear nuestra Fiesta Nacional. Hasta ahí todo muy bonito. Aquella Iniciativa Legislativa Popular que la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña emprendió a finales de 2010 tras la prohibición de la celebración de espectáculos taurinos en su tierra ha surtido efecto. Mi enhorabuena desde aquí a aquellos hombres y mujeres valientes que se atrevieron a dar tan arriesgado paso. Todo lo que se consiga a favor de la Fiesta es positivo, aunque hay que mirar ciertas cosas con lupa. Me explico. Esta declaración va a ayudar a proteger y promocionar la Tauromaquia. Pero cuidado. Esto no va a devolver los toros a Cataluña porque la ley no tiene carácter retroactivo. Tan sólo el Tribunal Constitucional podrá permitir con su resolución prevista para los primeros meses del año que viene, el  que los toros vuelvan a Cataluña. Como digo, todo esto está muy bien y es positivo para la Fiesta, aunque, manda narices que esto se haya hecho después de varios siglos de existencia de la Fiesta de los Toros en España. La Tauromaquia lleva siendo cultura en nuestro país un porrón de años y ha tenido que ser el ataque inoportuno de un sector de la sociedad para que nos  hayamos puesto las pilas consiguiendo oficializar nuestra Fiesta como algo eminentemente cultural. Lo que viene siendo el acomodo de la gente –en muchos casos rancia- del toro, los cuales no mueven un dedo ni queriendo. Pero bueno, como digo, todo lo que sea a favor de los toros bienvenido sea, aunque la solución a todos sus males esté lejos de los Tribunales. El saneamiento de la Fiesta debe hacerse desde abajo. Desde los cimientos. La organización de espectáculos taurinos son hoy en día una bomba de relojería que a más de uno le ha estallado en las manos. Y es que es muy difícil dar toros. ¿La culpa? ¡Buf! Si yo les contara… Es una realidad palpable que la subida del I.V.A. está haciendo mucho daño. Es claro y notorio que la Seguridad Social también está minando las arcas de todos los sectores de la Fiesta. No es menos cierto también que la crisis del sistema económico ha hecho que la gente no pueda ni quiera gastarse un dineral en un espectáculo muchas veces adulterado y carente de emoción. Hasta ahí todo correcto. Pero también es cierto que no todos han pagado el pato. Te explico. La crisis taurina que vivimos hoy día es consecuencia de muchos factores. Mal momento económico general, subida del I.V.A., Seguridad Social, falta de promoción de la Fiesta, falta de afición en la gente y sobre todo en las nuevas generaciones, espectáculos descafeinados, toros sin emoción… Así podría estar todo el día. Evidentemente, la solución a estos problemas está en revertir esas situaciones. No es fácil. Lo sé. Pero lo que no se puede consentir es que siempre paguen el pato los mismos. Los ganaderos tienen los toros más baratos que nunca. Menos tres o cuatro, están perdiendo dinero. A los toreros a partir del décimo puesto del escalafón para abajo les cuesta dinero torear. Los empresarios no tienen nada más que pérdidas…Y mientras tanto las ocho o diez figuras del toreo no rebajan sus honorarios ni un céntimo. Ahí está la injusticia y una de las claves: los honorarios de las figuras. Parece mentira que no se den cuenta de la situación y no readapten sus dineros al momento por el que atraviesa la Fiesta. Siempre he creído que todo el dinero que gana un torero es poco para lo que hace. Se juegan la vida y eso no tiene precio. Pero la realidad está ahí y hay que saber verla. No es coherente que el toro, factor principal sobre el que gira este espectáculo, esté devaluado y a unos precios irrisorios y que ocho o diez toreros se estén llevando más dinero que nunca. Ahí es donde ellos deberían tener sensibilidad. Y no la tienen. Es más. Algunos se están aprovechando cada vez más de su indudable estatus de popularidad para exigir más dinero que nunca. Basta ya de pamplinas. Los taurinos siempre han mirado al futuro a corto plazo. A llenarse los bolsillos ahora. Y a los demás que les den. Nadie mira más allá. Nadie intuye que como esto no cambie, dentro de quince o veinte años no vamos a poder ir a los toros porque no va a ver guapo que organice un espectáculo. Conciencia señores. Conciencia. Bájense los honorarios. Y si hace falta, los pantalones. Sean sensibles. Sean honestos. No sean sinvergüenzas. Háganlo por mantener esta cultura. Si ha bajado el actor principal de este tinglado, bajen ustedes que son los actores secundarios de la película. No sean egoístas. El aficionado, el público, el toro lo agradecerá. Háganlo y nadie les podrá señalar nunca con el dedo. Háganlo y sus conciencias, si es que la tienen, estarán tranquilas de por vida. Háganlo y podrán dormir tranquilos sin sentirse parte responsable de la decadencia irremediable de la Fiesta. Conciencia señores. Conciencia. Si es que la tienen…

jueves, 7 de noviembre de 2013

"Supermanes" mexicanos...



Pocos personajes fantásticos me han atraído tanto como Superman desde mi más tierna infancia. “¡Hala! ¡Menudo panoli!”, estaréis pensando. Pues sí. Es cierto. Recuerdo aquellas noches de invierno de los primeros años noventa, juntos en familia y al calor de un buen brasero de ascuas de estufa de leña. Aquel calor que se quedaba retenido durante un buen rato bajo las faldas de una mesa de las de antes. Porque en esos años ya lejanos casi nadie gozaba del privilegio de una buena calefacción de gasoil. Y en la pantalla el inigualable Christopher Reeve. ¡Cómo olvidarlo! ¡Cómo no acordarse de aquel gran actor, el Superman auténtico! El inimitable. Aquel que increíblemente podía volar con la única ayuda de su capa y sus poderes infinitos. Pero ese mito con el que tanto me ilusioné terminó un día y ya nada fue igual.  Me quedé vacío de héroes. Ni que decir tiene que los nuevos supermanes que han llegado en los últimos años a las pantallas no le llegan al original ni a la suela del zapato. Evidentemente es mi opinión. Sólo eso. Soy consciente de que el que tiene opinión tiene enemigos -aunque sean cibernéticos- , y yo no voy a ser menos. Pero con toda la alegría de mi corazón, he de decirte amigo que ese vacío que me dejó el ídolo americano se ha visto reemplazado  en los últimos tiempos por otro tan grande o más que el primero: el toro mejicano. Ese toro tan justo de presencia, tan anovilladito, tan dócil, tan colaborador, tan descastado… Ese toro que embiste tan lento, tan lento, tan lento, que aburre de manera infinita. Ese toro, el mejicano, que procede en un 95% de Saltillo pero que poco o nada tiene que ver con el auténtico animal que ese encaste tan mítico regaló a las páginas más gloriosas del toreo.  Lo que se ha podido ver durante estos días en algunas plazas del país mejicano es de juzgado de guardia. Y como no, con toreros españoles de por medio. Y es que los animales que hemos visto lidiar en plazas como Huamantla, Pachuca o Juriquilla han sido totalmente indignos para una Fiesta  que presume de contar con héroes en ella. La capital, Méjico, no se queda atrás, como tampoco lo hace San Luis Potosí o el mismo Aguascalientes. Muchos estaréis pensando que ese tipo de toro al que estoy atacando le pegó el otro día una cornada a Juan José Trujillo o casi le arranca la cabeza al torero mejicano  Juan Luis Silis en Pachuca. Cierto. Y reconozco que cualquier toro, por chico que sea te puede matar en un segundo. Nunca lo he negado. Pero al menos ese animal debe ser digno. Debe dar miedo. Debe hacernos pensar que cualquiera no es capaz de ponerse delante de él. Debe ser armónico y estar bien presentado. Y lo que es más importante: debe ser encastado, no un pobre animal bobo y tontorrón que no transmite ningún peligro. Creo que me he explicado bien. El encaste Saltillo, a pesar de estar muy aguado en Méjico, es un gran encaste. De los más importantes por trayectoria e historia de todos los tiempos. No lo critico. Al igual que no critico a otros con los que sería más fácil meterse. Ni critico tampoco a las ganaderías. Yo critico los dedos  que mueven esos hilos. Las manos que mecen esa cuna y que moldean los encastes a su antojo, convirtiendo lo que un día fue bravura en nobleza y toreabilidad.  Por lo tanto, la culpa es única y exclusivamente de los ganaderos por hacerlo y por hacer caso en muchas ocasiones de los toreros  que les aconsejan.  Y es que el picante no gusta. Ni en la comida ni por supuesto en los toros. Como digo, lo de Méjico es para echarse al río. Para mear y no echar gota. No me sorprende que todos esos charcos estén los de siempre, es decir, Juli, Morante, Talavante, incluso Silveti. Lo que me llama la atención es que esté Iván Fandiño. Y ahí sí que suenan todas mis alarmas. A pesar de ello y de que algunos empresarios y toreros lleven años convirtiendo la temporada mejicana en una verbena festiva donde todo vale y lo principal es pasarlo bien y cortar muchas orejas, hay que reconocer que al menos un sector de la afición mejicana no es tonta.  Y si no que le pregunten a Enrique Ponce por lo del año pasado con el ganado en Querétaro. Todavía no se lo han perdonado, y eso que Enrique es allí un Dios como en su día lo fueron Manolete, Camino o el propio Niño de la Capea.  Esta gente tan festiva se puede enfadar y prueba de ello fueron las protestas del domingo pasado a varios toros de Hamdan en la monumental de Méjico con Morante en el cartel. Todo esto me fastidia por Fandiño, para mí uno de los toreros que más se están haciendo respetar en España pero que al parecer los aires mejicanos están trastocando un poco. No caigamos en eso por favor. Algunas ferias mejicanas deberían cambiar la nomenclatura de sus festejos y en vez de anunciarse como corridas de toros  hacerlo como capeas o tentaderos. Los animales cumplen perfectamente para ese propósito –en muchos casos no se sabe si el toro tiene dos, tres o cuatro años-, y trajes de corto siempre llevan alguno en la maleta los toreros. Así que divirtámonos todos. Ya no vale eso de que el toro mejicano es que es así. No es cierto. Ese toro es como han querido hacerlo los ganaderos allende los mares. Y punto. Menos mal que aún subsiste la seriedad de Guadalajara. Lo que no sabemos es por cuánto tiempo. Quién sabe. A lo mejor algún día elevo  la vista al cielo y vuelvo a ver a Superman con su resplandeciente capa roja. Un Superman  con forma de toro. Mejicano, por supuesto…